La Opinión de Zamora

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Carmen Ferreras

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Ayuso apaleada

La Diada LGTBI de Ripollet acabó en un delito de odio

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Eduardo Parra - Europa Press

En los actos de la Diada LGTBI 2022 celebrada en el municipio barcelonés de Ripollet, la imagen de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, fue maltratada, vejada, golpeada con un bate de béisbol hasta derribar la imagen en medio del regocijo de las asistentas. Este colectivo haciendo amigos. Este colectivo al que tantas veces ha apoyado la presidenta Ayuso, ha cometido un delito de odio. Si esto mismo se le ocurre hacerlo a un dirigente popular con una drag queen como la que golpeó a la presidenta madrileña, se monta la de San Quintín. Hubiéramos tenido noticia para lo que queda de año. Solo se han atrevido con la imagen de cartón.

Siendo grave el asunto de la infumable performance, lo peor, lo imperdonable, lo que debe hacernos reflexionar a todos los españoles y tomar de una puñetera vez posiciones, es que en el marco del apaleamiento participaron varias administraciones públicas, las grandes consentidoras. Es decir, el acto estuvo apoyado e impulsado por la Generalitat de Cataluña, la Diputación de Barcelona, el Ayuntamiento de Ripollet y lo peor, por el Ministerio de supuesta Igualdad, liderado por Irene Montero. El susodicho e inútil ministerio así lo ha reconocido.

Sus logos han quedado manchados y su dinero se ha vuelto sucio, al apoyar el ‘linchamiento’ de Díaz Ayuso a la que acompañaba en el aquelarre LGTBI, Santiago Abascal, presidente de Vox. Actuaciones semejantes no hacen otra cosa que aupar a la presidenta y dar alas a Santiago Abascal. Los madrileños quieren a su presidenta y media España sueña con una lideresa como ella, hasta el punto de que si pudieran la clonaban. Cuantos más actos de ese jaez, más votos para Isabel y más antipatías para un colectivo que no debe seguir perdiendo los papeles de la forma torticera que lo viene haciendo. Por su bien. Que nadie lo interprete como una amenaza. Si acaso una reflexión. No les vendría del todo mal reflexionar sobre su papel en la sociedad y con cuanta facilidad se convierten en marionetas del poder en general y de la extrema izquierda en particular. Se les llena la boca del odio de los demás, que es muy inferior al repugnante y vomitivo odio que trasminan ellos, los LGTBI.

Para más desgracia, su odio lo pagamos todos con el dinero público que les regala la ministra podemita, Irene Montero, cuyo ministerio, por lo menos, ha tenido la gallardía de reconocerlo. Ya digo, si esto sucede a la inversa, la que se hubiera montado, con toma de calles y todo lo demás, hubiera dejado la batalla de Waterloo o el desembarco de Normandía en un chiste

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