La Opinión de Zamora

La Opinión de Zamora

Ángel Alonso Prieto

Grecia en el corazón

Los helenos nunca tuvieron nada fácil, empezando por la propia tierra, abrupta y con reducida extensión cultivable, lo que fue motivo para echarse pronto al mar, con la ventaja de entrenarse en multitud de islas cercanas

Mosaico dedicado a Grecia A. A.

Siempre hay un viaje que hacer, un país donde poner el pie y acaso el corazón. Acabo de estar en Grecia para devolver la visita a tanta gente de ese ámbito de la antigüedad, conocido como Hélade, que me acompañó en forma de héroes, dioses, guerreros, filósofos, artistas, etc., en las clases de bachillerato de letras, por los caminos de la lengua griega. “Es una bella aventura la de la lengua griega, cuyos escritos podemos seguir a lo largo de 3.500 años (sólo el chino es comparable) y que mediante influjo directo o indirecto, ha convertido en lenguas de cultura a todas las lenguas europeas, en realidad a todas lenguas del mundo.” ( Rodriguez Adrados). Pisar Grecia es, siguiendo al ilustre profesor citado, corresponder a los pioneros de nuestra cultura occidental que pusieron los andamios de nuestro pensamiento, las artes, el deporte, la literatura, arquitectura…. ¿queda algo por citar? Por si fuera poco esta brillante herencia del paganismo, Grecia es el país germen del incipiente cristianismo: otra de las madres culturales de occidente. Las cartas de San Pablo lo atestiguan y el griego es el idioma en el que se conservan las redacciones más antiguas del Nuevo Testamento. He de decir, como creyente, que anduve por Corinto con el mismo respeto que me acercaba al Partenón, la ruina más relevante de occidente, el esqueleto de un templo donde el arte de la piedra sobrevive a la diosa para la que fue creado. La Acrópolis fue el Everest artístico de la antigüedad, la cima donde permanece la huella de Pericles, Fidias y su equipo.

La Grecia clásica visible todo es aparentemente ruinas, un puzzle desbaratado que tu cabeza ansía recomponer por lo que sabes de su grandeza cuando estuvo entero, y la magnitud de los restos que contemplas, porque ruina fueron más de una vez, p.ej. cuando la Acrópolis fue incendiada por los persas. Es necesario viajar allí con un poco de equipaje cultural de lo mucho que los griegos en su día levantaron para admiración de propios y ajenos. Los griegos se retratan a sí mismos en sus miserias y grandezas por algo la novela nace con La Ilíada y La Odisea, y el teatro invento suyo es, casi igual que ahora lo conocemos. No digamos la filosofía y tantos mitos que han sido y son arquetipo de los nuestros.

Paseando por Atenas no hay que pasar de largo ante las pequeñas iglesias ortodoxas que en su discreta monumentalidad ofrecen un encanto especial y el perenne perfume del incienso y las velas encendidas en un ambiente de serena paz y recogimiento

decoration

Eso es Grecia, la posibilidad de viajar en el tiempo “a hombros de gigantes” como escribió Umberto Eco.

El viaje que tengo reciente es una deuda pagada en parte, una oportunidad aprovechada para releer a Homero, Safo, Tucídides, Herodoto, Esquilo etc. y situarnos en aquellos escenarios donde la humanidad puso en escena tantas cosas que ahora seguimos representando, incluida la guerra.

Los helenos nunca tuvieron nada fácil, empezando por la propia tierra, abrupta y con reducida extensión cultivable, lo que fue motivo para echarse pronto al mar, con la ventaja de entrenarse en multitud de islas cercanas y luego haciendo viajes a costas más alejadas donde comerciaban con esa cerámica decorada que hoy atesoran tantos museos. Hasta nosotros vinieron buscando plata, como antes los fenicios. La Odisea es, en mi opinión, el primer libro de familia de la historia, porque condensa todos los difíciles retornos de esa gente viajera, expedicionaria, colonizadora ( y a veces pirata) en un personaje, Ulises, que vuelve azarosamente a casa tras luchar en la guerra de Troya.

Los griegos inventaron la democracia (de todos es sabido) aunque no como nosotros ahora la entendemos, pues no hay que olvidar la enorme masa de esclavos que hicieron posible el que un número reducido de privilegiados tuviese tiempo libre para pensar y hacer arte. -De paso podemos pensar en la nuestra de occidente con enormes bolsas de pobreza y marginación-.

Grecia te habla, te tira hacia adentro. No te deja frio. Sientes que eso de la aldea global empezó hace tiempo y no te pierdes por allí si mirando hacia atrás te ves heredero y familiar de una cultura común, milagrosamente viva, aunque no lo valoren suficientemente los nuevos planes de estudios.

Grecia también son las islas hacia donde un ferry nos llevó a tres de ellas: Hidra, Poros y Egina. En Hidra nos bañamos, en Egina visitamos un templo pagano y un moderno santuario religioso ortodoxo. En una tienda de recuerdos nos dimos el regalo de apetecibles y exquisitos helados de pistacho que demandaba el asfixiante calor bajo el que solo andábamos nosotros y las cigarras. En Hidra sólo se permite circular a los vehículos de la basura; la ciudad mira al mar desde su altura privilegiada y encalada. Un atractivo indiscutible para ecológicos paseantes.

De regreso a Atenas buscábamos sombra en la cubierta del barco, tras la comida a bordo, para sestear y sentir el “dolce far niente” de los venecianos que tanto anduvieron por allí.

Tras haber ido a Micenas, Delfos y Epidauro, con su teatro espectacular por acústica y diseño, todavía nos quedaban en Atenas visitas tan interesantes como el Museo de las Cícladas o el Museo bizantino con iconos, orfebrería e imaginaria propios de la antigua historia cristiana de Grecia que mostraban la doble influencia artística oriental y occidental. Paseando por Atenas no hay que pasar de largo ante las pequeñas iglesias ortodoxas que en su discreta monumentalidad ofrecen un encanto especial y el perenne perfume del incienso y las velas encendidas en un ambiente de serena paz y recogimiento. Todas ellas mantienen una decoración de estilo antiguo con multitud de iconos de diferente tamaño entre los que destacan los dedicados al Tránsito de María, cuya representación no falta en ningún de las Iglesias visitadas.

El epílogo del viaje fue la visita al Museo Arqueológico Nacional de Atenas; y si desde la terraza del hotel donde nos alojábamos y desayunábamos teníamos una vista privilegiada de la Acrópolis, en el Museo nos dimos un auténtico banquete visual contemplando la ingente y excepcional cantidad de obras expuestas de la historia griega, con el agradable sabor de boca que pide repetir.

El retorno a casa no podía ser sino con la ayuda de los versos de Cavafis, el poeta de referencia de la nostalgia griega:

“Cuando emprendas tu viaje a Ítaca,/

pide que el camino sea largo,/

lleno de aventuras, lleno de experiencias...”.

Compartir el artículo

stats