La Opinión de Zamora

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JOSE ANGEL RIVERA DE LAS HERAS

José Ángel Rivera de las Heras: Agradecimiento "de vuelta"

Doy las gracias muy cordialmente a quienes durante estos años he conocido y tratado y con quienes he trabajado amistosamente en el desempeño de las tareas que se me confiaron

JORNADAS DIOCESANAS DE EDUCACION , JUAN MARIA URIARTE Y GREGORIO MARTINEZ JAVIER DE LA FUENTE

El pasado día 1, este diario publicaba una carta de agradecimiento público por mi labor como delegado diocesano de Patrimonio, firmada por un nutrido número de personas vinculadas directamente al ámbito cultural zamorano y algunas otras, en la que expresaban su respeto, admiración y cariño hacia mí. “De bien nacidos es ser agradecidos”; esta máxima empleada por ellas es la que motiva la presente carta de agradecimiento, en justa correspondencia, a los firmantes y a cuantos han contactado conmigo después de su publicación comentándome que suscribían la literalidad del texto.

Es inevitable que, tras más de un cuarto de siglo dedicado en cuerpo y alma a la gestión del patrimonio religioso y cultural en mi querida diócesis de Zamora, vuelva la mirada hacia atrás con sentimientos de estima y reconocimiento hacia las personas que han estado unidas a mi labor en este vasto campo y durante tantos años.

Atrás queda mi adolescencia y juventud, cuando María Dolores Gómez, Ramón Luelmo, Ursicina Martínez y Fernando Primo, profesores del Instituto “Claudio Moyano”, entre otros, despertaban en mí el gusto y la pasión por la historia, el arte, la música y la literatura, ramas del saber humano especialmente relacionadas con el patrimonio cultural.

Atrás, mis tiempos libres para acudir al Archivo Histórico Provincial, donde aprendí paleografía de forma autodidacta, y buceé en los documentos que me proporcionaban numerosos datos sobre la historia y el arte de las iglesias zamoranas, gracias a la profesionalidad de José Blanco, Alfonso González y María Jesús Revuelta.

Atrás, el pontificado de Eduardo Poveda y del extraordinario servicio de su fiel secretario, Ramón Fita; el obispo me invitó personalmente a servir a la Iglesia y luego me impuso las manos, confiriéndome el ministerio presbiteral; el segundo, a quien se debe la consolidación del Archivo Histórico Diocesano con la ayuda de Miguel Ángel Jaramillo y su disposición al servicio de los investigadores, fue para mí un verdadero modelo de afecto a la cultura generada por la Iglesia local durante siglos.

En este cuarto de siglo, una de las principales preocupaciones de la Delegación ha sido ofrecer el servicio de la Iglesia local a los investigadores, especialmente a través del Archivo Histórico Diocesano

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Atrás, el pontificado de Juan María Uriarte, de quien aprendí a tratar los asuntos patrimoniales con responsabilidad, objetividad y seriedad, principios alejados de la ineptitud, la arbitrariedad y la aleatoriedad. Mi querido y recordado obispo fue quien dispuso que cursara los estudios de Historia del Arte en la Universidad de Salamanca, adonde me desplacé diariamente durante cuatro años, sin abandonar la cura pastoral de la parroquia de San Frontis. Y también quien, en 1995, con tan solo un nombramiento y un despacho vacío, me pidió dedicarme a las tareas propias de una delegación de patrimonio. Un año después hube de afrontar el trago amargo del expolio de la Biblioteca Diocesana, de infausto recuerdo.

Atrás, el pontificado de Gregorio Martínez, quien, a pesar de mis resistencias iniciales, me nombró canónigo del Cabildo en 2008, con el cargo de archivero y director del Museo Catedralicio, y en 2015 deán-presidente de la institución capitular. Durante estos años, el Cabildo apoyó varias propuestas y emprendió obras de envergadura en el recinto catedralicio, como el descubrimiento y la puesta en valor de algunos tesoros medievales (lucillos sepulcrales y capilla de Santiago), renovó la iluminación de la catedral y del museo, estableció la visita nocturna a la catedral, creó un ciclo de conciertos (“Domo Musical”), y restauró destacadas obras de su patrimonio. En todo ello se contó con las inestimables orientaciones, colaboraciones y trabajos del arquitecto Claudio Ignacio Pedrero, el iluminador José Martínez, el arqueólogo Miguel Ángel Martín, el historiador Florián Ferrero, el musicólogo Alberto Martín y diversos restauradores, particularmente Bernardo Medina, Director del Estudio-Taller Diocesano de Conservación y Restauración, y Patricia Ganado, que también han intervenido numerosas obras diocesanas.

En este cuarto de siglo, una de las principales preocupaciones de la Delegación ha sido ofrecer el servicio de la Iglesia local a los investigadores, especialmente a través del Archivo Histórico Diocesano, lo que constituye una expresión privilegiada del diálogo fecundo entre la Iglesia y la Cultura. En él hemos contado con la profesionalidad de su técnico, José Carlos de Lera.

