La Opinión de Zamora

La Opinión de Zamora

José Manuel del Barrio

Siete días y un deseo

José Manuel del Barrio

Escenas rurales

Hay realidades que nos hablan de un modo de vida

UNA MUJER SALE CON LA COMPRA DE UNA TIENDA DEL PUEBLO EMILIO FRAILE

Imaginen, por un momento, que entran en una tienda de un pueblo de Zamora. El que ustedes prefieran. Mientras esperan su turno, dedican unos minutos a observar con calma todo lo que les rodea y, sobre todo, lo que adquiere la persona que les precede. Tras escuchar cuánto es el importe de la compra, advierten que no se paga en efectivo (o con tarjeta) en el acto sino que el vendedor echa mano de un cuaderno de los de toda la vida, saca un bolígrafo y anota el gasto en una hoja dedicada expresamente a un cliente que no está presente. Pues bien, ahora viene lo que, cuando quedamos solitos, solté al vendedor: “Acabo de retroceder en el tiempo cincuenta y más años, cuando en mi pueblo era habitual que en la panadería o en la tienda de la señora Cándida se fuera anotando el importe de la compra para que, al final del mes o cuando fuera, se pagara”. Es posible que esta historia pueda parecerles caduca e intrascendente, pero, en mi caso, ha servido para conectar con una infancia que aparece cuando le apetece, sin que yo la llame.

Consultando esos cuadernos de las tiendas podemos saber qué se comía y qué se bebía en otras épocas, cuáles eran los productos más demandados y por parte de quién

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La escena que relato es una más de las numerosas situaciones que podemos vivir habitualmente en las zonas rurales, aunque no solo. Realidades que solemos pasar por alto y que, sin embargo, nos hablan de un modo de vida. ¿Cómo era posible, escucho en numerosas ocasiones al público infantil o juvenil, que cuando alguien compraba algo en otras épocas no se pagara al instante, como se hace en la actualidad? Y las respuestas, entre otras, que suelo utilizar son muy simples: porque sencillamente había confianza, se conocía a las personas y se sabía que, en la mayoría de las ocasiones, la gente pagaría al final del mes o cuando pudiera. Algunos clientes, sin embargo, dejaban pasar el tiempo e iban acumulando débitos cuantiosos. El vendedor de más arriba me comentó que su padre, comerciante como él, había dejado numerosos cuadernos con las anotaciones diarias de las compras y que en ellos aparecían personas que se habían ido para el otro barrio sin pagar. Y que con esas cantidades él y su familia podían haberse ido de vacaciones.

Esos cuadernos de las tiendas de antaño, que, según parece, aún se siguen usando en algunas localidades de Zamora, como cualquiera de los registros, padrones, catálogos o documentos que habitualmente suelen consultar los historiadores y otros científicos sociales para desentrañar el pasado más o menos remoto, son fundamentales. Nos hablan, como decía más arriba, de un modo de vida, entendido en un sentido muy amplio. Por ejemplo, consultando esos cuadernos podemos saber qué se comía y qué se bebía en otras épocas, cuáles eran los productos más demandados y por parte de quién, en qué días de la semana o del mes se realizaba la compra, cuánto y cuándo se pagaba, etc. Y todo ello, cuando se relaciona con otras circunstancias, sucesos y acontecimientos de la vida cotidiana, nos permite dibujar un fresco emocionante de las historias de quienes nos han precedido en el tiempo. Estas escenas rurales no deben olvidarse ni caer en saco roto. Hay que compartirlas con todo el mundo, aunque de modo expreso con las nuevas generaciones.

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