La Opinión de Zamora

La Opinión de Zamora

Sí, soy el hijo de Miguel, “el del Numancia”

Todos nos han dicho que estemos orgullosos de toda la gente que te quería; a mí no me hacía falta vivir ese momento, ya lo sabía

Miguel

Para mí no eras Miguel, “el del Numancia”, solamente mi padre, sin más. Con el que discutía dos de cada tres veces de las que hablábamos, y que me decía lo que tenía que escuchar en los peores momentos, el ciento cincuenta por ciento de las veces.

El que me doblaba la edad aquel 2007 que, de tanto recordarlo, ya nos reíamos cada vez que lo repetías; el que me llevaba al cine a la sesión de las once en verano a ver Batman con la hamburguesa en la mano; el que nos despertaba de niños el Viernes Santo a las ocho de la mañana, sin haberse acostado al llegar de trabajar, para llevarnos a las Tres Cruces y comer las sopas de ajo viendo las Cinco de la Mañana; el que me regaló la caña de pescar para enseñarme a tirar a cucharilla en el embalse, o el que a los años apareció con una trompeta en su estuche por si así me venía esa inspiración musical por el instrumento, porque la música siempre estuvo presente a lo largo de tu vida.

Nunca me imaginé verte con una enfermedad en una cama, ni haciéndote mayor como los demás, porque todos sabíamos que tú no eras así y que, mientras pudieras ibas a seguir haciendo lo que te diera la gana

decoration

Siempre dijiste que, el día que no estuvieras, que hiciéramos contigo lo que nos diera la gana, que, cuando ya no estamos, ¡buena gana! Eso hemos hecho, todavía sin creerlo del todo, porque ninguno estábamos preparado para recibir esa noticia. Nunca me imaginé verte con una enfermedad en una cama, ni haciéndote mayor como los demás, porque todos sabíamos que tú no eras así y que, mientras pudieras, aunque te dolieran las piernas o estuvieras reventado, ibas a seguir haciendo lo que te diera la gana. Pero nunca pude pensar que fuera así, en este momento, ni de esta manera. Hasta el último día fue a tu manera, te faltó decirnos: “¡Ahí os quedáis!” ¡Todo, con tal de no jubilarte…!

En Zamora, todos han dicho lo bonita que fue tu despedida, que estemos orgullosos de toda la gente que te quería. A mí no me hacia falta vivir ese momento, ya lo sabía. Lo sabía desde siempre, desde cuando íbamos dando un paseo por la calle y te saludaban tres, y de tres me preguntabas por dos que quiénes eran. Porque las caras, en cuanto salían de su contexto, no era lo tuyo. ¡Pero cómo iba a ser lo tuyo, con toda la gente que se cruzó en tu vida desde los 14 años detrás de una barra!

Estuvieron la mayoría de tus amigos, que primero fueron clientes o del revés, pero al final también familia. Porque los apreciabas a cada uno de ellos como tal. Y vinieron con las motos a acompañarte y, de repente, el silencio en la calle solo se rompió por el rugir de los motores al pasar. Acabamos en el Numancia, dando la cerveza que tenías preparada para ellos ese sábado, que al final no pudo ser. Y de repente, como en los mejores homenajes, se llenó aquello de flores y, cada vez que volvíamos a pasar por la puerta, habían dejado alguna nueva en tu recuerdo, porque nos has dejado huérfanos a todos. Y todos te recordaban en la calle, en las redes, con fotos, con textos, con canciones…

Ahora, desde la distancia, no puedo dejar de pensar que, cuando llegue, no estarán las luces encendidas de los árboles, ni la luz de las antorchas; ni estarás por dentro o por fuera, haciendo cualquier cosa de las tuyas… Y ahora no sé cómo hay que seguir, ni tengo quien me diga cómo se hace.

Lo vamos a intentar, yo te lo prometo, por mí y por los que me quieren. No voy a caer en ningún agujero, como me dijiste en las últimas conversaciones, cuando pasaba un mal momento. Y, como siempre, supiste encontrar las palabras que me hacía falta escuchar.

Intentaremos juntos los tres —mamá, Pablo y yo— seguir mirando hacia delante, viendo crecer a Ángel y a Blanca, que está a punto de llegar y a la que no pudiste conocer. Intentaremos seguir hacia delante, pero ya de otra manera, porque alguien nos dijo en estos días que, cuando esto pasa, es como volver a nacer. Los que nos quedamos aquí empezamos la vida de otra manera y tendremos que aprender a hacerlo ahora así.

El tiempo, dicen, hará que aprendamos a vivir con tu ausencia, pero te aseguro que todos los días nos seguiremos acordando de ti. Unos, por el sonido de una Harley al pasar; otros, por algún tema que suene en la radio o en algún bar donde estemos tomando algo; otros, al ver los bonsáis que cada uno de nosotros hemos heredado y otros, cuando esté por Zamora y me digan, por enésima vez, si soy el hijo de Miguel “el del Numancia”, que soy igual que tú. Y eso que tanta rabia me daba de niño cada vez que lo escuchaba será lo que me haga sentir más orgullo de ti a mis treinta años.

Sí, soy el hijo de Miguel, “el del Numancia”.

(*) Rodrigo Fernández, hijo de Miguel Ángel Fernández Ares, en nombre de la familia, como agradecimiento por todas las muestras de cariño expresadas tras su fallecimiento.

Compartir el artículo

stats