La Opinión de Zamora

La Opinión de Zamora

Toño García

La importancia de la tierra y la familia en la economía

El tiempo es un recurso humano y universal donde todos disponemos del mismo y es una de las pocas cosas que no se puede “comprar”

Imagen del planeta

La primera impresión que se ha tenido siempre del planeta Tierra es que sus recursos son inagotables, pudiendo disponer de ellos a nuestro antojo. Los economistas del pasado mantenían la teoría de que, si un recurso comenzaba a escasear, subiría el precio, incentivando así a los consumidores a utilizarlo con más moderación, lo que obligaría a buscar otros recursos que suplieran su escasez. Por ejemplo, el oro y los diamantes son dos bienes escasos y de alto precio, los suplimos con otra cosa que esté a nuestro alcance y más barata: la bisutería.

A la familia se la consideraba únicamente en el ámbito doméstico, proporcionando trabajo y capital al mundo, pero sin entrar al detalle de quién se encargaba de, por ejemplo, realizar las tareas domésticas que se asumía estaban encomendadas al sexo femenino.

La mayoría de las veces, los pensamientos se van adaptando a la época en que toca vivir y a las nuevas necesidades que van surgiendo. Los recientes trabajos de investigación económica ponen en el punto de mira a la Tierra como medio natural, recibiendo energía a través del Sol y disipando el calor producido en la incesante actividad que generamos en la superficie. La sociedad humana es la causante de toda la actividad económica donde el funcionamiento de la familia, entre otros, se ve realizado gracias al flujo financiero.

De forma esquemática, por tanto, la Tierra sería un todo. Dentro de ella, estaría la sociedad. Dentro de esta, la economía que estaría formada por las familias, el mercado, el Estado y los comunes, unidos entre sí por los flujos financieros.

La economía se desarrolla en la Biosfera (capa de la tierra donde habitan los seres vivos). De ella se extrae parte de la energía (que ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma), los materiales y los seres vivos

decoration

La economía se desarrolla en la Biosfera (capa de la tierra donde habitan los seres vivos). De ella se extrae parte de la energía (que ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma), los materiales y los seres vivos. Pero en ella también depositamos los desechos de nuestra prosperidad. Esto no es un pensamiento nuevo, allá por el siglo XVIII ya los fisiócratas tenían claro que las tierras eran la clave para entender el valor económico.

A partir de ese pensamiento económico, la cosa tomó otro rumbo porque los radicales pensaron que la tierra ganaba valor para los propietarios, aunque no se hiciese nada por mejorarla. De ahí surgió el impuesto sobre el valor del suelo, lo que minimizó su valor en la teoría económica, dando valor al trabajo y al capital, obviando a la tierra, aunque, en el fondo, formaba parte del capital.

La economía está inmersa en un constante flujo que depende de la Tierra como fuente de extracción de recursos finitos (como el petróleo) y otros renovables (como los cultivos). A su vez, la economía también depende de la Tierra como sumidero para arrojar los desechos. El aumento desmesurado de la población desde que se postularon esas teorías básicas de la economía ha cambiado la forma de ver las cosas y ahora estamos en el axioma de la “economía ecológica”.

El siglo XXI ha dejado atrás aquel modelo donde al consumo se le consideraba finito en comparación con la capacidad de las fuentes y los sumideros de la naturaleza. Hoy la economía está al límite de la capacidad de regeneración y de absorción de la Tierra, sobreexplotando ambos recursos: extracción y desecho. El flujo financiero depende de la energía, hasta tal punto que siempre es necesario activar un interruptor para que se active una bomba eléctrica que sea capaz de mover todo el entramado, de la misma forma que un motor de explosión necesita electricidad para su funcionamiento.

Actualmente, mucha de la energía que alimenta la economía nos llega en tiempo real a través del sol y el viento. Otra parte, se almacenó en una época reciente, como es el caso de los cultivos. Y otra, se almacenó hace mucho tiempo, como es el caso de los combustibles fósiles.

La evolución natural está dejando atrás el flujo circular que asumía que las personas eran los trabajadores, los consumidores y los propietarios del capital. Las nuevas ideas pasan por hacer un diagrama que, como decía, está compuesto por la familia (cuidadores y vecinos), el Estado (los ciudadanos usamos servicios públicos y pagamos impuestos), los comunes (colaboración y administración de la riqueza compartida) y el mercado (donde se intercambian los bienes y servicios).

El diagrama del flujo circular descrito establece que la mano de obra aparece de la nada, estando siempre lista con el comienzo de la jornada laboral. La economía ortodoxa siempre tiene sobre el horizonte la productividad del trabajo asalariado, ignorando por completo el trabajo no remunerado. Este trabajo no remunerado ocupa el primer lugar en la “economía básica” al formar parte de la vida cotidiana de hoy y de siempre, sustentando elementos esenciales en la vida familiar y social.

¿Te has dado cuenta de que todos llevamos una ama de casa en nuestro interior? Las transacciones cotidianas que todos los días realizamos antes de ir a trabajar y al regreso sustentan el bienestar personal y familiar. Todos, unos más que otros, formamos parte de esa “economía básica” y le dedicamos parte de nuestro tiempo.

El tiempo es un recurso humano y universal donde todos disponemos del mismo y es una de las pocas cosas que no se puede “comprar”. Cada uno lo usamos de una forma diferente, en la medida en que lo controlamos y le damos un valor diferente.

Como el trabajo de la “economía básica” no está remunerado, está infravalorado llegando a ser objeto de explotación, generando desigualdades palpables en cualquier ámbito. La “economía remunerada” depende en gran medid de la “economía básica”.

Recientemente, aunque antiguos, han llegado a mis manos dos estudios muy interesantes sobre la “economía básica”. El primero es uno que se realizó en Basilea (Suiza) en el 2002. Estimaba que el trabajo asistencial no remunerado realizado por las familias en su seno superaba el coste total de los salarios pagados a todo el personal remunerado.

El segundo es una encuesta realizada en 2014 ente unos miles de madres en Estados Unidos. Se llegó a la conclusión de que si se pagara a las mujeres el precio estándar de una hora de trabajo por su labor dentro de la familia ganarían unos 120.000 dólares al año. Si esas madres, además, salían a trabajar fuera de su casa cada día, ganarían 70.000 dólares adicionales a su salario, si se contase todo el trabajo asistencial no remunerado.

En definitiva, incluir a la Tierra y al trabajo no remunerado en el seno de la familia es un nuevo diagrama de la macroeconomía, siendo un gran paso para reconocer la importancia de estos dos factores en nuestra vida. Es hora de dar la vuelta a este escenario, rediseñando las finanzas para que estas fluyan a favor del servicio de la economía y de la sociedad. Tal varianza pasa por cómo crear dinero no solo por parte de los mercados, sino también del Estado y los comunes.

(*) Gestor de activos financieros e inmobiliarios

Compartir el artículo

stats