La Opinión de Zamora

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Manuel Antón.

¡Ojalá!

España sigue viajando en el furgón de cola de la economía europea

Debate del proyecto de ley de Memoria Democrática FERNANDO VILLAR

Hace unas semanas, después de la euforia con que quienes gobiernan recibieron los datos de la EPA (Encuesta de Población Activa) del mes de junio, se conocieron los de julio y, al respecto, todo fueron excusas de mal perdedor…o mejor dicho, de mal gobernante, empezando por Yolanda Díaz, que tras sacar pecho al recibir los primeros, al referirse a los segundos ha sido más cauta y ha manifestado: “vienen tiempos muy duros” (lo de los parados temporales convertidos en fijos discontinuos no es más que una de las muchas cortinas de humo ideadas por su señoría para falsear una realidad que pronto le pasará factura…)

Los que saben del asunto auguran no solo un otoño “invernal”, sino también una salida del verano “por piernas” porque, según todos los indicadores económicos serios (IPC, PIB, tasa de paro, inflación, deuda pública…) a pesar del triunfalismo del señor Sánchez, España sigue viajando en el furgón de cola de la economía europea. Y quién no esté sintiendo ya las consecuencias de las políticas del “desencorbatao”, que se vaya agarrando a algo seguro porque en breve tendrá que apretarse el cinturón, como ya lo está haciendo buena parte de la ciudadanía española en edad de trabajar (cuando las rentas medias de los asalariados son menores que las de los pensionistas, que es lo que está pasando aquí, es que algo va mal).

Sánchez debería comenzar por reducir la nómina de enchufados que tiene y eliminar algunos ministerios que no sirven más que para alimentar el ego de quienes los dirigen

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En situaciones como la que vive España, el Gobierno, antes de adoptar medidas unilateralmente, como ha hecho con el decreto ley sobre «medidas de ahorro, eficiencia energética y de reducción de la dependencia energética del gas natural» debería reunirse y dialogar con todos los sectores con competencias en las materias que deba abordar y, por supuesto, debatir sobre los proyectos de ley donde debe hacerlo, o sea, en el Parlamento. El nuevo real decreto es solo uno más de los muchos que ha sacado adelante el más osado de cuantos presidentes ha habido y, como otras veces, sin más justificación que la de: hago lo que me da la gana (no sé si lo habrá dicho así, pero así lo ha hecho…)

Según los datos publicados, los gobiernos del señor Sánchez llevan aprobados 125 decretos ley desde que “el pinocho de la Moncloa” empezara a gobernar. Todo un record en el uso de una prerrogativa que, según prevé la Constitución, está reservada para casos de extraordinaria y urgente necesidad. Una indecencia en toda regla, o dicho de otro modo, una forma de gobernar que pone de manifiesto lo poco que le importan al presidente del Gobierno no solo las opiniones de los representantes legítimamente elegidos por el pueblo español, sino cómo lo está pasando éste con la inflación, tal y como está, y subiendo.

Si lo que realmente quiere don Pedro es ahorrar y dar ejemplo -“iremos a por todas”- cómo es posible que siga teniendo el Gobierno que tiene: el más caro de la democracia (22 ministerios, ni se sabe cuántos altos cargos, asesores, personal de confianza…) y funcionando como si todo le fuera ajeno.

En lugar de poner en un brete a las comunidades autónomas, para que vigilen el cumplimiento de una norma, cuanto menos improvisada, con la que, además de propiciar el que muchos españoles pasemos más calor en verano, más frio en invierno y más penurias en la oscuridad, pretende ahorrar energía (ojalá lo consiga) debería comenzar por reducir la nómina de enchufados que tiene y eliminar algunos ministerios que no sirven más que para alimentar el ego de quienes los dirigen y elevar el gasto público en artículos, digamos, no de primera necesidad.

Si fuese capaz de hacer lo primero, o sea, rebajar su corte, debería seguir por aparcar el Falcon y los Súper Pumas; suprimir todos los sobresueldos que cobran la mayor parte de los que ejercen altos cargos -sobre todo los que no están sujetos a fiscalidad alguna- y dejar paso a los expertos en economía que, seguro, algo le podrían ayudar, caso de que se deje.

Pero no, el señor Chánchez sigue a lo suyo, cual es, en primer lugar, llegar al final de la legislatura, caiga quien caiga y cueste lo que cueste, y después…..ya se verá (esperemos que para el desencorbatao no haya más futuro que el retiro).

Y si, de nuevo ojalá, la providencia llegara a visitar al presidente y le convenciera para que dimitiese, ya que ha demostrado de manera más que tozuda su incapacidad para hacer algo bueno en favor de los españoles (en los cuatro años que lleva presidiendo el Gobierno, lo único que ha hecho han sido escenas de galán de poca monta….) tendríamos que volver a creer en los milagros.

¡Ojalá!

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