La Opinión de Zamora

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Editorial azul

El peligroso declive del casco histórico de Zamora

ZAMORA. RUINAS DEL CASCO HISTORICO ANA R. BURRIEZA

Para estudiar las consecuencias de la despoblación no es necesario desplazarse a ninguna comarca de la provincia. Es algo que ocurre de forma no menos dramática en el casco histórico de Zamora. La capital de la provincia ha perdido poder de atracción sobre el mundo rural. Además, sus pobladores se alejan cada vez más de la zona más próxima a la Catedral, donde se asientan los orígenes de los primeros pobladores de la actual ciudad. Varios son los factores que intervienen en un abandono que se traduce en ruina urbanística y económica.

Hay un condicionante geográfico claro y expuesto en numerosas ocasiones: a diferencia de otras ciudades, en Zamora el centro histórico se encuentra justo en el extremo oeste y no coincide con ninguno de los ejes tradicionales de comercio ni de la actividad económica. Pero tampoco se han puesto en práctica grandes operaciones para detener el declive que ha obligado, en poco más de una semana, al cierre de tres de los escasos negocios de hostelería y alimentación que aún subsistían entre la plaza de Viriato y la Catedral, la culminación del patrimonio cultural y turístico, pero también de la soledad que marca a fuego tan maravilloso entorno.

Los expertos urbanistas avisaban ya hace seis años sobre lo que ha ido ocurriendo de forma inexorable: el corazón histórico de la ciudad en el que se enclavan gran parte de las iglesias que convierten a Zamora en la capital mundial del románico, es, urbanísticamente, un “espacio potencial de infravivienda desconectado de las zonas residenciales de la ciudad, tanto desde un punto de vista físico como económico, convertido en un fondo de saco”. Todo apunta a que estamos a punto de tocar ese fondo.

En lo que va de siglo, la zona más antigua de la ciudad ha visto perder a la mitad de sus habitantes. Es uno de los barrios más envejecidos. Las casas que dan sentido al escenario histórico han ido envejeciendo al mismo tiempo que sus moradores. Las parejas jóvenes prefieren vivir en otras ubicaciones con mejores servicios porque por carecer, la zona carece aún de fibra óptica. La adjudicataria está ahora rematando los trabajos. Pero no se trata solo de Internet: no hay ningún centro médico en la zona; la última farmacia se encuentra en la Plaza Mayor; cerró la última sucursal bancaria de la Rúa y en ella solo subsisten un quiosco y una tienda de comestibles. Hasta la hostelería baja las persianas en la zona que, paradójicamente, concentra el grueso del turismo.

Los “exiliados” del casco antiguo se sienten abandonados y afirman que esa misma sensación se la llevan los miles de turistas que visitan la zona cada año: “Una zona muy bonita, pero descuidada”. El descuido es evidente en las múltiples ruinas en las que se van convirtiendo los inmuebles que se vacían: desde antiguos conventos a casas vecinales. Las actuaciones de los bomberos por desprendimientos se multiplican cada vez que hay lluvias o viento en las borrascas invernales.

El Ayuntamiento de Zamora sostiene que es difícil insuflar vida a una zona donde la propiedad “se concentra en pocas manos” y los precios son elevados. Los gobernantes de IU acabarán su segundo mandato esta primavera sin llevar a cabo una de sus banderas electorales: la reforma del Plan Especial del Casco Antiguo, que igualmente dejaron en suspenso los anteriores ocupantes del Consistorio.

La zona desde la plaza de Viriato a la Catedral se vacía de población y de actividad y no hay receta que parezca salvarlo

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Y es cierto que los precios en la zona, en contraste con la decadencia que ofrece, resultan sorprendentes: hasta 60.000 euros por un local de unos 45 metros cuadrados, según el relato de los propios afectados. Las escasas rehabilitaciones de viviendas y, aún menos, nuevas edificaciones, se convierten en inmuebles de lujo, inaccesibles para la media de los sueldos que se ganan en Zamora. Y así, lo que queda en pie del urbanismo civil de la ciudad antigua resulta tan exclusivo como solitario, salvo por los paseantes en las horas centrales del día.

Para el Ayuntamiento, el problema de facilitar más la actividad y la vivienda en la zona histórica no es el Plan, por mucho que vecinos y empresarios se quejen reiteradamente de lo estricto de las normas que limitan la construcción y hasta la ornamentación de los negocios.

Lo cierto es que la zona desde la plaza de Viriato a la Catedral se vacía de población y de actividad y no hay receta que parezca salvarlo. El PP en el Ayuntamiento apostó por un edificio “emblemático” que atrajera actividad administrativa. Pero el edificio del Consejo Consultivo dista mucho de causar el “efecto Guggenheim” de Bilbao. El arquitecto del Consultivo, Campo Baeza, es un referente internacional aunque no tenga el calado de Gehry, premio Pritzker (el equivalente al Nobel) pero el conjunto del español, a pesar de su declaración como proyecto singular, no resulta tan impactante ni innovador como fue el Museo para Bilbao.

Nunca se ha puesto sobre la mesa un plan integral de acción capaz de recuperar la ciudad histórica como en su día hicieron Pontevedra, Vitoria o Bilbao

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Tampoco el puñado de funcionarios que trabajan en el premiado edificio del Consejo pueden aportar, por sí solos, el dinamismo que requiere la zona. A su alrededor se encuentran ofertas culturales como la errante colección de Baltasar Lobo, además del imponente patrimonio arquitectónico que, fuera de épocas como Semana Santa, o acontecimientos señalados, permanece lejano a la ya escasa actividad de la ciudad. Nunca se ha puesto sobre la mesa un plan integral de acción capaz de recuperar la ciudad histórica como en su día hicieron Pontevedra, Vitoria o el ejemplo citado de Bilbao. Son ejemplos de esfuerzo e inversión que han sido capaz de devolverle la vida a los cascos históricos de dichas ciudades.

El Ayuntamiento tiene en marcha obras de peatonalización alrededor del eje de Santa Clara; al fin, la reforma del Mercado de Abastos parece tomar forma y el anunciado aparcamiento en los Barrios Bajos, extensión del casco histórico en plena degradación, puede abrir nuevas oportunidades que deben extenderse a toda la zona antigua.

Si continúa la descomposición actual, por mucho que se actúe en Catedral, iglesias, conventos y museos, pocos se aventurarán a pasear, mucho menos a vivir, en un entorno envuelto por la ruina y el abandono.

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