La Opinión de Zamora

La Opinión de Zamora

José Manuel del Barrio

Siete días y un deseo

José Manuel del Barrio

Desde la distancia

Una catástrofe ha llamado a nuestra puerta y ya nos ubican en el mapa

INCENDIO SIERRA DE LA CULEBRA. CALZADA DE TERA Emilio Fraile

Escribo a cientos de kilómetros de Zamora. La experiencia no es nueva, ya que casi todos los veranos suelo compartir en esta columna lo que veo y, sobre todo, lo que escucho sobre el oeste peninsular, es decir, sobre Zamora y sus gentes cuando ando por esos mundos de dios. Como pueden imaginar, en esta ocasión es muy difícil que alguien, al oír que eres de estas tierras, no te pregunte por los incendios forestales que han arrasado más de 60.000 hectáreas hasta la fecha. Les cuento lo que ya he escrito aquí en las columnas anteriores y aprovecho para entablar una breve conversación sobre lo que conocen y desconoces de esta provincia, que tristemente ha saltado a la palestra por los malditos fuegos. ¡Qué cosas tiene la vida! Por donde ando en estos momentos, pocas personas habían escuchado antes el nombre de Zamora. Les sonaba de pasada. Éramos unos seres prácticamente desconocidos. Hasta que una catástrofe, como la de ahora, ha llamado a nuestra puerta y la gente nos ha ubicado en el mapa. ¡Caray, no me lo puedo creer!

Por donde ando en estos momentos, pocas personas habían escuchado antes el nombre de Zamora. Les sonaba de pasada. Éramos unos seres prácticamente desconocidos

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El caso es que algunas personas se interesan algo más por quiénes somos, qué hacemos, a qué nos dedicamos, cómo nos divertimos, etc. Ya ven, una cascada de curiosidades que, por un lado, demuestran cierto interés y, por otro, me ponen en un brete, porque trato de ser amable y no quedar ninguna duda sin resolver. No obstante, reconozco que, para salir del paso, en muchas ocasiones echo mano del manual básico de instrucciones, es decir, de lo habitual, de lo que presumimos en estas tierras y aparece en cualquier campaña publicitaria, como las que, sin ir más lejos, han lanzado recientemente la Diputación de Zamora y Caja Rural. Por tanto, suelo hablar del Lago de Sanabria, de los Arribes del Duero, de las Lagunas de Villafáfila, de la gastronomía (queso, vino, etc.), de las tradiciones (Semana Santa, mascaradas, etc.), del patrimonio cultural y de otro montón de cosas que suelto como si fuera una metralleta parlanchina. Y claro, en ese recorrido, aparece de nuevo la malograda Sierra de la Culebra. ¡Pufff, qué desastre!

Cuando intuyo que las conversaciones van llegando a su fin, siempre hago lo mismo: animar a la gente a que nos visite en alguna ocasión. Les digo que cualquier época es buena, aunque en el fondo de mi corazón tengo que reconocer que, si yo tuviera que acercarme a Zamora, elegiría sobre todo dos momentos muy especiales en el calendario: la primavera y el otoño. O, si lo prefieren, los meses de abril y mayo y de octubre y noviembre. En estas épocas es cuando realmente saboreo la provincia al máximo y le saco todo el jugo. Ojo, que no significa que el resto del año no me suceda algo similar, pero, si tengo que elegir, lo dicho va a misa. Estas confesiones también las comparto con quienes converso, a cientos de kilómetros de distancia del terruño. Y lo hago porque, a lo largo de los años, he comprobado que lo mejor es hablar siempre con el corazón. Aquí, donde me encuentro en estos momentos, y ahí, en Zamora. Bueno, el caso es que no sé si soy un buen embajador de nuestra tierra. Pero al menos lo intento, que no es poco.

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