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Relaciones humanas

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Una de las infinitas características que configuran a todo ser humano, independientemente de su comportamiento, es su dignidad de lo que se deriva el respeto que todos los demás y, por supuesto, sí mismo, se merecen.

Pero muchísimas veces cuando una de las partes de cualesquiera relaciones humanas no tiene interés en la otra, y debido, también, a la carencia de la más elemental educación y subsiguiente carencia de empatía, suele adoptar comportamientos y actitudes irreverentes, desconsideradas, de pasotismo, de desprecio, de vacile, etc., lo que pone de manifiesto la catadura de quién así se comporta y manifiesta.

Muchas veces ello es debido, asimismo, a la ignorancia de tales sujetos activos que no tienen en cuenta que ellos también serán despreciados desde el momento en que faltan a los otros y en el futuro de otras posibles relaciones, donde puedan adoptar el papel de sujetos pasivos, a ellos también les puede acaecer lo mismo. Además, hay que tener presente que “arrieros somos…”.

Y hay situaciones muy concretas en que se actúa con soberbia, con menosprecio, etc., respecto a los derechos de todo tipo que todo semejante ostenta, en principio; como a la consideración que se merecen quienes, incluso, y a veces incomprensiblemente, le tienen consideración a quiénes no les corresponden.

En el ámbito del trabajo, de las relaciones de pareja, de supuesta amistad, de la política, de la Administración Pública, del sindicalismo, etc., responsables de la dirección de la empresa, de la organización, de gestionar el talento, de compartir la vida, de ponderar a los empleados públicos por mérito y capacidad, de defender con ardor cualesquiera desconsideración de cualquier trabajador, etc., suelen hacer lo contrario, “pasar”, salvo que sean “amiguetes del alma”, cuando no, que ya es decir, hacer daño con “alevosía y premeditación”.

Y quienes sin respetar sus obligaciones y compromisos dificultan la plenitud de tareas, compromisos, potencialidades, soluciones a los problemas, etc., no se dan cuenta que las personas afectadas dejarán empresas, Administraciones Públicas, familias, amistades, etc., a la primera ocasión que se les presente; perdiendo talento, bonhomía, apoyos cuando los necesiten, afectos, etc., sin olvidar que las reacciones de los sujetos pasivos pueden ser irremediables, perjudiciales, ignotas, incontrolables.

Y es que a veces no se entiende, no se comprende, no se aprueba, etc., que las personas perjudicadas por la indiferencia sigan, erre que erre, tratando de comprender el menosprecio ajeno quizá afectadas por algo parecido al “síndrome de Estocolmo”; cuando lo que procede en estos casos es “puerta y puente de plata”, especialmente en las relaciones afectivas.

No se entiende que haya tantas “Lauras”, tan “machistas, machistas”, no correspondidas, ni apreciadas, cuando con un currículo envidiable, con encanto, con simpatía, etc., cautivarían a cualquier “Raúles” sin soportar a ningún “Víctor”… Léase la novela “Las esperanzas”, de Raquel Orejudo.

Eduviges Bragado Calleja (Pinilla de Toro)

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