La Opinión de Zamora

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Ángel Macias

El espejo de tinta

Ángel Macías

El futuro no es hace 90 años

Quien utiliza los muertos de la Guerra Civil para dividir nos traiciona a todos

Fosa con fusilados en la Guerra Civil Memoria Histórica

Que la historia siempre la han escrito los vencedores no es novedad del siglo XX sino algo connatural desde el principio de los tiempos de la escritura y aún antes, con la transmisión oral de las gestas de los pueblos y los héroes. Que las guerras civiles son las más cruentas, despiadadas e inhumanas lo conocemos desde que Caín mató a Abel golpeándolo inmisericorde hasta la muerte con una quijada de burro.

Que muchos años después tendamos a ver los acontecimientos pasados con ojos de presente, sin detenernos en el contexto histórico, social y cultural del momento en el que ocurrieron, es uno de los principales males que nos aquejan. En esta sociedad contemporánea, global y tecnológica, la abundancia de información y documentación al alcance de nuestros dedos no evita que destaquen, quizás más que nunca antes, la ignorancia, la superficialidad y la falta de referentes culturales profundos y reales.

Como escribió Ortega “ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral”. El sectarismo con anteojeras aplicado al presente es perjudicial pero aplicado al pasado es sobre todo ridículo y absurdo. Más cuando la experiencia nos ha enseñado reiteradamente que la batalla no debería estar hoy entre la derecha y la izquierda -mero convencionalismo nacido en los inicios de la revolución francesa- sino entre la libertad, la democracia y el respeto a los derechos humanos frente al totalitarismo, sea este del color que sea.

El sectarismo con anteojeras es ridículo y absurdo: la batalla no debería estar hoy entre la derecha y la izquierda sino entre la libertad, la democracia y el respeto a los derechos humanos frente al totalitarismo

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La Guerra Civil española fue de fondo el campo de pruebas del enfrentamiento mundial entre ideologías liberticidas, demasiado emparentadas como para que el choque no fuera fratricida. Refugios en auge para las masas tras un primer tercio del siglo XX de transformación y convulsión social y económica. El fascismo de Mussolini procedente del socialismo marxista italiano y el nacionalsocialismo de Hitler, frente al comunismo de Lenin, Marx y la internacional socialista buscando llevar la revolución a toda Europa. Fue también el campo de muerte en el que los españoles resolvieron una crisis de identidad arrastrada desde la debacle de 1898 con la descomposición social de una nación trufada de contradicciones, que pasó de la noche a la mañana de creerse el imperio que ya no era a perder la autoestima que debería acompañar siempre a un pueblo capaz de haber logrado algunas de las más importantes gestas de la historia.

En ese contexto debería entenderse que muchos de los que ayudaron a implantar la república tras unas meras elecciones municipales en las que ni siquiera resultaron ganadores los partidos pro-república, protagonizaron después, con similar exaltación unos: anarquistas, comunistas y socialistas con honrosas excepciones como Julián Besteiro frente a otros como Largo Caballero- el golpe revolucionario del 34 o la escalada violenta del 36 que pretendía conducir hacia la dictadura comunista auspiciada por Stalin; y otros el alzamiento militar que tras tres años trágicos condujo a cuarenta de dictadura.

Gente de bien hubo en ambos bandos, asesinos también. Todos hoy ya están muertos. Descansen en paz o en el infierno. Quien los utiliza para dividir nos traiciona a todos.

www.elespejodetinta.com

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