La Opinión de Zamora

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Pablo Novo

Zamora variopinta: De contrastes y contradicciones

Lo que para unos está sucio, para otros es orden, belleza y trabajo

Operarios de limpieza

Tras los tórridos días que han dejado las distintas olas de calor sobre la geografía nacional y continental, el verano al fin nos ha dado un respiro. Es la tarde del jueves 18 de agosto y el frescor de la temperatura invita a echarse a las calles de la ciudad. Dejando atrás el tupido verde de Valorio, el área de autocaravanas ubicada en el parque de la Avenida de la Frontera se antoja simbólica de lo que uno puede encontrarse en estos días avanzando hacia el casco antiguo: decenas de familias se agolpan en sus casas con ruedas abarrotando el espacio para ellos destinado, un entorno muy positivamente valorado por los cada vez más usuarios de esta modalidad de vehículos que se dejan ver a lo largo de todo el año, convirtiéndose en una estampa cambiante pero fija.

Avanzando por Trascastillo hacia las Aceñas, el goteo constante de visitantes pone de manifiesto la fidedigna estadística de las cifras registradas por las trabajadoras de la Oficina Municipal de Turismo: Estamos regresando a las muy positivas cifras prepandemia. Cualquiera que se aproxime a los ingenios hidráulicos del Duero podrá comprobar la paciente y responsable espera de las personas que aguardan su turno para poder contemplar “la bien cercada” navegando en las nuevas barcas de Olivares, o para cruzar en la “barcaza” hasta Los Pelambres con el fin de disfrutar de un refrescante trago o chapuzón en la otra margen del río.

Resulta interesante pasear por las calles de nuestra ciudad con la óptica del que nos visita: Su percepción es muy positiva, se encuentran con una ciudad limpia, dinámica y culturalmente atractiva

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Subiendo la Cuesta del Obispo el panorama ofrece la misma imagen: Centenares de personas admiran el estilo bizantino-leonés del cimborrio de la Catedral, se montan, sin que quede un espacio libre, a lomos del tren turístico que recorre nuestros espacios más emblemáticos, pasean y observan la obra de Lobo expuesta junto al frescor que aportan los árboles del ajardinado Castillo o se fotografían por decenas -en un lapso de tiempo de pocos minutos- junto al innovador mural ubicado en la calle Postigo: Y es que Zamora -allá en tierra leonesa- es otra historia.

Resulta interesante pasear por las calles de nuestra ciudad con la óptica del que nos visita: Su percepción es muy positiva, se encuentran con una ciudad limpia, dinámica y culturalmente atractiva, donde se entremezclan dialécticamente lo antiguo y lo moderno no dejando a nadie indiferente.

Y es que Zamora, a pesar de lo que puedan afirmar otras corrientes que difieren notablemente de mi opinión y de lo manifestado por los turistas, es una ciudad limpia y bien cuidada. Somos afortunados de poseer un turismo responsable, familiar y constante, que va en incremento gracias a una serie de políticas sumamente acertadas en materia de promoción y de difusión de contenidos culturales que, desde que gobierna Izquierda Unida, no han tenido parangón en nuestra historia reciente: Recreaciones históricas, exposiciones museísticas al nivel de capitales europeas, festivales, congresos, conciertos que alternan estilos de lo más variado, un plan de muralismo referente que aborda las tradiciones populares de Zamora desde distintas perspectivas de actuación…

Sin embargo, algunos mantienen la idea de que vivimos en una ciudad sucia y descuidada. Pienso que esta percepción parte de la ausencia de comparativas, tanto con otras ciudades de tamaño similar a la nuestra como con grandes capitales ajadas por un turismo descontrolado y destructivo, así como de la falta de observación de la labor llevada a cabo por los cientos de trabajadores que diariamente se encargan de cuidar el espacio público.

Y es que los valores cívicos de respeto a “el común” se están perdiendo a pasos agigantados, fruto de una ansiosa instantaneidad egocéntrica procedente de una sociedad articulada en base a una economía neoliberal que pone en la cúspide de su altar el consumo identitario cuyo referente es el individuo hipersensibilizado, alejado completamente de valores colectivos que antepongan lo público a lo privado.

Zamora no es una ciudad sucia. La suciedad está en la mentalidad de quien piensa que puede hacer lo que le de la real gana en el espacio compartido. Y es que uno se cansa de leer o escuchar comentarios de este tipo, mientras ve la enorme labor diaria de los trabajadores que se esfuerzan por hacer que tengamos una ciudad en las mejores condiciones, al mismo tiempo que observo cómo, a pesar de estar prácticamente renovados todos los contenedores y parte de la maquinaria, lo que no cambian son los hábitos incívicos de algunos. Junto a los ríos de visitantes encantados por el estado y actividad de nuestra ciudad, el paseante se puede topar con cajas apiladas junto a contenedores soterrados, colchones tirados de cualquier manera, muebles y electrodomésticos dificultando el correcto tránsito por la vía pública, manchas de grasa vertidas en las aceras debido a un incorrecto depósito de las bolsas de basura… Todo esto sumado al individualismo depredador de aquellos que piensan que cualquier lugar, tanto público como privado, es bueno para dejar su sello mediante un rotulador o un bote de pintura, ignorando el tiempo y el dinero público empleado para mantener el ornato y las infraestructuras con una estética adecuada, que no de sensación de abandono.

Tras estos cuatro años de mandato, los principales contratos del municipio quedarán renovados. Los cambios ya se están dejando notar, para quien desde una perspectiva analítica los quiera apreciar, aunque no haya mayor ciego que el que no quiera ver. Pero de nada servirá si no tratamos el espacio en común como tratamos nuestros propios hogares.

(*) Concejal de Participación, Barrios y Patrimonio

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