La Opinión de Zamora

La Opinión de Zamora

José Manuel del Barrio

Siete días y un deseo

José Manuel del Barrio

Cada día entiendo menos

El cúmulo de sucesos diarios me produce desorientación

Rescate de inmigrantes en Canarias. I. Durán| Ángel Medina G.

Aunque sienta un poco de vergüenza, hoy arranco con una confesión pública: cada día que pasa, entiendo menos. Entiendo menos de lo que sucede a mi alrededor pero también a cientos de kilómetros, es decir, en el mundo, que ya es decir. Mi desorientación procede de un cúmulo muy diverso de situaciones y circunstancias, aunque todas tienen un denominador común: a estas alturas de la vida, con las canas adornando el cuero cabelludo y las arrugas diseminadas por prácticamente todos los rincones del cuerpo humano, uno empieza a percibir las cosas de otros modos y maneras a como se percibían en, por ejemplo, la infancia, la adolescencia o la adultez. Los años no solo pasan factura a nivel físico y psicológico sino que, además, van dejando un poso de infinitas lecciones y aprendizajes, del que nos surtimos habitualmente para dar respuesta a las nuevas necesidades, situaciones o circunstancias que aterrizan a nuestro alrededor y que debemos solventar para seguir adelante. Pero esto me pasa a mí y a usted, aunque no lo reconozca.

Algunos pensábamos que algún día todo iría mucho mejor. Sin embargo, el tiempo pasa y casi todo sigue igual o incluso peor. ¿Ilusos?

decoration

Por ejemplo, no entiendo: 1) que tengamos tantos problemas para ofertar plazas en los trenes que comunican Galicia con Madrid (y viceversa) a su paso por Zamora, sabiendo como sabemos que las facilidades para viajar y desplazarnos siempre son un buen indicador de desarrollo; 2) que en la comunidad de Madrid haya becas para hijos de familias cuya renta anual “solamente” es de 100.00 euros o más, sabiendo como sabemos que las becas son (al menos en teoría) una herramienta para construir una sociedad más justa e igualitaria; 3) que algunos pueblos o localidades de esta provincia dediquen a las fiestas patronales unos presupuestos económicos que, en muchos casos, superan lo que destinan a resolver otras necesidades más básicas y urgentes, como el abastecimiento, el saneamiento o el acceso a internet; 4) que se haya bajado la guardia frente al maldito virus y que, en cualquier fiesta o celebración, lo que prime sea sobre todo el jolgorio y el desenfreno popular, olvidando todo lo que hemos vivido durante los últimos tiempos.

Los cuatro ejemplos no agotan mi capacidad de sorpresa y desorientación que comentaba al inicio. Si amplío el radio de observación, me sorprende el espectáculo de la política británica y, de modo muy especial, el que nos brinda el primer ministro, Boris Johnson; me inquieta la violencia en México contra periodistas, políticos o cualquier hijo de vecino que se atreva a enfrentarse a las poderosas mafias del narcotráfico; me rompen el corazón las escenas de personas que buscan nuevas oportunidades de vida en los paraísos del primer mundo y que lo único que encuentran son vallas y fronteras, pero también desprecio e indiferencia; y me quedo petrificado cuando en pleno siglo XXI aún hay niños que para mantenerse en pie y seguir adelante solo tienen la posibilidad de encontrar algo de comida en los basureros de pueblos y ciudades. Aunque ya sé que estas escenas no son nuevas, el problema es que algunos pensábamos que algún día todo iría mucho mejor. Sin embargo, el tiempo pasa y casi todo sigue igual o incluso peor. ¿Ilusos?

Compartir el artículo

stats