La Opinión de Zamora

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RAFAEL ANGEL GARCIA LOZANO

Ciegos

No hemos ponderado aún que la Universidad Laboral entraña una de las quinte mejores arquitecturas del medio siglo pasado en el panorama nacional

Edificio conocido como García Casado NICO RODRIGUEZ

La pasada semana se desarrolló entre un par de noticias absolutamente penosas para el patrimonio contemporáneo edificado de la ciudad de Zamora. Precisamente ese conjunto de obras arquitectónicas y algunas artísticas que constituyen nuestra ciudad y que forman el paisaje habitual de quienes habitamos en ella. Pero que, quizá por ser habituales, pasan más desapercibidas y, por ello, son poco consideradas. Y ahí está el problema. Normalmente caminamos mirando a la altura de los ojos –en el mejor de los casos-, y todo lo demás se nos suele hacer ajeno. Por eso hemos de alzar la mirada, mirar más allá, más alto, más profundo. Y hacernos preguntas. Sólo así estaremos a la altura de nuestro patrimonio contemporáneo más relevante.

Hablábamos de dos lamentables episodios. El magnífico edificio que Enrique Crespo proyectó para García Casado hermanos, levantado en ese extraordinario lugar entre Santa Clara, San Torcuato y la Plaza Sagasta (y que bien podría haber acogido las oficinas de ampliación del Ayuntamiento frente al anodino inmueble de la calle Santa Ana), fue vandalizado legalmente. La intervención integral que se está llevando a cabo en el inmueble nos está privando de la pátina histórica que otorga a este edificio el soberbio porte que le adorna. Y que, lamentablemente, ya se está volviendo contra él, al estar perdiendo ahora mismo muchos de sus elementos constitutivos. Así, los trabajos que se están ejecutando en los bajos han arrasado con la propia composición de su espacio arquitectónico, con los materiales constructivos originales más allá de los estructurales, y con las decoraciones en escayola que aparecieron en el contenedor de basura de la obra. Di la alarma por redes sociales el 20 de octubre y lo compartí con la televisión local, La 8 Zamora, que inmediatamente se hizo eco, mostrando su exquisita sensibilidad por dar cuenta de cómo tratamos a nuestro patrimonio y sus valores. La municipalidad ha obligado a la promotora a conservar la escalera del inmueble en los bajos comerciales… pero poco más.

Antaño se hizo mucho hincapié en que las cuestiones de la óptima conservación del patrimonio dependen del nivel cultural y la educación de la sociedad

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Por su parte, la constructora está instalando un falso techo que baja la altura interior del local. Con ello se ha producido el destrozo y la completa aniquilación de todas las escayolas decorativas del local, arrancadas de la forma más absurda y gratuita posible, porque de haber quedado ocultas por el falso techo a nadie molestarían. Y si el día de mañana un nuevo arrendatario con más sensibilidad quisiera mostrarlas otra vez, ahí estarían. Destrozo por el mero destrozo. Se ha rasgado un paño de la fachada a Santa Clara para propiciar la accesibilidad, pero una de las escaleras de las puertas de ingreso en uno de sus ángulos ya está bajo un murete de ladrillo. En fin, que la sensibilidad por nuestra arquitectura del siglo XX está donde está. Coincide la circunstancia con la petición de algún grupo político por conservar los elementos artísticos de locales comerciales, que a todas luces ha quedado pero que muy pequeña. Años ha insistimos en estas mismas páginas (28 de octubre de 2007, pg. 27) sobre el cuidado de las intervenciones y adecuación de los locales comerciales en edificios singulares, ensalzando ejemplares resultados como el del otrora Bazar Canarias o el antiguo Banco Salamanca, hoy Santander situado justo enfrente. Es evidente que en estos años no hemos aprendido nada. Ni tampoco las instituciones han tenido iniciativa alguna para cuidar con más eficacia estos aspectos y cortar el desprecio por nuestro patrimonio contemporáneo.

Justo el día siguiente, 21 de octubre, el aparato oficial de la Junta de Castilla y León presentaba en sociedad las obras del futuro Conservatorio de Música, que se levantará en parte de las instalaciones de la Universidad Laboral. Las cámaras de la televisión local nos mostraron el teatro, y con ello el mismo episodio: el destrozo por el destrozo. Elementos ornamentales, escayolas, detalles constructivos de una calidad extraordinaria original dados al traste. Quizá parezcan memeces, pero dice mucho de cómo tratamos lo mejor de lo nuestro. O igual sea no hemos ponderado aún que la Universidad Laboral entraña una de las quinte mejores arquitecturas del medio siglo pasado en el panorama nacional. Una verdadera joya que quizá aún no hemos caído en la cuenta que tenemos entre nosotros.

Antaño se hizo mucho hincapié en que las cuestiones de la óptima conservación del patrimonio dependen del nivel cultural y la educación de la sociedad. Quizá sea así. Pero también –no nos engañemos- de la ambición, el negocio, la sensibilidad o el buen gusto de promotores, técnicos, la administración pública (¡lo público!) y la ciudadanía en general. ¿Recuerdan la fábrica de harinas La Panera Social en la avenida de la Feria? ¿O el antiguo colegio de Franciscanos en la avenida Requejo? ¿O la capilla del hospital provincial? Por desgracia en Zamora hemos protagonizado demasiados ejemplos. Muchos trabajaron duro y también invirtieron mucho dinero para construir inmuebles extraordinarios que hoy disfrutamos todos. Quizá sólo por eso merecerían nuestra valoración y respeto. Por amor a nuestro patrimonio y consideración por el trabajo que costó levantar estas arquitecturas. Hasta, más aún, sentirnos orgullosos de ellas, conservarlas con vitalidad, enseñarlas con satisfacción –como hacemos con el románico- e incluso ser elemento de dinamización económica. O bien seguir ciegos del todo.

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