La Opinión de Zamora

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José Manuel del Barrio

Siete días y un deseo

José Manuel del Barrio

Un desastre

Muchos ojos ya no volverán a ver la Sierra de la Culebra como antes

INCENDIO SIERRA DE LA CULEBRA NOCHE EMILIO FRAILE

Las catástrofes naturales han sido, son y seguirán siendo habituales en la historia de la humanidad. Terremotos, huracanes, tornados, inundaciones, tormentas de nieve y hielo, aludes, tsunamis, sequías, incendios, etc., se han sucedido con mucha más frecuencia de lo que pensamos y han pasado factura a los territorios afectados y, por consiguiente, a las personas, los animales y los ecosistemas naturales. Ahora nos toca en estas tierras sufrir las consecuencias del incendio en la Sierra de la Culebra, la mayor catástrofe medioambiental en la historia reciente de Zamora. ¡Ay, mi Sierra de la Culebra! ¡Ay, las personas, con nombres y apellidos, que en ella han vivido y que tienen que seguir adelante! ¡Ay, qué tristeza más grande! Este inmenso desastre dejará una huella imborrable en la biografía personal y colectiva de una zona que necesitará el apoyo y la solidaridad de las instituciones públicas, de las entidades privadas, de las organizaciones sociales y, en definitiva, de toda la ciudadanía; es decir, de usted y de mí.

Se tardarán años y años, decenas y decenas de años, en recuperar un espacio natural como el que algunos hemos conocido, paseado y disfrutado desde que tenemos uso de razón

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Muchos ojos ya no volverán a ver la Sierra de la Culebra como antes. Se tardarán años y años, decenas y decenas de años, en recuperar un espacio natural como el que algunos hemos conocido, paseado y disfrutado desde que tenemos uso de razón. ¡Ay, qué recuerdos, qué historias, qué vivencias, qué caminatas, qué clases hemos recibido algunas personas sobre el terreno! Todo esto se ha ido al carajo en un santiamén, porque un incendio reduce a cenizas las vivencias, lo que hemos sido y lo que hemos construido con tanto esfuerzo. No obstante, espero y deseo que muchísimos ojos más sí puedan presenciar, apreciar y sentir que las promesas de apoyo que ya se han escuchado por ahí no caigan en saco roto. Será urgente implementar un plan ambicioso de reforestación y reparación medioambiental, pero también de apoyo psicológico, emocional y social. Porque las personas de la zona deben percibir que estamos con ellas, no solo ahora, que sí, sino también después, cuando los focos de la inmediatez mediática se detengan en otras noticias.

Yo he presenciado, en vivo y en directo, la ola de solidaridad que ha inundado los pabellones, los albergues y las residencias, a donde han sido trasladas las personas que han tenido que ser desalojadas de sus casas. Lo he sentido en Alcañices, en Benavente y, por lo que sé, en el resto de localidades y espacios que se han habilitado para la atención de los desplazados. Esta ola de solidaridad y humanidad es, una vez más, la demostración de que la ciudadanía, ante las urgencias de cualquier tipo, siempre está ahí, dispuesta a echar una mano, dos o las que hagan falta. Lo están quienes realmente saben ponerse en el lugar de los demás y sienten, en carne propia, el dolor ajeno. Si, como escribía más arriba, las catástrofes naturales han sido, son y seguirán siendo habituales en la historia de la humanidad, lo que nos reconforta es comprobar que también lo han sido, lo son y lo seguirán siendo las muestras de solidaridad. Por el bien de todas y todos, espero y deseo que este tesoro incalculable nos siga acompañando siempre.

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