La Opinión de Zamora

La Opinión de Zamora

Agustín Ferrero

Querer es poder. Con poco se puede hacer mucho

No es necesario abusar del mármol, del vidrio y del acero inoxidable para sacarle partido a un edificio

Fachada decorada Cedida

Las imágenes que aparecen con esta columna no corresponden a ninguna población del sur de España. Ni tampoco al norte de nuestra provincia, como pudiera ser el caso de Puebla de Sanabria. Se trata de imágenes que afectan al centro de la capital, concretamente al casco histórico, a la calle de Las Doncellas.

Se trata de dos pequeños edificios unifamiliares que cuentan con dos alturas. Ambas viviendas llevan muchos años a sus espaldas. Hasta hace poco tiempo su aspecto no era, ni con mucho, ese tan alegre que ahora ofrece. Y es que sus vecinos las han remozado sacándoles lustro a las fachadas. Dándoles un toque de buen gusto y de adaptación al entorno en las que están ubicadas. Así, han conseguido una imagen digna de ser reconocida. Para más inri las han adornado de numerosas plantas, cuyas flores llaman la atención de los viandantes.

Ignoro cual habrá sido el costo de la realización de estas obras, pero, a simple vista, no parece que haya sido exagerado, dadas las características de los materiales empleados. Y es que, ha quedado demostrado que querer es poder, y que con poco se puede hacer mucho. Para mí, un ejemplo a seguir por todos, en lo que debería ser un objetivo común, el lavado de cara de la ciudad de Zamora que buena falta le hace.

Porque no es necesario abusar del mármol, del vidrio y del acero inoxidable para sacarle partido a un edificio. También es posible utilizar otros materiales, como la madera o la piedra, para obtener buenos resultados. Eso sí, hace falta contar con inteligencia, formación y buen gusto.

Llega a ser frustrante ver como las denuncias se archivan y las actuaciones policiales no ofrecen resultados positivos

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Estas dos familias zamoranas nos han dado una lección de cómo se pueden hacer bien las cosas, cuando se pone fe y esfuerzo en ello. Y si esas cualidades van acompañadas de la optimización de recursos, el éxito está casi asegurado. Si lo extrapoláramos a las múltiples edificaciones repartidas a lo ancho y a lo alto de la ciudad, que ofrecen un aspecto deplorable, recobrarían unas imágenes perdidas en el largo tiempo del abandono. Unas pertenecen a la Iglesia, como el antiguo convento de Las Concepcionistas, sin actividad desde hace catorce años, cuya abombada fachada amenaza con caerse encima de algún viandante. Me refiero a aquel convento que se le pidió al Obispado para ser la sede del Museo de Semana Santa, con el resultado que todos conocemos. Otras, son propiedades privadas, demolidas en su totalidad algunas, y cosidas sus fachadas por perfiles y rastreles en otras, con la idea de sujetarlas, para que no se caigan el día menos pensado. En los solares de algunas de ellas reina la inmundicia y las ratas no solo se enseñorean en esos espacios, sino que se permiten pasear por sus alrededores haciendo de las suyas.

Es la diferencia entre la gente que ama su casa, su barrio, su ciudad, y quienes la ignoran, maltratan o les tiene sin cuidado que se siga cayendo a pedazos. Ahí deberíamos estar todos implicados. De manera especial el Ayuntamiento. Pero, que se sepa, no ha habido una sola acción, un solo plan municipal, encaminado a ello, que haya dado motivos para pensar en un futuro halagüeño.

Cierto que no son estos dos casos de la calle de Las Doncellas los únicos dignos de ser resaltados. Ha habido otros vecinos que haciendo un esfuerzo, han aprobado alguna “derrama” para eliminar las pintadas y demás agresiones producidas por los vándalos. Pero el resultado no ha dejado de ser fugaz. Porque las autoridades competentes, no han actuado como se esperaba que hicieran, y la turba ha vuelto a actuar de nuevo y de manera inmediata. Y es que da la impresión de que esa lacra actúa a sabiendas de que gozarán de total impunidad tras cometer sus fechorías.

De nada está sirviendo denunciar los hechos. Los resultados así lo avalan. Llega a ser frustrante ver como las denuncias se archivan y las actuaciones policiales no ofrecen resultados positivos. Revertir la situación no es cosa que esté, exclusivamente, en manos de los vecinos, pues las leyes limitan sus actuaciones. Es el Ayuntamiento quien puede y debe tomarse en serio cuidar el aspecto de la ciudad. Aunque solo sea para ser coherentes con ese eslogan que repiten sin cesar. Ese de que apuestan por una Zamora que llegue a contar con una industria turística competente, como es el caso de otras muchas ciudades en las que se pone especial esmero en la limpieza y la conservación urbana. Por cierto, a este respecto, no se observa ningún movimiento por parte del sector de la hostelería, principal interesado en que sea mayor el número de visitantes y de que aumenten las pernoctaciones que podría ofrecer un turismo floreciente.

Para terminar, extraigo unas palabras de la última columna publicada por Javier Marías, a propósito de otro caso, éste de alcance nacional, que también clama al cielo: “No sé si los políticos están puerilizados al máximo, son incomprensiblemente ingenuos o desmedidamente cínicos” .

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