La Opinión de Zamora

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Julio Fernández Peláez

De lo inextinguible y lo extinguido

Hay que dejar en paz a la muerte para que haga tranquilamente su trabajo, dicen los políticos

ZAMORA. FERRERAS DE ABAJO. PUMAREJO. INCENCIO FORESTAL LOSACIO ANA BURRIEZA

Estábamos en el velatorio, completamente desolados, llenos de pena y de ira, y varios representantes políticos han entrado dando un golpe a la puerta y sin pudor alguno han dicho que esa era una muerte inextinguible, y a continuación se han marchado sin dar más explicaciones. En resumen: que había que dejar en paz a la muerte para que hiciera tranquilamente su trabajo.

No sé dónde queda la dignidad en estos casos, pero en mi humilde opinión, dimitir sería el primer paso para admitir que, al menos, no hay medios suficientes para gobernar, no digo ya para apagar un incendio, o veinte. Y esto mismo lo dijimos no veinte, sino cuarenta veces o más, en la manifestación de hace un mes a las puertas de la funeraria, perdón, de la Junta de Castilla y León.

Si estos representantes políticos, tanto los votados como los nombrados a dedo por sus conocimientos técnicos sobre silvicultura, tuvieran algo de vergüenza, le dirían a los brigadistas que se juegan la vida ‒intentando que los fuegos no sean más graves de lo que son‒, que no hay esperanza. Les dirían: marchaos para vuestras casas, descansad, dejad que arda todo, y no os juguéis la vida, porque todo está perdido.

Sí, que estos representantes que, desde sus despachos, miran una y otra vez las imágenes por satélite para saber a qué velocidad van las llamas y de esta manera determinar el grado de inextinguibilidad de los incendios, se lo digan así, tal cual, a las claras a los brigadistas, porque para qué andarse con rodeos. Que les digan que es mucho más fácil dejar que arda todo, y luego ya veremos qué se hace con el muerto.

Estos incendios, nadie lo duda, obedecen a una crisis climática sin compasión. No se pueden atacar de frente como de hecho se hace con otros incendios menos virulentos. Pero algo habrá que hacer

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Estos incendios, nadie lo duda, obedecen a una crisis climática sin compasión. El aire se vuelve incandescente y una vez que alcanzan cierta magnitud, no se pueden atacar de frente como de hecho se hace con otros incendios menos virulentos. Pero algo habrá que hacer, y si los agricultores en Tábara lo están haciendo, seguro que un servicio público bien formado, bien equipado, con suficientes hidroaviones, con suficientes efectivos y sobre todo: con suficientes esperanzas, seguro que podría poner freno a este desastre.

La solución la conocemos todos, y ellos también, nuestros representantes, queridísimos e ilustres destinatarios de los votos, y allegados. Y consiste en poner medios adecuados en los primeros momentos. ¿Cómo es posible que un incendio que se origina a las seis de la tarde en una zona de matorral no esté apagado a las siete? Que no te cuentes milongas, ese incendio era pequeño cuando nació, y se hizo grande porque no había medios suficientes para extinguirlo. Se hizo grande porque no había medios en las proximidades para extinguirlo.

Estos representantes que nos representan no merecen seguir en su cargo, pero es que no merecen tampoco ni los buenos días. Conocían la solución, porque además se la recordaron diversas organizaciones y plataformas de la provincia, incluso esta solución fue publicada en reiteradas ocasiones: más medios, más medios, más medios, más medios, más medios, más medios, más medios, más medios, y más medios para parar los incendios cuando cae un rayo, no cuando se convierten en tormenta ígnea.

Y ahora van y sacan una orden para repartirse el muerto, es decir: la leña quemada. Ni siquiera son capaces de guardar el mínimo decoro

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Y ahora van y sacan una orden para repartirse el muerto, es decir: la leña quemada. Ni siquiera son capaces de guardar el mínimo decoro. No quieren enterrarlo, para que la vida dé sus frutos en la propia tierra, quieren devorarlo para tapar bocas, las bocas de los vecinos y de los alcaldes. Porque la madera quemada vale igual que la otra, se hace muy buen papel con ella, muy buenos muebles y también enciende muy bien las calefacciones, de hecho está más seca.

No sé si esta es una opinión unánime, pero hay mucha gente a estas horas que quiere que se vayan, que se vayan lejos, a gobernar su huerta, en su cocina, dentro de su coche, para su tablet y con sus palabras, pero que se vayan, y que no vuelvan a entrar en el tanatorio con malos modales.

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