La Opinión de Zamora

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El encantador de ilusiones

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Con las primeras luces del alba, ya se divisa una figura menuda, con su bata de trabajo y sus botas de goma, setenta y cinco años contemplan sus huesos, la llaman “la Señora Carmen”; lentamente se dirige a dar de comer a sus caballos, como hace cada mañana, en su finca a las faldas de la montaña en pleno valle del Tiétar.

Los equinos, “la presienten”, “la quieren”, “la aman”, “la admiran”, asoman sus cabezas por cada una de las puertas del establo, “Cumbre” la más avispada golpea cariñosamente su cabeza contra el cuerpo de esta dulce mujer; a “Pistacho” su fiel compañero, se le escapa un lametón, es la manera de agradecerle que terminara siendo un caballo de equitación en lugar de un producto cárnico, aún recuerda como el hijo de esta mujer lo rescató del camión que iba al matadero.

Se ilumina una luz en la vivienda, la señora Carmen ve aparecer una silueta delgada, morena de nariz afilada, una sonrisa ilumina su cara , es su hijo “Sabino”, a quién debe forma todo aquello, trabajador desde los trece años(ahora tiene poco más de cincuenta años), conocido como el encantador de caballos, porque profesores hay muchos pero encantadores …

Nunca tuve relación con los caballos, es más, era un mundo desconocido para mí, aparte del típico caballo percherón familiar (mis conocimientos eran más bien nulos); la primera impresión que da “Sabino” cuando lo ves es de currante, botas y pantalones empolvados, manos encallecidas, piel curtida por el abrasador sol del campo, como dicen en el mundo taurino se baja al ruedo (muy diferente de otros que ves impolutos, con su polito de marca y zapatillas deportivas…) es una persona que viene desde abajo, sabe el significado de la palabra “Sacrificio”, “Trabajo”, “Humildad”, “Honestidad”, lleva mucho tiempo mirando a los ojos de la vida. A las personas se le conoce por los pequeños detalles, y uno de ellos es el homenaje que le rinde a su primera yegua “la Lozana”, baldosas entrelazadas presiden el patio homenaje a ésta, con las palabras, “Contigo aprendí a montar. Con tus hijos a domar. Y ahora que soy Jinete al cielo tú te vas”, “la Lozana” fue la iniciadora de Sabino en la equitación (como para no tenerle cariño) y le dejó dos regalos para cuidarle, sus descendientes “Cumbre”(aún corretea) y Dyc(fallecido hace poco) y al que también ha dedicado un patio donde dice textualmente: “Crecimos juntos, fuiste compañero, mi libro y a la vez Maestro, espero que me esperes para seguir soñando y buscando glorias…gracias viejo amigo”; La saga continua , seguirá creando ese vínculo que sólo las personas de alma pura son capaces de juntar con unos animales tan sensibles.

Por sus clases pasan alumnos de todas las edades e incluso de zonas más alejadas (México o Alemania entre otras), solamente verle dar las primeras clases y ya entienden sin ningún género de duda la diferencia entre profesor o encantador.

“Amabilidad”, “Esmero”, “Sensibilidad”, “Perfección”, “Generosidad”, definen cada uno de sus actos, por si alguien no la conoce todavía se llama Escuela de Equitación El Carmen en Candeleda (Ávila) y él es Sabino.

Federico Colinas Arnáez

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