La Opinión de Zamora

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José Manuel del Barrio

Siete días y un deseo

José Manuel del Barrio

Descanso

Es un derecho conquistado que merecemos disfrutar

Una mujer, en la siesta Marina Valero

El descanso es un bien fundamental. No es que lo diga yo, que soy un mindundi, sino que lo certifican expertos e instituciones especializadas en salud mental y en el análisis de las relaciones laborales en empresas, entidades y organizaciones sociales. Se sabe que descansar no solo es bueno a nivel personal, es decir, para usted y para cualquier hijo de vecino, sino que incluso es un recurso beneficioso e imprescindible para la economía de un país y, en definitiva, el bienestar colectivo, es decir, para todo quisqui. Algunas personas, sin embargo, conciben el descanso como un tiempo muerto y tirado a la basura, que solo sirve para fomentar la holgazanería y, en definitiva, la pereza, la desidia, la dejadez y otras maldades parecidas propias de quienes tienen poca disposición para hacer algo que requiere esfuerzo o constituye una obligación, especialmente trabajar. Estas visiones pertenecen a la vieja escuela, al tiempo de nuestros ancestros. Mi abuelo materno era un buen ejemplo de lo que escribo. Y como él, una legión.

El descanso es uno de esos derechos que hemos conquistado y que, por consiguiente, merecemos disfrutar todas y todos

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Pero el descanso no solo lo merecemos en esta época del año, cuando un altísimo porcentaje de personas disfrutan de las merecidas vacaciones de verano y andan luciendo por ahí el último modelo de bikini o bañador o simplemente haciendo lo que les apetece. El descanso, ojo, lo merecemos en cualquier momento y circunstancia. Incluso, como me recuerda un viejo amigo en un wasap, se ha convertido en un derecho universal, aunque casi nadie lo sepa. Y para demostrarlo, ahí tenemos el artículo 24 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que dice: “Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas”. ¿Ven como lo que reivindico no es ninguna patochada? Sin embargo, como el resto de los derechos enumerados en el preámbulo y los 30 artículos de la citada Declaración Universal, en muchos lugares del mundo su materialización brilla por su ausencia. Y lo curioso es que hay una relación directa entre descanso y desarrollo.

¿A qué me refiero? A que son sobre todo los países más desarrollados y tienen un Estado de Bienestar más avanzado donde el descanso figura como un derecho, del que pueden disfrutar los trabajadores y cualquier hijo de vecino. ¿Y cómo se ha conseguido que así sea? Pues muy sencillo: con reivindicaciones, manifestaciones, luchas, revueltas, peleas, etcétera. Es decir, del mismo modo que se han conseguido el resto de los derechos humanos: con sangre, sudor y lágrimas. ¿O es que todavía queda algún ingenuo que piensa que lo que tenemos (derechos políticos, civiles, sociales, etc.) nos los han regalado o que, como pensaba una señora de mi pueblo, eran una gracia divina? Pues no, son el resultado de haber dado la matraca, durante mucho tiempo y por parte de muchísimas personas. Porque los derechos nadie los regala, se conquistan. Y el descanso es uno de esos derechos que hemos conquistado y que, por consiguiente, merecemos disfrutar todas y todos. Incluso aquellas personas que no creen o no están de acuerdo con estas cosas.

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