Cuando ya parece llegar a su fin el incendio conocido como el más devastador de la historia de esta tierra, es hora de analizar y corregir los errores que nos han traído a esta situación que ya se atisbaba en el horizonte como una premonición que algún día se cumpliría. Se habla básicamente de la falta de medios de extinción por parte de la Junta, que el operativo no estaba completo a pesar de las adversas condiciones meteorológicas, se tardó mucho en intervenir, estuvo apagado y lo dejaron reavivar, etc. Comentarios recurrentes, no exentos de razón, que surgen cada vez que ocurre un incendio de grandes dimensiones.
Pero yo quiero centrarme en otras consideraciones que creo que son la raíz y el motivo de estas nuestras desgracias. Debemos remontarnos a décadas pasadas para entender el asunto. Todo comenzó en los años del régimen de Franco, cuando se construyeron los pantanos que generaban energía eléctrica y tanto beneficio trajo a los hogares de nuestros pueblos sumidos en la oscuridad cuando la luz natural se retiraba a descansar ¡Poco agradecimiento se nos brinda que pagamos la energía más cara que en los territorios más áridos del planeta! El otro proyecto ambicioso que iba a terminar con la miseria de la Zamora rural consistía en plantar todas las sierras, montículos, chanas y eriales de coníferas, pinos en sus diversas variedades, talando incluso robledales centenarios o condenándolos a la asfixia entre los pinares cuando estos fueran adultos. Se plantaron caminos, veredas, cañadas, veneros y turberas sin tener conciencia de los problemas que vendrían más tarde. No había parados en los pueblos, cualquier persona que no fuera manca podía ganar un jornal diario para sanear su maltrecha economía a costa de un trabajo duro y penoso bajo las más adversas condiciones climáticas bajo el paraguas protector del Patrimonio Forestal. El otro gran error fue despreciar a la agricultura y ganadería porque no era competitiva con míseros precios de venta y poca formación en conocimientos agronómicos ni subvenciones estatales. La industria del País Vasco y el sector servicios de Madrid, Barcelona y otras grandes ciudades, arrastró a los jóvenes que mantenían cuidada la tierra y las tierras de cultivo se cubrieron de espeso matorral como manda la ley de la naturaleza, pero esta que llamamos sabía también echa borrones como el mejor escribano y necesita tutores que la encaucen
Las tierras de cultivo se cubrieron de espeso matorral como manda la ley de la naturaleza, pero esta que llamamos sabía también echa borrones como el mejor escribano y necesita tutores que la encaucen
. Como las administraciones públicas no creyeron que los aldeanos éramos gente ilustrada ni versada en asuntos forestales tomaron ellos el mando del barco bajo las siglas de Icona, después Ministerio de Agricultura, Ganadería, Medio Ambiente y Pesca. Pero aquello no casaba bien, agricultura y medio ambiente eran antagónicos y cada nuevo gobierno que tomaba las riendas de la nación cambiaba la nomenclatura del ministerio ¡Como si fuera lo más importante! No, mejor Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio cuando España se dividió en autonomías, o de Fomento y Medio Ambiente. Por su parte el Gobierno central también tiraba de imaginación y aportaba las ideas más ingeniosas y peregrinas tratando de adornar con bellas florituras el logo del susodicho ministerio. Así nació y está vigente el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, como pudiera llamarse de los ecosistemas genuinos y paraíso de la fauna aérea, acuática y terrestre.
En el año setenta y tres del pasado siglo nace la Reserva Nacional de Caza Sierra de la Culebra, otro gran proyecto para la población rural del oeste zamorano y llegó un tagayo de ciervos que se alojó en un aprisco en el término de Villardeciervos hasta que tomaron contacto con el entorno. Todos fuimos a ver a los nuevos pobladores ¡Qué lustrosos, gráciles y simpáticos aquellos caprinos con unas cornamentas que parecían candelabros de palacio real! Otro proyecto que traería dinero y prosperidad a los pueblos y simultáneamente se multiplicó el jabalí que se había extinguido años atrás. El territorio con los pinares ya crecidos, monte donde cobijarse, regueros donde saciar la sed y numerosos sembrados de los lugareños que decidieron no emigrar, era el escenario idóneo para campar a sus anchas. Lo más parecido al oeste americano, ellos los vaqueros y nosotros los indios. Los Santos Inocentes de Miguel Delibes, lugar de recreo para la aristocracia que paga bien y deja propinas.
