¿De qué hablamos cuando hablamos de reflexionar y tomar decisiones en el caso Oltra? El circunloquio solo esconde una posibilidad, que todos conocen en el mundo político, pero que se evita verbalizar: la salida del Consell de la vicepresidenta. El president de la Generalitat, Ximo Puig, aumentó este lunes la presión (incluida la propia) al marcar un horizonte temporal para la toma de decisiones: esta semana, deslizó, tras ser preguntado varias veces por los periodistas.

Llegados a este punto, las opciones sobre la mesa se reducen: dimisión o destitución se vislumbran como únicas salidas a estas alturas. La renuncia puede venir por una reflexión personal de Oltra y su equipo más cercano a la vista del panorama y las declaraciones de algunos compañeros de proyecto o puede llegar forzada por la dirección de Compromís tras plantear a su candidata en las dos últimas elecciones autonómicas que es lo más beneficioso para la coalición valencianista y para el gobierno de izquierdas mientras se aclara su situación judicial una vez que ha sido imputada.

La salida (más o menos) voluntaria sería el panorama más cómodo para Puig. Si no sucede e impera el criterio defendido por la vicepresidenta el viernes tras el pleno de Consell y exhibido al día siguiente en la fiesta mitin de Compromís en València de que debe permanecer como símbolo de resistencia frente a la derecha, el president tendrá que decidir: o destituir a la vicepresidenta o no hacer nada.

Pero esta segunda opción es cada vez más improbable una vez que Puig ha urgido a tomar decisiones. Sería difícil de explicar que la decisión pedida y anunciada sea al final no decidir. La presión política y mediática continuaría fuerte además. Es el marco del que se quiere huir para volver al de la gestión eficaz, los buenos indicadores económicos, la solvencia y la estabilidad. Es el esquema que se considera que ha salido triunfador en Andalucía.

La consigna en el Palau es esperar a la reunión de hoy de Compromís. Si finaliza sin decisiones sobre un futuro diferente para Oltra, Puig se verá abocado a la decisión orgánica más difícil de su mandato. Desde su llegada a la presidencia en 2015, el líder del PSPV ha tenido dos momentos de alta presión interna, el adelanto electoral en 2019, con Compromís en contra, y la crisis de gobierno de mayo pasado. Y ha tenido que hacer frente, en lo institucional, a una pandemia que empezó con la decisión de cancelar las Fallas de 2020. No obstante, la de esta semana puede ser la situación más delicada, por lo que representa Oltra en el Botànic y en la izquierda valenciana. Y por las consecuencias que puede tener en un hipotético tercer Botànic. El control de daños es esencial en las crisis: Puig ha de mantener las vías de diálogo abiertas con Compromís para intentar una voladura controlada si llega el caso. Pero si llega, está decidido, aseguran en su entorno, a hacer prevalecer la imagen de gobierno serio y de gestión solvente.

Por ello, la posición a día de hoy en Presidencia es esperar al encuentro de la cúpula del partido aliado. Pero si no pasa nada, la presión socialista sobre Puig también va en aumento. El entorno del president no quiere alargar los tiempos para evitar que cada comparecencia esté marcada por el caso judicial de Oltra. Hoy mismo el ejemplo puede ser la inauguración del CaixaFórum, un hecho esperado durante años que puede verse desdibujado por el caso dada la presión mediática. Así, distintos cargos socialistas impelen a Puig a actuar ya. El tiempo de escucha acaba hoy.