La Opinión de Zamora

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El dinero compra cosas que no tienen precio

Dinero

Damos tanta importancia al dinero que la mayoría de nuestros actos se rigen por normas mercantiles que se alejan de la ética y rompen el significado que tienen las cosas importantes.

Nuestras decisiones en la compra de determinados productos o servicios tienen más incidencia en la sociedad de lo que imaginamos. Alquilar un vientre de una mujer pobre en Ucrania para gestar un bebé es un ejemplo.

Ucrania es el primer país en la explotación reproductiva por sus bajos precios. Las agencias intermediarias que se lucran con este negocio cobran unos 100.000 euros por bebé. Aunque esta práctica es ilegal en España, se produce a diario porque es un negocio que mueve mucho dinero.

Tener un hijo no es un derecho. Si una mujer no acepta los límites de su naturaleza, tiene la alternativa de pedir ayuda a un profesional que le ayude a superar las barreras psicológicas que le impidan aceptar su realidad.

Pagar por un vientre ajeno resta sentido a la maternidad porque se participa en un mercado de oferta y demanda, como ocurre con cualquier producto mercantil que se intercambia por dinero, commodities, materias primas, o petróleo. Podría citar otros casos, el mercado de óvulos, el mercado de esperma a la carta, el derecho a contaminar de una empresa si paga una tasa al Gobierno por el C02 que emite, la compra de votos, la justicia penal, todo apoyado en un marketing agresivo y en populismos que los partidos políticos venden como “políticas progresistas” que convencen a la mayoría.

Los mercados de esclavitud se crean cuando triunfa la codicia y no se pone límite a comprar todo lo que quieres, por ejemplo un órgano en el mercado de países pobres. La codicia tiene mucho que ver con las crisis financieras, económicas y también con las guerras. Habría que plantearse el papel que tienen los mercados en nuestras vidas y poner límites a nuestros caprichos. De lo contrario podemos tomar decisiones irresponsables que esclavicen a las personas.

Ninguna persona puede ser objeto de una economía de mercado. La integridad moral debe ser respetada en todas las personas por desfavorecidas que sean. Los valores merecen ser protegidos para que las cosas importantes de la vida no pierdan su sentido, de lo contrario nos ponemos a la altura de los banqueros de Wall Street.

El que hoy esté todo en venta y el dinero compre lo que no tiene precio ni deba venderse supone, aparte del incremento de la desigualdad, que el dinero adquiera cada vez más importancia.

Luisa Vicente

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