La Opinión de Zamora

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Celedonio Pérez

Al grano

Celedonio Pérez

Gente buena

Elogio de las personas que hacen mejores a los demás: algunos ejemplos

Ángel Garrote Cedida

Que se jubila Ángel, me dice su hijo Iván por el WhatsAApp y me alegro porque sé que él también se alegra. Y me vienen chispazos de recuerdos y cierta nostalgia que abre aún más ese hueco que todos llevamos dentro, muy visible cuando nos hacemos mayores. Ángel Garrote Montalvo… Hay gente que, de verdad, va por la vida dejando un aura de bonhomía, ¡y mira qué es difícil en estos tiempos donde todos nos empeñamos en levantar diques¡ Hay gente que vive prendida a una sonrisa y no es rictus aprendido por postureo, que es su condición y le sale por todos los poros.

Ángel se jubila y a mí se me saltan los plomos por el paso del tiempo. Y recuerdo a trompicones los jirones de vida compartida. Allá, a principios de los noventa, entre el 93 y el 96, cuando Ángel presidió el sindicato Asaja Zamora, cuando José Emilio Aguirre se fue al Senado, buscando lo que no le daba el campo. Fueron años convulsos, como todos los que viven agricultores y ganaderos, pendientes de las lágrimas del cielo y las limosnas de las instituciones, regidas por quienes no saben que las viesas no quieren ser besanas.

Llamo por teléfono a Lorenzo Masero, coresino que empata en ser buena gente con Ángel Garrote, para rememorar juntos un tiempo que vivimos los tres tan deprisa que se nos olvidó apagar la luz. Y hablamos del sindicato, de sequías pertinaces, de las guerras de las cooperativas de porcino, del proyecto fallido de Producciones Agrarias, de los cursos de Europa, de noches sin dormir, de mil preocupaciones.

Ángel es, sobre todo, agricultor, de los que viven pegados al campo porque lo necesitan para alimentar principalmente el alma, de los que han hecho que la profesión de producir alimentos sea la más digna del mundo. Pero también se ha escapado, a veces, a otros tajos. En la residencia de Villanueva del Campo ha sido muchos años padre de ancianos, que yo lo he visto alegrarle la vida a muchos Gelasios y Celedonios.

Deja ahora su oficio de “ambulanciero” y psicólogo sobre ruedas y se va con Pilar a pasear por el camino de Corrales, a soñar un futuro tranquilo y a disfrutar del poso de amistad que ha dejado prendido en mil rincones. Ángel mira a su nieto Samuel, saca pecho y sonríe: este también va a soñar con tractores.

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