La Opinión de Zamora

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Ingreso en el Hospital Virgen de la Concha, un lujo

URGENCIAS DEL HOSPITAL VIRGEN DE LA CONCHA

Hace unos días estuve ingresado en el complejo hospitalario Virgen de la Concha de Zamora, en la planta de Cardiología.

Desde que ingresé encontré acogida, disponibilidad y deseos de serme útil en las personas que trabajan en el hospital: los médicos, competentes y cercanos, humanizando la medicina al tratar al paciente como persona, dialogando con él, dando razones, escuchando y brindando consejos. Las enfermeras y auxiliares de enfermería, atentas, agradables y eficientes –de día y de noche–. Celadores y personal de limpieza poniendo esmero en lo que hacían, aunque, como es lógico y natural, en tan numeroso equipo, no faltó alguna excepción que no hizo más que confirmar la regla. En resumen: un equipo humano notable, experto y joven, rebosante de experiencias –unos– y deseosos de aprender –los otros–.

Me acordé del médico y profesor universitario canadiense William Osler (1849-1919), que enseñaba que «El buen médico trata la enfermedad; el gran médico trata al paciente que tiene la enfermedad».

Encontré, también, una comida sana, sencilla, personalizada, de cuidada elaboración y elegante presentación tratándose de un hospital, no de un hotel, claro.

En la ambulancia UVI que me trasladaron a Salamanca –ida y vuelta– el médico, técnico sanitario y chofer que me acompañaron estuvieron siempre pendientes de que me sintiese tranquilo y a gusto: «¿Cómo vas, Antonio? ¿Necesitas algo? ¿Vas bien? ¿Tienes dolor?». Su sincero interés por mí me generó una simpatía hacia ellos que hasta me animé a hacerles algún chiste.

Para los creyentes es muy importante la atención espiritual; la fe es un bálsamo y una fortaleza en el sufrimiento. Esta sección está dignamente atendida, en el hospital, por la delegación diocesana de Pastoral de la Salud y Tercera Edad. Mi compañero de habitación y su familia, fueron muy respetuoso cuando me llevaban la comunión, y me comentaban: «Nosotros no somos creyentes, pero respetamos a los que lo son». Esto es –pensé– practicar uno de los valores fundamentales de una sociedad plural: el respeto.

Sé que hay carencias y deficiencias –como por ejemplo las demoras que también yo he sufrido– que el hospital deberá mejorar, sé que hay enfermos que opinan de otro modo, sé que otros tendrán distintas opiniones, pero, yo, si alguien me pregunta por el hospital Virgen de la Concha lo definiré así: un lujo para Zamora.

Antonio Rojas

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