Otra, la de conocer el patrimonio diocesano. Para ello se ha realizado, aunque no ha finalizado, el inventario de bienes muebles de iglesias, ermitas, conventos y monasterios de la diócesis, un instrumento de suma importancia en este momento histórico marcado por el interrogante que genera la acelerada despoblación en que nos vemos inmersos. Bajo los auspicios de la Dirección General de Patrimonio de la Junta de Castilla y León, entre 1995 y 2015 se redactaron e informatizaron 22.000 fichas, con los datos recopilados durante el trabajo de campo, la consulta de los archivos y la labor de gabinete. En su redacción participaron también Francisco Javier García-Bueso, Luis Vasallo y Sergio Pérez.

Y otra más, su difusión a través de programas de tv (como la serie “Piedra sobre piedra”, elaborada por Tele Zamora y emitida en el magazine de Alejandro Lobo), conferencias, publicaciones y exposiciones temporales. Entre las muestras locales destacan particularmente las realizadas en la iglesia de la Encarnación y en la sala de exposiciones de Caja España, ambas en la capital, y que fueron decididamente apoyadas por la Diputación Provincial y la Obra Social de la antigua entidad bancaria, con la inestimable colaboración de Ángel Luis Esteban, María Jesús Hernández y Carlos Andrés Fernández. Asimismo, las celebradas en el Museo Diocesano de Zamora desde su creación en 2012, a través de las cuales no solo se han dado a conocer monográficamente obras del patrimonio cultural diocesano, sino también la obra religiosa de prestigiosos artistas locales (Alfonso Bartolomé, Antonio Pedrero, José Luis A. Coomonte, Tomás Crespo Rivera, Ricardo Flecha e Hipólito Pérez Calvo); en su desarrollo se ha contado con la servicial colaboración de Manuel Benito, técnico del museo. La de “Salus. La Iglesia en Aliste y Alba”, que ha supuesto un auténtico hito, y que puede abrir una senda por la que caminar en el futuro. Y finalmente, las ediciones de Remembranza y Aqva, celebradas en Zamora y Toro, respectivamente, por iniciativa de la Fundación Las Edades del Hombre.

No puedo obviar la satisfacción personal que me produjeron las recuperaciones de obras sustraídas, generalmente debidas a la diligencia y la profesionalidad de la Guardia Civil. Entre ellas destaca la de la custodia del Corpus de la colegiata toresana, que se hallaba en el Museo Victoria y Alberto de Londres, gracias a la identificación realizada por el profesor José Navarro Talegón. Tampoco la inmensa tristeza que me producían los robos que hemos padecido de modo ocasional, muy especialmente el de varias tablas de Arcenillas.

Y ahora, ¿qué? Las circunstancias actuales han variado sensiblemente, y por propia iniciativa presenté mi renuncia al cargo de Delegado Episcopal de Patrimonio, petición que fue aceptada. Pero mi cese voluntario en la gestión directa del patrimonio diocesano no implica mi total desentendimiento de él. La diócesis contará con mi leal colaboración si la estima necesaria. Personalmente seguiré trabajando en la difusión de nuestro patrimonio por los medios ordinarios, como las conferencias y las publicaciones, ya sean científicas y divulgativas. Por otra parte, aún quedan pendientes de ejecución dos proyectos ambiciosos e ilusionantes, reclamados por los zamoranos, en los que podré participar activamente como canónigo encargado del patrimonio catedralicio: las visita a las cubiertas de la catedral y la instalación de la magnífica colección de telas en la Sección de Tapices del Museo Catedralicio, que se ubicará en el antiguo palacio episcopal, y para los cuales las administraciones públicas han comprometido de palabra sus aportaciones económicas.

Finalmente, aprovecho esta ocasión para dar gracias a Dios, que me ha dado la oportunidad de dedicar parte de mi ministerio presbiteral a la parcela del patrimonio cultural de la Iglesia, y me ha hecho sentir la coincidencia del gusto personal con la citada tarea pastoral, lo cual es un verdadero privilegio que no todos obtienen y disfrutan.

También para dar las gracias a cuantas administraciones, instituciones, organismos y entidades han colaborado con la Delegación Diocesana de Patrimonio en la consecución de sus fines, para bien de la Iglesia y de la sociedad.

En esta carta queda claro que los eventuales éxitos de la delegación no se deben exclusivamente a mi persona; como dice el Evangelio, yo solo hice lo que tenía que hacer. El mérito corresponde a todos aquellos que han colaborado con su saber, su disponibilidad y su trabajo, ya fuese diario u ocasional. Por eso, doy las gracias muy cordialmente a quienes durante estos años he conocido y tratado y con quienes he trabajado amistosamente en el desempeño de las tareas que se me confiaron. A ellos, a los firmantes de la carta y a otros particulares, todo mi reconocimiento, respeto y cariño.

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