La Opinión de Zamora

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Rafael Monje

La devoción toma las calles

Este año, por fin, la devoción ha tomado las calles y plazas de nuestros municipios, rebosantes de un público

Procesión de Jesús Yacente Emilio Fraile

Del carácter general de los castellanos y leoneses mucho se ha dicho y escrito. Pero, de las numerosas cualidades que todos habremos escuchado en más de una ocasión, yo me quedo con la de humildad, la honestidad, la sencillez, la austeridad y el compromiso de sus gentes. Incluso la diversidad cultural y social que, lógicamente, hay entre las nueve provincias que conforman la Comunidad hacen de ella un territorio único y excepcional, del que, por mucho que hablemos, siempre nos quedaremos cortos a la hora de definir el paisanaje que nos identifica. Cierto es que cada provincia exhibe de forma muy particular sus propias peculiaridades, pero hasta en eso siempre hay una lectura positiva: lo diferente nos enriquece culturalmente y moldea un sentimiento que desde lo local forja también una forma de ser y de estar en un país y en el propio mundo. Son tantas las cosas de las que debemos sentirnos orgullosos de manera colectiva que exigiría tanto espacio o más que todas las páginas del periódico que tiene entre sus manos. Y sólo para enumerarlas con una breve descripción. Somos impulsores de la historia universal de medio mundo y de la propia nación, cuna del parlamentarismo y de la lengua española, por citar sólo unos ejemplos de los centenares de hitos que han forjado un sentimiento universal e inalienable.

La imaginería deslumbrante de Castilla y León que, por suerte, ha vuelto a las calles de nuestros pueblos y ciudades tras dos años de pandemia, tiene bien ganado ese reconocimiento mundial

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Dicho esto, y estando en plena Semana Santa, sería injusto relegar a un segundo plano otra de las muchas cualidades que atesoran los habitantes de esta región: la pasión y la devoción hacia sus tallas procesionales y hacia una riqueza artística cincelada por los mejores maestros y escultores españoles desde hace siglos. La imaginería deslumbrante de Castilla y León que, por suerte, ha vuelto a las calles de nuestros pueblos y ciudades tras dos años de pandemia, tiene bien ganado ese reconocimiento mundial. Las esculturas policromadas que portan los costaleros y las cofradías de Castilla y León son de un extremado realismo y honda expresión, a las que sólo les falta hablar para romper la solemnidad que caracteriza nuestra Semana Santa. Tenemos, de hecho, ocho declaraciones de Interés Turístico Internacional, otras tantas de Interés Regional y cuatro de Interés Nacional. Son datos que evidencian por sí mismos la relevancia de una Semana de Pasión en las nueve provincias de la Comunidad que, sin miedo a exagerar, son el mejor exponente del país, por delante quizá de otras de ancestral renombre como las procesiones de Andalucía, especialmente las de Sevilla y Málaga. Aquí, en Castilla y León, la emoción se palpa en cada paso y en el rostro de miles y miles de personas que reflejan la devoción y singularidad de una Semana Santa única en el mundo. El silencio, la luz de las velas en medio de la monumentalidad castellana y leonesa o la propia vestimenta de muchos cofrades aportan un sello inigualable a una Semana de Pasión que se vive desde los adentros de cada uno de los miles de ciudadanos que se acercan estos días a contemplar los desfiles que han hecho de este territorio un paso obligado para turistas nacionales e internacionales. Este año, por fin, la devoción ha tomado las calles y plazas de nuestros municipios, rebosantes de un público entregado en cuerpo y alma a la inigualable Semana Santa de Castilla y León.

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