La escalada de precios y la crisis energética han desatado no sólo la lógica preocupación de los ciudadanos ante la llegada de un invierno en el que encender la calefacción va a costar un ojo de la cara, sino que también han puesto en evidencia los atávicos desequilibrios territoriales de un país excesivamente burocratizado como es España.
Basta ver la carrera de fondo que han iniciado ayuntamientos, centros universitarios y otras instituciones para comprobar que aquí cada uno va a lo suyo, con medidas más o menos acertadas pero que también afectarán de un modo u otro a sus habitantes y usuarios. Dicho de otra manera, en materia de bienes de servicio, suministro energético o acceso al agua, este país es un auténtico galimatías y, en función de donde vivas, te tocará ir a la fuente con el cántaro o ducharte bien a gusto con agua caliente las veces que quieras. Así es la supuesta justicia social, donde supuestamente todos, todos, tenemos los mismos derechos y obligaciones. Me duele el estómago de reír a carcajadas.
En materia de bienes de servicio, suministro energético o acceso al agua, este país es un auténtico galimatías y, en función de donde vivas, te tocará ir a la fuente con el cántaro o ducharte bien a gusto con agua caliente las veces que quieras
Tampoco ayuda a resolver el sudoku la dificultad que muchos ciudadanos de a pie tienen a la hora de decidirse por la tarifa regulada o libre para que la electricidad llegue en las mejores condiciones económicas y no acabe por hacer un agujero de tamaño sideral en el diezmado bolsillo de los contribuyentes.
Y mucho menos se entiende a estas alturas que, dependiendo de la provincia y región, no haya una igualdad de hecho en cuestiones básicas como son el acceso a las mencionadas más arriba. Pero no es de extrañar cuando en la vida cotidiana te encuentras con cuatro niveles administrativos -estatal, autonómico, provincial y local- y cada cual arrima el ascua a su sardina en lugar de unificar criterios en asuntos de claro interés general. Un escenario que, además, suele acentuarse cuando al frente de esas administraciones públicas figuran distintos colores políticos.
Lo dicho, un auténtico galimatías de difícil comprensión que ya deja frío a más de uno antes incluso de que llegue el duro invierno.