La Opinión de Zamora

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José Manuel del Barrio

Siete días y un deseo

José Manuel del Barrio

Incendios: ¿aprenderemos?

Una escuela de aprendizaje sobre el fuego y sus consecuencias

Santiago León junto a su hijo, los únicos ganaderos de caprino en la comarca de Tábara. CHANY SEBASTIAN

El nuevo incendio forestal que se originó en Losacio me ha dejado roto el corazón. Ya me había sucedido cuando ardieron las 30.000 hectáreas en la Sierra de la Culebra, hace poco más de un mes. Entonces, visité la zona tras la catástrofe y solo vi desolación en los paisajes y, sobre todo, en las caras de las personas con quienes tuve la fortuna de intercambiar algunas impresiones.

Aunque yo no viva ahí, la zona forma parte de mi biografía. Por ella he paseado con calma y tranquilidad, respirando el aire puro que solo se encuentra en parajes similares. Incluso la he visitado decenas de veces con mis estudiantes de la Universidad de Salamanca en las numerosas salidas de campo que hemos realizado, especialmente en los años noventa del siglo pasado y los primeros años de este siglo. En ella hemos conocido iniciativas de desarrollo y, sobre todo, hemos conversado con la gente, que de eso se trataba. Por eso, y por muchas razones más que no vienen al caso, lo que sucede en la Sierra de la Culebra es como si me sucediera a mí.

Observé cómo los forestales se desprendían de la ropa, cómo estaban sus rostros, cómo jadeaban y cómo pedían agua para refrescarse y fruta para coger fuerzas. Y pensé: “Ostras, esta escena debería conocerla todo el mundo”

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Y por ese motivo el lunes cogí de nuevo el coche y me acerqué hasta algunos de los pueblos que estaban sufriendo las consecuencias del fuego. El recorrido se inició en Perilla de Castro y Navianos de Alba, donde me paré a contemplar los focos de humo que se veían a cierta distancia. También conversé con una pareja, interesándome por si estaban preocupados por si el fuego pudiera llegar hasta el pueblo. Ese día y a esas horas no sospechaban que también Navianos fuera a sufrir las consecuencias de las llamas. Un poco más adelante, de camino hacia Olmillos de Castro y San Martín de Tábara, me encontré con unos brigadistas, que luchaban contra los coletazos del fuego en una zona que había sido ya arrasada. El grupo estaba compuesto por siete personas, seis hombres y una mujer. Intercambié algunas palabras con ellos y observé cómo se desprendían de la ropa, cómo estaban sus rostros, cómo jadeaban y cómo pedían agua para refrescarse y fruta para coger fuerzas. Y pensé: “Ostras, esta escena debería conocerla todo el mundo”.

Al cruzar por San Martín de Tábara me acordé de Santiago León y de sus cabras. Y pensé: “¿En dónde y cómo pastarán a partir de ahora? ¿Qué será del negocio familiar? ¿Cómo harán para seguir adelante?”

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Al cruzar por San Martín de Tábara me acordé de Santiago León y de sus cabras. Y pensé: “¿En dónde y cómo pastarán a partir de ahora? ¿Qué será del negocio familiar? ¿Cómo harán para seguir adelante?”. Entonces no imaginaba que la voz de Santiago y, sobre todo, sus acertadas reflexiones iban a conocerse en muchos rincones de España gracias a las entrevistas radiofónicas que protagonizó en los siguientes días.

Mi viaje siguió por Escober, donde observé la energía de los vecinos, concentrados en una zona del pueblo y esperando la evolución de las llamas, que seguían muy cerca del casco urbano. Mientras me dirigía a Tábara, el paisaje era apocalíptico.

Nunca había presenciado algo similar. Y pensé: “Por aquí deberían caminar todas las personas. Esto es una escuela de aprendizaje sobre el fuego y sus consecuencias”. A las afueras de Tábara me topé con el puesto de mando de la Junta de Castilla y León y, a lo lejos, con las numerosas columnas de humo, que anticipaban lo que estaba por llegar. Y pensé: “¿Aprenderemos algo?”.

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