La Administración que todo lo administra, bien o mal, organizaba nuestro trabajo y cambiaba las costumbres, imponía interminables obligaciones, preceptos y prohibiciones. Prohibido quemar el monte durante todo el año, prohibido hacer quemas controladas para regenerar el monte, prohibido cortar leña sin permiso, prohibido andar por los caminos en época de caza mayor, no llevar a los perros sueltos que puedan molestar a la fauna. Para quien quiera saber más, les remito a la ley y reglamento de la conservación de los espacios naturales y de la flora y fauna silvestres. ¿No les parece desproporcionado y abusivo?
En la reserva de caza ya no se cultiva más que un huerto aledaño a casa cercado con pared del metro y medio de altura. Todo lo que trascienda de estos límites es cosecha perdida y dinero tirado
En la reserva de caza ya no se cultiva más que un huerto aledaño a casa cercado con pared del metro y medio de altura. Todo lo que trascienda de estos límites es cosecha perdida y dinero tirado. Para eso se ha modificado recientemente la orden que regula los daños producidos por la caza en esta reserva: los cultivos no vallados no son indemnizables al considerar que el dueño no los protege de la fauna, los siniestros de tráfico los cubre el seguro del conductor que es quien lo atropella. Para otra vez tenga usted más cuidado. El mundo al revés.
El que firma este artículo de opinión, vive en un pueblo de la Sierra de la Culebra – tristemente de actualidad estos días, luego nadie volverá a hablar de ella- desde que su madre lo nació en esta tierra y tiene ya edad suficiente para recordar los dos grandes incendios que la han devastado, ha trabajado en ella repoblando lo destruido y ahora le duele el alma cuando se repite la misma historia. Se considera ecologista de campo, amante de la naturaleza y defensor a ultranza de esta tierra, pero cree que la naturaleza cuando se desmadre conviene recortarle un poco las alas, domesticarla y ordenarla en beneficio suyo y también nuestro. Alcalde pedáneo de Boya y concejal del Ayuntamiento de Mahíde de Aliste durante los últimos once años y al hilo del tema recuerda como salió en una ocasión con varios vecinos a parar una plantación de pinos subvencionada que se pretendía en contra de su voluntad y la de su pueblo, en un paraje que se estaba repoblando de manera natural -¿no les parece un despropósito?-, donde años tras se cultivaba centeno. Propuso que en vez de pinos se plantaran frondosas, más resistentes al paso del fuego y menos invasivas, pero no se atendieron sus pretensiones y se suspendió la obra. Algunos no lo entendían, pero ahora el tiempo me da la razón. Ese paraje, como todos los que completan el término municipal de Boya, hoy son un manto de ceniza vana y estéril por la desidia y abandono de no haberlos cuidado. Se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y no la quita de en medio. Cuando alguien anda administrando los bienes ajenos debe hacerlo con el cuidado que se merecen y no descuidarlos por no ser propios. Ese es su deber y si no hace, que se dedique a otra cosa. Este es el sentir general de mis vecinos a los cuales represento y advierto que, en lo sucesivo, no permitiremos más negligencias ni abandonos por parte de los poderes públicos porque vamos a defender nuestra tierra con uñas y dientes ante aquellos que se muestren incompetentes para gestionarla.
No permitiremos más negligencias ni abandonos por parte de los poderes públicos porque vamos a defender nuestra tierra con uñas y dientes ante aquellos que se muestren incompetentes para gestionarla
Solo me queda agradecer en mi nombre y en el de todos mis vecinos la labor desarrollada por los efectivos de lucha contra incendios, tanto de la comunidad como llegados de otros lugares de España y de Portugal, a la Guardia Civil, aunque a veces nos incomodara con sus apremiantes órdenes, a los miembros de Cruz Roja y Protección Civil que nos ofrecieron un trato preferente cuando estuvimos desplazados y a todos aquellos que aquí o en la distancia nos ofrecieron su ayuda y apoyo moral para soportar los peores momentos.
Y un suspenso para los legisladores. Creo que se equivocan de plano, que no nos dejaron quedar defendiendo a nuestro pueblo a quienes podíamos hacerlo mientras el peligro inminente no lo impidiera.
Florentino Gil Romero
(Boya)