La Opinión de Zamora

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Ángel Macias

El espejo de tinta

Ángel Macías

Normalizamos

¿Quién marca hoy qué es lo normal o normalizable y qué lo anómalo o extravagante?

UN GRUPO DE ADOLESCENTES JUGANDO CON EL MOVIL MARTA G. BREA

Leo en un periódico nacional el titular ¿Por qué normalizamos que Kim Kardashian coma solo tomates durante 21 días para entrar en un vestido? A veces lo importante no son las respuestas sino que son las preguntas las que nos aportan un rayo de luz para salir de la penumbra de la caverna en la que, como en el mito de Platón y pese a vivir en el momento más interconectado e “informado” de la historia, nos encontramos confundiendo realidad y ficción de esa realidad.

¿Quién marca hoy qué es lo normal o normalizable y qué lo anómalo o extravagante? Otra pregunta ilustrativa de la situación de transición que marca el signo del tiempo presente. Probablemente, siempre y en todo momento durante el avance de la civilización, ha existido la tensión entre lo establecido y lo rompedor, entre el canon aceptado social o académicamente y la vanguardia. En el arte, en la música, en los hábitos y costumbres sociales. Pero probablemente nunca como ahora se han mezclado tanto ambos planos contrapuestos.

Trabajar, ahorrar y comprar un piso o querer tener un coche poco menos que cosa de frikis y, en algunas capas de la población, buscar un trabajo o permanecer en él, un esfuerzo inconcebible por absurdo e innecesario

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En las relaciones intrafamiliares escandaliza o no nos atrevemos a defender que los padres puedan acceder a esa esfera de privacidad que es el teléfono móvil de sus hijos menores de edad en el momento clave para su conformación como personas adultas. Normalizamos que niños de muy pocos años tengan como propios dispositivos por los que llegan la mayoría de los elementos de riesgo para su equilibrio emocional e incluso su integridad física, el bullying, el juego, la pornografía, las imágenes de violencia extrema, la intromisión en la vida privada de otros niños y adolescentes.

En las relaciones afectivas entre jóvenes, con más amplio eco mediático en películas y series de televisión que en la propia realidad, quien no dice ser bisexual o algo “no binario” parece fuera de juego. En los comportamientos sociales, en determinados entornos, mucho más amplios de lo que la mayoría piensa, se ha normalizado el consumo habitual de drogas; y no hablo de entre jóvenes para animar sus salidas de fiesta, sino en el día a día de trabajadores, profesionales de todo nivel y gente común. Exagerando un poco -que no demasiado-, es ya más normal el consumo y la invitación al consumo de cocaína o drogas sintéticas que ponerle azúcar al café. Hasta tal punto que el que no lo hace es visto como una anomalía social.

En los medios de comunicación con carácter general, todo lo que se sale del pensamiento que propugna el movimiento “woke” queda apartado y excluido por no considerarse suficientemente moderno, tolerante o inclusivo. Comer equilibradamente es menos valorado que ser vegano. Trabajar, ahorrar y comprar un piso o querer tener un coche poco menos que cosa de frikis y, en algunas capas de la población, buscar un trabajo o permanecer en él, un esfuerzo inconcebible por absurdo e innecesario. O a la inversa, surgen teorías conspiratorias sobre cualquier asunto y si no te sumas te tachan de ignorante. Normalizamos actitudes y actuaciones con apariencia de apostar por la libertad pero extendemos la esclavitud de pensamiento.

www.elespejodetinta.com

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