La Opinión de Zamora

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David Gago

Cenizas, rescoldos y una humareda de indignación

Es necesario aparcar las buenas palabras y, de una vez, tomar medidas reales que pongan fin al despropósito que asola nuestra tierra

MANIFESTACION TRAS EL INCENDIO DE LA SIERRA DE LA CULEBRA EMILIO FRAILE

Después de pasar la noche del pasado lunes en vela acompañando a vecinos desplazados en el recinto ferial de IFEZA, por la mañana tuve un turbulento sueño en el que las llamas me rodeaban, las piernas entumecidas se me paralizaban y mis ojos no encontraban escapatoria posible a mi alrededor. Me desperté sobresaltado y sudoroso, me levanté agotado y apesadumbrado pensando que aquel mal sueño era la devastadora realidad a la que se enfrentaron aquellas personas con las que estuve hablando unas horas atrás.

Mientras me retiraba las gotas de sudor y me reponía de esas turbias ensoñaciones, recordé aquella frase que decía Camilo José Cela en “San Camilo 1936”: éste es un país que se mueve a gritos y al compás de las llamas de las hogueras… En aquellas vísperas, festividad y octava de San Camilo, se narran las idas y venidas de innumerables personajes por las calles madrileñas en los primeros compases de nuestra Guerra Civil. Esa propiedad taumatúrgica del fuego que atiza los conflictos fratricidas sirvió también para congregarnos a millares de personas de toda la provincia en la plaza de La Marina hace apenas un mes. Después del incendio de la Sierra de la Culebra, una ola de indignación desbordó las redes sociales y se manifestó con fuerza en las calles, como hacía mucho tiempo que no se veía en nuestra ciudad. Prendió la mecha de la impotencia y el grito agónico de una tierra que nos duele, una tierra que sangra por las heridas de la despoblación y que supura por las quemaduras del abandono a su suerte.

Cuando apenas nos recuperábamos de la estupefacción de las treinta mil hectáreas calcinadas, el fuego ha vuelto a hacer acto de presencia, convirtiendo nuestra provincia en una tea ardiendo por sus cuatro costados. El pasado lunes se podía vislumbrar desde Zamora los estragos del fuego y se veía venir a los vecinos desalojados de sus casas y de sus pueblos, zamoranos en busca de refugio llegaban para ser acogidos en su capital. La respuesta solidaria de los vecinos de la ciudad ha estado a la altura que no han sabido estar sus representantes públicos. He podido asistir en primera línea a las labores de apoyo y asistencia como voluntario de Cruz Roja y he comprobado el ingente trabajo de voluntarios, brigadistas, bomberos y paisanos, dispuestos a poner coto al fuego y a prestar su ayuda a todo aquel que la pudiese necesitar. Es un orgullo participar del esfuerzo solidario y desinteresado de tantos zamoranos y zamoranas, y es aun si cabe más doloroso comprobar la devastación y las pérdidas irreparables que el fuego ha cosechado a su paso.

Ya es tarde para lamentarse, pero es de justicia y de sentido común señalar las causas del desastre para tomar las medidas necesarias que eviten su repetición en el futuro

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Unas pérdidas que no se deben exclusivamente a la fatalidad y en las que la negligencia y la dejación de funciones han tenido mucho que ver. Es inevitable no pensar en la Junta de Castilla y León, es inevitable no pensar en la falta de previsión, en que los incendios se apagan en invierno con labores preventivas y en que los “operarios” se tienen que llamar bomberos forestales sin depender del criterio del político de turno. Ya es tarde para lamentarse, pero es de justicia y de sentido común señalar las causas del desastre para tomar las medidas necesarias que eviten su repetición en el futuro. Nos enfrentaremos durante décadas a unas pérdidas irreparables pero debemos tomar buena nota de la larga lista de errores que nos han sumido en esta situación y tener buena memoria para que no caigan en el olvido.

Aunque las llamas no hayan llegado a la ciudad de Zamora, la humareda de la indignación es muy densa y no se va a disipar con facilidad. En estos días he leído un tuit de una cuenta zamorana que decía, en respuesta a un medio de Valladolid que lamentaba el olor a quemado con el que se despertaba la capital pucelana, “perdón si os hemos molestado con nuestro humo, intentaremos quemarnos con más cuidado”. Una irónica respuesta que sintetiza a la perfección la acusada brecha entre el centro y la periferia de nuestra comunidad. Un sarcástico comentario que resume el escepticismo respecto a la labor de una Junta de Castilla y León que va camino de cuatro décadas de desgobierno del Partido Popular.

A pesar del desaliento que provoca esta situación, desde los municipios no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando mejor suerte. Es necesario aparcar las buenas palabras y, de una vez, tomar medidas reales que pongan fin al despropósito que está asolando nuestra tierra. Por ello, en estos días los concejales del PSOE presentaremos al Ayuntamiento de Zamora nuestra batería de propuestas para los próximos presupuestos municipales. En ella, volveremos a insistir en la necesidad de poner en funcionamiento una cuadrilla de gestión forestal en el bosque de Valorio. El inabarcable fuego se aproximó a sus inmediaciones, y debería servir de aviso para establecer una gestión y mantenimiento continuo, que retire la vegetación enferma, que impulse la reforestación con especies propias de la zona y que minimice los estragos de un eventual incendio.

En estos días he tenido constancia de que estoy a un pequeño paso de consolidar definitivamente mi plaza como profesor de Secundaria y, sin embargo, la buena nueva no ha conseguido arrancarme una sonrisa. El fuego asola y acaba con todo a su paso, y el dolor y la tristeza por nuestra tierra calcinada hace difícil mostrarse optimista. Unos fatídicos días estivales, unas jornadas de sentimientos encontrados y una pesadilla veraniega de la que no nos terminamos de despertar.

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