La Opinión de Zamora

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Bárbara Palmero

El día que Dios fracasó

No sirvió de nada echarlos a golpe de látigo, el Templo vuelve a estar infestado de librecambistas y mercachifles

El día que Dios fracasó Bárbara Palmero

Se dice que fue Sir Winston Churchill quien definió el rugby, como “ese deporte de brutos jugado por caballeros”. Y puede que así fuese en el pasado, porque en la actualidad, a la selección española de rugby, la acaban de expulsar del Mundial de Francia´23, por tramposa y fullera. Se la acusa de haber falsificado el pasaporte de un jugador sudafricano al que se ha estado alineando de manera indebida.

La selección del XV del León culpa al Lexus Alcobendas, el club en el que milita el jugador. Pero lo cierto, es que fue la Federación Española de Rugby, FERugby, quien dio por válidas unas chapuceras fotocopias sin compulsar que presentó el equipo de la Comunidad de Madrid. Y ya es la segunda vez que sucede una incidencia similar. Una, puede ser un error. Dos, ya es una pauta de conducta.

Así y con todo, a los brutotes del rugby les quedan muchos bollicaos que comer para soñar siquiera con alcanzar a sus primos lejanos, los remilgados del fútbol. Pijos, sí, pero por lo que respecta a ilegalidades cometidas, consiguen un más que merecido diploma olímpico. Incluso podrían acariciar el podio formado por el Chapo Guzmán, el patrón Pablo Escobar y el eterno Don Vito Corleone.

Soy una católica con el petate bien pertrechado de pecados, y uno de los veniales es que no tolero a los hipócritas. Ni a los fariseos. Escucho en la tele a ese futbolista travestido de empresario, o empresario fingiendo que aún juega al futbol para poder seguir haciendo caja con sus tramas, un tal Gerard Piqué, y al presidente de la Real Federación Española de Fútbol, un tal Luis Rubiales, y me sangran los oídos.

Como que hay Dios que ninguno de los dos se ha leído la Ética a Nicómaco de Aristóteles. Y aún así, tienen la osadía y la indecencia de ir dando lecciones de moral y de buenos usos y costumbres a los periodistas que, en cumplimiento de su deber, les interrogan, y a todo aquel que no tenga nada mejor que hacer que escuchar semejante sarta de vilezas.

Nada más lejos de mis intenciones, que pretender ejercer de abogado del diablo. Difícil tarea, por otra parte, porque a quinquis no les gana ni El Vaquilla. Pero digo yo, que algo de culpa tienen también todos esos aficionados que han consentido que el fútbol haya dejado de ser un deporte para convertirse en un negocio. Por lo que se ve, bastante turbio.

Si se aplaude que un futbolista gane infinitamente más que quien está destinado a ser el que descubra la cura contra el cáncer, luego no se puede protestar porque haya que jugar la Liga española en Arabia Saudí y la Copa del Rey en Qatar.

Quien paga, manda. Y en la actualidad, quien mejor paga se dedica a descuartizar periodistas incómodos en sus consulados, porque sabe que con dinero todo es posible, hasta quedar impune. Qué se lo pregunten si no a Jennifer López. J-Lo sabe mejor que nadie que los derechos civiles y las libertades están sobrevalorados, y por eso prefiere cantar ante los jeques del petróleo, y no en los casinos de Las Vegas.

El dinero, y no la fe, es lo que mueve montañas, compra voluntades y consigue convencer hasta a los más indecisos

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Y de las corruptelas de los brutos del rugby a la corrupción de esos supuestos caballeros, que tienen tanto de nobleza y honorabilidad, como mi rebaño de ovejas tiene de dóciles y adorables pequeños rumiantes.

La actualidad dictamina que sigamos descubriendo lo poderoso caballero que es don dinero. “Madre, yo al oro me humillo, él es mi amante y mi amado”, que dice Quevedo. Hijos de duques y hasta reyes eméritos aparecen pringados en apestosas urdimbres de mascarillas defectuosas y damas de alta cuna y baja cama.

En la Edad Media, La Danza de la Muerte era el género literario que resaltaba la universalidad de la muerte. Ya no es la dama del alba la que iguala a todos los humanos: brutos y caballeros, empresarios y políticos, intelectuales y gente corriente. Ahora es el dinero.

El dinero, y no la fe, es lo que mueve montañas, compra voluntades y consigue convencer a los más indecisos. Por eso en la lotería del 13F nos ha tocado en suerte un vicepresidente de la Junta liberado. Sin cartera, sin tarea ni funciones, pero con generosa soldada. Acorde a su rango de insigne negacionista del estado de las autonomías. Si hasta ha sido necesario reciclar al anterior consejero de agricultura para nombrarlo Consiglieri de presidencia.

Y es que quien renuncia a tener ideología y creencias religiosas, debe ser capaz de someterse a las mayores bajezas y humillaciones. Todo por el ansia de acaparar más y más dinero.

Acabamos de dejar atrás la Semana Santa, unas fechas poco pías que se resumen en el jugoso dineral que nos hemos embolsado gracias al turismo. Sucedió justo hace miles de años, una semana antes de Pesaj, la pascua judía. Cuando el Nazareno acudió al Templo y estalló en ira contra mercaderes usureros y codiciosos. “No convirtáis la casa de mi Padre en un mercado”, bramó entonces, el día en el que Dios fracasó.

Menos mal que El Greco se apropió de la escena y nos legó un gran lienzo.

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