La Opinión de Zamora

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Laura Rivero

Gracias a la Zamora de la diáspora que ha cargado pasos y pancartas

En estos días en que la población de Zamora se ha triplicado gracias en parte a los zamoranos de fuera y a su constante pregón de difusión por el mundo de su Zamora, tampoco se podían reforzar los servicios médicos para atender a los visitantes

ZAMORA. TRAFICO

Hay una Zamora que vive en la diáspora del capitalismo, que cerró casas y pueblos de la zona rural prometiendo mayor nivel de vida en las ciudades industrializadas, y que llega hasta el día de hoy cuando la gente más joven tiene que seguir emigrando para estudiar primero y trabajar después.

El sistema económico y social del capitalismo es el causante de la España vaciada a la que pertenecemos los zamoranos, y que aunque algunos interpreten que es una palabra peyorativa para los que aún vivimos aquí, a mí me gusta utilizarla porque indica que la despoblación no es una fatalidad ni una casualidad, sino una estrategia pensada y calculada en beneficio de alguien: que Zamora ha sido vaciada aposta.

Esa Zamora de la diáspora del capitalismo en grandes ciudades y en el extranjero, ha vuelto en Semana Santa no sólo a levantar los pasos de la tradición, sino las pancartas de la reivindicación y con ellas el ánimo de los habitantes de la patria chica vaciada.

No han esperado a la Resurrección del Cristo para hacerlo, porque tras el “dos y pingada” de la última procesión casi romería, también ha vuelto la procesión de atascos en las carreteras de regreso a las tierras de acogida de los zamoranos errantes, que siguen llevando en su corazón la marca de la casa donde les nacieron como a Clarín, a ellos, a sus padres, a sus abuelos, o más lejos. A veces por un breve periodo de tiempo como a León Felipe: “Debí nacer en la entraña de la estepa castellana y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada” ¡Qué lástima, que no se acuerde de Tábara!

Los zamoranos de la diáspora han tenido tiempo de levantar con sus brazos las pancartas con las reivindicaciones que se mantienen con la misma convicción

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Pero al contrario que el gran poeta universal sin patria chica que es León Felipe, la mayoría de los zamoranos de la diáspora económica sí tienen “comarca, patria chica, tierra provinciana”. Y en cuanto pueden lo demuestran, no sólo de vacaciones o de visita a la casa del pueblo -cerrada todo el año- para celebrar como propias las tradiciones de siempre, sino con el compromiso por el futuro de su tierra zamorana.

Por ello, además de cargar los pasos de la tradición que todo el año custodian y conservan los escasos habitantes de la tierra vaciada en las iglesias -contribuyendo con su fuerza renovada al éxito de la celebración religiosa- los zamoranos de la diáspora han tenido tiempo de levantar con sus brazos las pancartas con las reivindicaciones que se mantienen con la misma convicción. Y que como no se solucionan, van camino de convertirse en una tradición de fuertes raíces como la propia Semana Santa.

Como reafirmando el poema que en el tiempo de pandemia preguntaba “¿quién ha dicho esas historias que Cristo este año no sale?”, para concluir que “estaba en los hospitales”, las pancartas de la sanidad pública han denunciado que a los Consultorios de los pueblos no llega ni dios, que siguen cerrados porque dicen que no hay médicos, y que tampoco hay pediatras para atender a los niños. Y que en estos días en que la población de Zamora se ha triplicado gracias en parte a los zamoranos de fuera y a su constante pregón de difusión por el mundo de su Zamora, tampoco se podían reforzar los servicios médicos para atender a los visitantes ni a los zamoranos de la diáspora

En la Sierra de la Cabrera y desde todas las comarcas, se ha levantado la pancarta contra la colonización del territorio que supone la instalación de huertos solares y parques eólicos. Que ni son huertos en los pueblos ni son parques en la naturaleza, sino industrias de producción de energía que ocupan la tierra agrícola y la tierra comunal para trasladarla a las fábricas donde trabajan los zamoranos de la diáspora capitalista. Algunos tuvieron que abandonar su pueblo cuando se lo anegaron bajo las aguas del embalse para producir energía de la diáspora, que tampoco se quedó aquí.

Como tampoco se quedan sino que se convierten en jamones de la diáspora, los cerdos que se crían en las macrogranjas de porcino que exportan los animales para transformarlos en alimentos de calidad fuera, pero dejan las aguas y las tierras zamoranas contaminadas para los escasos habitantes que permanecen en la Zamora vaciada. Macrogranjas que contribuyen al vaciamiento de la zona rural.

Aunque con menos eco por falta de internet, también se han levantado pancartas contra el mal estado de las carreteras donde se juegan la vida los zamoranos para acceder al médico, al hospital, a la escuela o al cajero automático. Y sobre todo por la lentitud con la que se implantan las nuevas tecnologías de la comunicación, esas que podrían unir a los zamoranos de la tierra vaciada con los de la diáspora, y con los ciudadanos del mundo, que también somos los zamoranos.

Quiero agradecer a los zamoranos de la diáspora que han cargado los pasos de la tradición del pasado y levantado las pancartas de la reivindicación del futuro, vuestro compromiso con esta tierra, que es la vuestra. De la misma manera que sé que vosotros agradecéis a los que mantienen los pueblos vivos para que podáis volver en vacaciones, tal vez alguna vez más tiempo, “a una casa solariega y blasonada” con escudos de paisajes del pasado, que es la vuestra.

Tras la Resurrección del Cristo y de la primavera, los pueblos vuelven a quedarse más solos. Pero no están muertos. Seguirán luchando desde la tierra donde nacieron, les nacieron o no recuerdan, “sensibles a todo viento y bajo todos los cielos”.

Hasta que, como dijo el zamorano de la diáspora del mundo León Felipe: “sean todos los pueblos y todos los huertos nuestros”.

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