La Opinión de Zamora

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Rafael Monje

Ruido y ruido

Después de una semana fuera de España, las cosas se ven desde otra óptica

Maletas amontonadas

Conocer mundo, viajar, empaparse de otras culturas, hablar con gente que jamás habías visto es la mejor medicina contra el nacionalismo ramplón y el ego que se percibe en muchos comportamientos de los seres humanos. Después de una semana fuera de España, en la que uno también ha procurado no abstraerse al cien por cien de la realidad que nos rodea en Castilla y León, las cosas se ven desde otra óptica. Es una estupenda forma de recuperar la perspectiva que muchas veces la dejamos encerrada en el cajón del olvido y, sin duda, es también una recomendable actitud para adquirir otra mirada, otra dimensión ante las cosas que verdaderamente importan.

Hoy he amanecido aquí (por ayer) y, como lo que más me gusta es un café junto a una ristra de periódicos de papel, ha sido la primera costumbre que he retomado. Hay otras, pero no toca exponerlas en este momento.

Viajar es una estupenda forma de recuperar la perspectiva que muchas veces la dejamos encerrada en el cajón del olvido y, sin duda, es también una recomendable actitud para adquirir otra mirada, otra dimensión ante las cosas que verdaderamente importan

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El caso es que debo confesar que me ha entristecido sobremanera comprobar lo poco o nada que cambian determinadas cuestiones. Mejor dicho, pareciera que, lejos de detectar al menos ciertos síntomas de cordura, la agenda de la política autonómica caminara como pollo sin cabeza. Los periódicos (que, por mucho que algunos se empeñen, son ese necesario oxígeno de libertad y ejemplo de sana confrontación de ideas) hablan de un gobierno bipartito en Castilla y León con un motor al ralentí y donde algunas piezas rozan más de la cuenta para el deseado engranaje. Hablan igualmente de una continua bronca política en el Parlamento regional entre las distintas formaciones, de palabras gruesas por parte de Vox y de justificaciones inverosímiles entre las filas del PP. Y hablan de una oposición a la gresca y a la búsqueda del sonrojo de la bancada contraria.

De todo eso, y de muchos otros asuntos, se puede leer esta mañana en la que, ¡mira tú por donde!, o por simple despiste, el café se me ha quedado frío, tanto o más como las sensaciones con las que ahora salgo de la cafetería.

Así que cierro los ojos y me digo a mí mismo: qué bueno habría sido seguir un tiempecito más fuera de este mundanal ruido. Porque no lo duden, todo lo anterior es ruido y ruido. No otra cosa.

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