La Opinión de Zamora

La Opinión de Zamora

Baltasar Rodero

Sobre el rendimiento académico

Cuánto tiempo se despilfarra por la ausencia de referentes que nos orienten

Un estudiante realiza deberes Iñaki Berasaluce - Europa Press

El Profesor Gerardo Castillo Ceballos, en un pedagógico artículo, relataba el gran cambio observado en el campo de la educación, al pasar de la educación de la voluntad, a la de la motivación. Es común entre nosotros, apostillaba, escuchar decir a los niños y adolescentes, “no tengo ganas”, “no me apetece”...

En una de mis aportaciones yo me permití una reflexión sobre “la presión” que los padres ejercían en ocasiones sobre sus hijos, forzando la identificación con una profesión determinada, embrión de las “sagas”: de médicos, abogados, periodistas, catedráticos de Universidad, etc. Pudiendo resultar tan provechosa para algunos hijos, por la suma de sinergias, como negativo para otros, pues el no haber sabido responder a las expectativas de la familia, puede suponer la identificación con papeles marginales o improductivos.

A estas dos circunstancias me gustaría añadir hoy alguna otra, que puede dificultar el progreso educativo en el niño, y por lo que en ocasiones sus padres solicitan orientación.

El orden, el ambiente, la comprensión y el apoyo, quizá sean lo mollar a la hora de la integración y el progreso del estudiante.

El orden es diligencia, es la antítesis de la pérdida de tiempo, es eficiencia y si se cultiva adecuadamente, será el armazón de un comportamiento provechoso. Cuánto tiempo se despilfarra por la ausencia de referentes que nos orienten sobre: dónde estamos, cuál es nuestro itinerario, cuáles nuestras metas y objetivos etc. Opositores que aprenden a ordenar el tiempo mediante el correspondiente planning, de tal forma que saben lo que les corresponde estudiar en cada momento, pueden aprovechar al día, más de una hora y media de estudio.

Para el ejercicio de cualquier actividad necesitamos un ambiente adecuado, para el estudio el escenario es singular y depende de la persona. Es vital sentirse tranquilos y confortables, solos o en grupo pero a gusto, con todas nuestras necesidades básicas satisfechas. Todo ello facilita la capacidad de atender, concentrarse y acumular conocimientos nuevos. Es un tiempo que vivimos intensamente de forma íntima, aislados del mundo exterior, como el operario de una cadena industrial.

El estudio implica soledad, nadie puede estudiar por otro, aunque algunos padres lo pretendan. Pueden existir momentos o épocas de incertidumbre, de flaqueza, de duda, de aquí la necesidad de nuestra presencia, comprensión y solidaridad, para recordar siempre que la constancia es la base del éxito.

No hace mucho un niño de 11 años acudió a la consulta, muy buen estudiante, su expediente carecía de suspensos, pero suspendió en un control una asignatura, y se desplomó, se quedó sin aliento, sin fuerzas, no quería seguir, pensaba que era un fracasado y manoseaba la posibilidad del suicidio. El suceso obviamente carece de interés para el adulto, sin embargo para el niño es vital. De aquí la necesidad de cultivar la comprensión, compañía y colaboración.

Hay niños muy autoexigentes, obsesivos, que aman la perfección, y que la persiguen con todas sus fuerzas, olvidándose en ocasiones de las relaciones sociales, de vivir o participar. No es que quieran ser los primeros, sino que son inseguros

decoration

Como complemento a estos cuatro factores, existen otros aspectos puntuales que pueden provocar algún desencuentro en la familia, por no saber abordarlos.

Hay niños muy autoexigentes, obsesivos, que aman la perfección, y que la persiguen con todas sus fuerzas, olvidándose en ocasiones de las relaciones sociales, de vivir o participar. Son niños que sufren mucho por el sentimiento de su grave responsabilidad, y no es que quieran ser los primeros, sino que son inseguros, y lo que desean es puntualizar hasta el extremo todo, aunque jamás quedarán satisfechos.

Este tipo de niños requiere ayuda profesional, que le demuestre que el conocimiento está al servicio de la vida, de la felicidad, y que éste es el gran fin por el que tenemos que luchar, desde nuestra responsabilidad.

Este mensaje en ocasiones hay que dirigirlo a los padres, padres que demandan, exigen, escrutan y presionan a sus hijos, de los que esperan la perfección en el estudio, no la perfección de las distintas actividades de la vida, que pasan por: darle seguridad, compañía, cariño, comprensión.

Además de ocasionales problemas de salud, no diagnosticados, miopía, hipoacusia, dislexia, etc., que limitan nuestro progreso incrementando nuestra inseguridad, y que son en ocasiones imperceptibles, quiero comentar una situación común, por la que han transitado grandes personajes, incluso Premios Nobel. Los retrasos en la maduración o en el desarrollo.

Se trata de niños, que con gran peso y talla, físicamente bien desarrollados, su expresión intelectual es lenta, poseen menos habilidades que las que les corresponden de acuerdo con su edad, para comprender, memorizar, participar, implicarse, etc., mostrándose generalmente ausentes, pasivos, como niños dos o tres años inferior, a los que biológicamente tienen.

Son inteligentes, tienen capacidades normales, son, pues, normales y podrán conseguir, con apoyo y ambiente adecuados lo que quieran, ojo con excluirles, aislarles o sutilmente despreciarles, no contando con ellos. Cansan, fatigan a profesores y padres. La respuesta es reconocer, aceptar, estimular y esperar.

(*) Médico psiquiatra

Compartir el artículo

stats