La Opinión de Zamora

La Opinión de Zamora

Baltasar Rodero

Narcisismo y política

Todo es un teatro, en el que se representa una gran obra

ILUSTRACION. HOMBRES TIRANDO DE CUERDA. PABLO GARCIA

Hablar y escuchar, en definitiva comunicarse, cambiar impresiones, confrontar ideas, informar… Es el hecho donde se asienta la democracia, todos hablamos, comentamos, decimos, escuchamos, participamos incluso gestualmente, estamos con los demás, y ellos con nosotros, y entre todo ello se salpica el silencio, intervalos en los que se reflexiona, se piensa o medita, se digiere lo escuchado, y en definitiva se enriquece nuestra información.

Todo esto es tan antiguo como la vida, además de su esencia, porque nos permite conocernos, saber de cada uno de nosotros, mantenernos informados, compartir ideas, opiniones, conocimientos, trascender para poder llegar a todos los rincones del mundo. Siendo esencial para la totalidad de los ciudadanos, especialmente para aquellos cuya convivencia es próxima, aunque lo es en mayor medida para el político, porque es el arma con la que va a mantenerse en contacto con sus votantes y con los que no lo son, es el formato que le pondrá en contacto con el palpitar de la vida.

Pero el hablar se ha devaluado, a lo largo de los años ha perdido sus señas de identidad, la comunicación ha cambiado por los métodos que se utilizan en la misma, las redes sociales han ido invadiendo nuestra vida, cambiando nuestras distancias físicas y emocionales primero, y haciendo más conciso y breve, casi raquítico el contenido, hoy desde cualquier lugar podemos ponernos en contacto con cualquiera, y con un lacónico mensaje, tan breve como sencillo, exponer o informar, o dar conocimiento de un hecho, todo es distinto, no se dan analogías de ningún tipo.

El hablar se ha devaluado, a lo largo de los años ha perdido sus señas de identidad, la comunicación ha cambiado por los métodos que se utilizan en la misma, las redes sociales han ido invadiendo nuestra vida

decoration

Aspecto que sigue evolucionando, marginando a la comunicación clásica, al ser más rápida y sencilla, aunque carente del aspecto irreemplazable que es el lenguaje gestual, por esto a pesar de la devaluación general del mensaje, este sigue vigente en todo su esplendor en el terreno de la política, porque esta necesita llegar en directo, enfatizar los puntos clave de cada programa, seducir desde la empatía, proyectar el calor humano, esto exige de la presencia física del individuo, enseñarse, mostrarse, hacerse ver, y además con la mejor de las expresiones.

El político es una historia singular, su proyecto es el de representar a una población determinada, ser y ejercer ante todos como representante de la misma, su estilo, figura, comportamiento, presencia, ha de estar cuidada, como sus palabras, o sus mensajes, todo ha de ser diseñado con sumo cuidado, pues ha de venderse, y la expresión simbólica de una figura, se capta por la vista, y después por el oído, por el que percibimos el contenido de sus frases.

Todo es un teatro, en el que se representa una gran obra, cuyo protagonista ha de saber comprender las necesidades de la población a la que se dirige, para captar su atención, y conseguida ésta, incluir dentro de los silencios del discurso aquel o aquellos mensajes que pretendemos que prendan, es un arte arriesgado, porque requiere ciertos equilibrios, en la medida que hay que saber estar, pero a la vez es un arte retador, muy cercano al del toreo, donde hay que saber mover el capote, para que el toro se ciegue en la búsqueda de su destrucción, energía que el torero aprovecha para dar los lances que desee.

En este sentido el protagonista, el político, habrá de sentirse poderoso, fuerte, resolutivo, empático y sobresaliente, nadie le hace sombra, nadie le discute nada, nadie le molesta, además se dirige a los suyos que le esperan y aplauden, y a través de estos, al resto que les imitan, porque aquí no se da la critica, todo es horizontal a la vez que espectacular, el torero se crece, se engola, siente que brilla, que es la luz del grupo, y esa fuerza interior le provoca un enamoramiento, que en ocasiones le hace verse superior, lleno de orgullo, lleno de vitalidad, fuerza y alegría, incluso tan importante como indispensable, no se puede construir nada sin él, es el mejor, el único, además es aplaudido como tal, se le reafirma en sus pensamientos emociones y fantasías, es la figura del narciso.

Es único, diferente, original, aplaudido y amado, agasajado, todos se lo confirman, es el mejor y el crece cada día más, y sabiéndose el superior, se rodea de los más aduladores, que le van a seguir agasajando, aplaudiendo, alagando, instalándole en un peldaño peligroso, desde el que la caída, primero de los aduladores sin contenido, y después posiblemente de él, golpea con fuerza, aunque según el psiquiatra inglés, David Owen, la creencia de su valía está tan consolidada, que podrá persistir tanto, como una enfermedad incurable.

(*) Médico pisquiatra

Compartir el artículo

stats