La Opinión de Zamora

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Bárbara Palmero

Reconversión rural

Los políticos tienen gran parte de culpa por no haber atajado antes la despoblación

DESPOBLACION. ABEZAMES EMILIO FRAILE

La soberanía alimentaria es incompatible con el actual modelo de desguace de la España vacía y su posterior venta de saldo a las grandes corporaciones

El otro día volví a ver el clásico Dos Hombres y un Destino, con Paul Newman y Robert Redford. En un momento de la película, Butch Cassidy le suelta a Sundance Kid aquello de: “Amigo, yo veo muy claro, pero el mundo está ciego”. Difícil cambiar una sola coma.

Leo en prensa que la población civil de Ucrania tiene que aprender en tutoriales de YouTube cómo fabricar cócteles molotov para enfrentarse a los tanques rusos. Y pienso que cualquier español, mayor de cuarenta años, que viviera nuestros violentos años ochenta, sabe de sobra cómo fabricar uno.

Por si alguien no se acuerda, los violentos años ochenta, aparte de los años de plomo de la ETA, fueron algo más que el fermento social del que surgió el rock radical vasco. En aquella época tuvo lugar la necesaria reconversión industrial: la naval, la siderúrgica y del metal, y el comienzo de la minera.

Y por si alguien tampoco lo recuerda, durante los violentos años ochenta las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se empleaban con eficaz y vesánica saña a la hora de cumplir con su deber disciplinador. No se dedicaban, como ahora, a repartir collejas. Kortatu no le dedicó la canción Sospechosos al ministro del interior, en un conciliador intento de alabar el excelente paño de su traje hecho a medida.

Los violentos años ochenta no fueron el salvaje oeste, pero casi.

Después de la autarquía franquista, había que modernizar este país y colocarlo a la altura de Europa. A pesar de la feroz oposición de la gente trabajadora, que veía peligrar su futuro laboral y su modo de vida, y que consiguió que las calles españolas ardieran por los cuatro costados, había que llevar a cabo la obligada reconversión industrial. Y se hizo.

Ha llegado el momento de realizar la reconversión rural.

Una reconversión rural que nos incumbe a todos, no solo a los políticos. Los políticos tienen gran parte de culpa por no haber atajado la despoblación cuando había que haberlo hecho, y no ahora, que es irreversible. Pero también exige la implicación de todos los habitantes del rural.

Me vienen a la mente dos entrevistas que realicé hace casi un cuarto de siglo. En una, un agricultor de veintipocos, se veía a sí mismo, como el hermano lerdo. El único que no había estudiado ni emigrado. En la otra, un pastor de ovejas a punto de jubilarse, prefería que su hijo malviviera en Madrid con cualquier trabajo de mala muerte, antes que heredar el oficio.

Hoy eso ha cambiado. En el rural no vive sólo quien no ha tenido el coraje de hacer mudanza y largarse fuera. Quien puebla la España abandonada, lo hace por propia voluntad. Bien porque intentó la aventura capitalina y no le agradó. O porque se ha acogido a eso que se ha dado en llamar La Gran Renuncia.

Una reconversión rural que nos incumbe a todos, no solo a los políticos. Los políticos tienen gran parte de culpa por no haber atajado la despoblación cuando había que haberlo hecho, y no ahora, que es irreversible

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Los norteamericanos son únicos diseñando eslóganes. Por La Gran Renuncia se conoce a esos miles de trabajadores cualificados aquejados del síndrome burnout, quemados y hasta los mismísimos, que de forma libre deciden que no aguantan más sus vidas de mierda y dan un giro total a su existencia.

Unos cuantos regresan a sus pueblos de origen y optan por poner en practica esa gran verdad que Rhett Butler le descubre a una desesperanzada Escarlata O’Hara, “tu poder está en la tierra roja de Tara”. Y es que desaparecen fugaces pelotazos turbios y falsos dioses de hojalata, pero la tierra permanece. Una criptomoneda nunca será comestible, un campo de cereales sí.

Los alemanes tampoco son mancos en lo que a crear conceptos rimbombantes se refiere. El término zeitgeist define el final de una era previo a un cambio de paradigma existencial. Todo lo anterior da mucho miedo. Porque significa abandonar la zona desfavorecida en la que malvivimos para enfrentar el miedo a lo desconocido.

Hay algo aquí que va mal, otra canción de Kortatu, intemporal y que viene al pelo. Ha llegado el momento de que ayuntamientos, mancomunidades y la Diputación de Zamora se pongan a trabajar por los ciudadanos, y no por unos partidos políticos, para los que las gentes del rural hace tiempo que dejamos de contar.

Por eso mismo no dejan de denigrarnos. Nos han abandonado a nuestra perra suerte. Molestamos. Somos un estorbo en el sucio negocio de malvender la España rural al agrobussines y a las empresas energéticas, extractoras, madereras, hidroeléctricas y mineras.

Tampoco se trata de fundar una constelación de pequeños partidos políticos, uno por cada localidad. Y por supuesto, el partido Eskorbuto, ese partido anti todo, anti mujeres, anti sindicatos, anti judíos, anti inmigración, anti comunistas, anti homosexuales, anti regiones, anti sanidad y educación publicas, anti papa Francisco, anti Cáritas, anti ecología… no es el milagrito que se nos quiere vender contra la debacle del mundo rural.

Odiar al prójimo como a ti mismo, nunca es la solución. A nada.

Así no podemos continuar, el rural no aguanta más. Urge poner fin a este ciclo de abandono en el que nos confinaron hace un siglo. Urge una reconversión de la España humillada. Urge crear un frente común, un todos a una, una Fuenteovejuna actual. Y urge significa ya.

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