La Opinión de Zamora

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Agustín Ferrero

Las incomensurables cifras del fútbol

No es extraño que empresarios y fondos de inversión se hayan posicionado para controlar gran parte de clubs

Jugadores del PSG PATRICK HERTZOG

Cuando se habla de fútbol en España la gente no suele referirse a esos miles de partidos de aficionados que se juegan todas las semanas, en los que participan más de un millón de deportistas federados, sino a los del campeonato europeo de clubs (Champions League) o como mínimo a los de la liga española, en la que juegan, más o menos, unos quinientos profesionales. Se refieren a los campeonatos que juegan el Real Madrid y el F.C.Barcelona, quienes, no por casualidad, acaparan el noventa por ciento de la información deportiva que aparece en los medios de comunicación, ya sean éstos leídos, oídos o vistos. Obviamente, ambos clubes generan, de manera apabullante, acalorados debates entre los aficionados. En gran parte, porque, de manera regular, uno de los dos es quien gana la liga española, y en muchas ocasiones también el campeonato europeo.

De las cifras antes reseñadas podría deducirse que, en el mejor de los casos, solo uno de cada 2000 practicantes de este deporte podría llegar a jugar en la primera división del fútbol español. Y digo en el mejor de los casos, porque de esos 500 jugadores de élite, más del cincuenta por ciento provienen de otros países. Quiere esto decir que solo uno de cada 4000 españoles que juega al fútbol puede aspirar a participar en la máxima categoría española.

Clubes como el Real Madrid y el F.C.Barcelona tienen, actualmente, unos presupuestos anuales próximos a los setecientos millones de euros. El “F.C. Barcelona” llegó a ingresar 1000 millones en 2019. Existen equipos que pagan a otro club más de 200 millones de euros por hacerse con los servicios de uno de sus jugadores. Hay jugadores que ingresan todos los años más de 125 millones de euros, como ha sido el caso de Messi en el F.C.Barcelona, y de Cristiano Ronaldo en el Real Madrid.

Ante cifras tan mareantes, por no decir escandalosas, no es extraño que empresarios y fondos de inversión de todas las marcas y colores se hayan posicionado para controlar gran parte de clubs de fútbol, antes de que explote la burbuja. Porque el negocio es el negocio, y el fútbol no iba a ser una excepción a la regla.

Hace no muchos años, cada club de fútbol representaba a su ciudad, porque en su equipo jugaban varios jugadores autóctonos, y los propietarios del club eran los socios. Hoy día, apenas hay algún aborigen entre los más poderosos. Mismamente, en el Real Madrid, resulta casi imposible encontrar algún madrileño, e incluso algún español, en su alineación titular. De hecho, existen clubs en otros países que alinean más jugadores españoles que los equipos de aquí.

Siempre he pensado que, si en un partido cualquiera, a los dos equipos les intercambiaran las camisetas durante el descanso, para los aficionados, los jugadores que antes eran unos impresentables marrulleros, que inmerecidamente iban ganando, después, en el segundo tiempo, pasarían a ser los primorosos héroes que luchaban a brazo partido por dejar en buen lugar el pabellón de su amado club. Luego esto del fútbol no es cosa de jugadores, ni de esquemas de juego, ni de quien sea el dueño del club, sino de camisetas, algo difícil de entender para quien no sea aficionado a este deporte.

Al olor del negocio ha surgido otra clase de depredador en forma de intermediario, que se hace llamar representante, que se dedica a mover jugadores de un club a otro. Es ésta, una especie que llega a gozar de un poder omnímodo

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Al olor del negocio ha surgido otra clase de depredador en forma de intermediario, que se hace llamar representante, que se dedica a mover jugadores de un club a otro. Es ésta, una especie que llega a gozar de un poder omnímodo, que cambia a los jugadores de club (aunque no haga falta) al objeto de alcanzar unos ingresos incluso superiores a los de los jugadores. De hecho, puede darse el caso que estén ingresando comisiones del jugador, del club vendedor y del club comprador.

Lo que no llega a entenderse muy bien, es cómo los periodistas deportivos, y de manera especial los becarios, a la hora de informar, en lugar de criticar los pornográficos salarios de determinados futbolistas, no se recatan en decir, sin ningún empacho, que ellos pagarían 50 o 100 millones de euros por los servicios de fulanito de tal para que pudiera jugar en el Real Madrid o en el F.C.Barcelona, por poner por caso, cuando, en realidad, deberían estar escandalizados de ser testigos de algo que raya en la desvergüenza. De hecho, el susodicho jugador, susceptible de ingresar ese pastón, ganaría, en un solo año, más que la redacción de su medio informativo durante toda la vida.

Pero claro, es que el periodismo de investigación parece haberse extinguido, y los medios prefieren que sus informadores se pongan la camiseta de determinado club, y sobreactúen poniéndose al nivel de los seguidores más acérrimos. Así lo tienen más fácil, ya que no tienen más que ensalzar a ese club, haga lo que haga o deje de hacer, incluidas sus acciones menos ejemplares. Pero como a los aficionados al fútbol parece que no nos molesta demasiado, pues así va la cosa. Nos conformamos con escuchar, ver o leer, a aquellos que más se identifican con el club de nuestros amores. Y aquí paz y después gloria.

Claro que no es que sea algo muy diferente a lo que ocurre con el resto de las informaciones, en especial de las que afectan al mundo de la política, ya que, en ambos casos, se utilizan iguales o parecidas estrategias. Pero eso ya sería otra historia.

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