La Opinión de Zamora

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Luis Miguel de Dios

Buena jera

Luis Miguel de Dios

Un héroe ejemplar

Un eritreo salva a un joven de morir ahogado mientras otros grababan con el móvil

Los bomberos, durante un rescate en el Pisuerga. | Foto Ical

Sucedió el pasado 28 de marzo en Valladolid. Era de noche cuando un hombre cayó a las frías aguas del Pisuerga. Se oyeron gritos, se vio una capucha negra que se hundía y emergía de las aguas en una zona de fuertes corrientes. Bastantes personas de las que caminaban por allí cogieron sus móviles y comenzaron a grabar. (En estos tiempos si no tienes imágenes impactantes, y más si son recogidas por ti mismo, no eres nadie, un paleto atrasado). Parece ser que a ninguno de los futuros Berlanga o Buñuel se les ocurrió tratar de auxiliar a quien se ahogaba; solo filmar la escena, tal vez para presumir en cualquier reunión y para mandarla por doquier a ver si en algún programa televisivo se la aceptan y tiene su minuto de gloria.

De pronto, alguien se lanza al río, nada hacia donde se desplaza el hombre caído, lo agarra, tira de él hasta la orilla, lo deposita allí, comienza a reanimarlo y, ayudado por tres policías, consigue que aquel joven, a punto de agonizar, respire de nuevo, se recupere algo y pueda ser trasladado a un hospital, donde ya no hubo que temer por su vida. El héroe que se jugó la vida para rescatarlo del Pisuerga se esfumó. Empapado y quizás aterido por el frío nocturno vallisoletano, se fue a cambiar de ropa y a secarse a casa de un colega. Él no tiene domicilio fijo. Si carece de dinero, muy a menudo, duerme en un albergue municipal o en plena calle. Acepta cualquier trabajo. Come cuando y lo que puede. Y así desde hace cinco años que llegó a Valladolid.

Él se llama Sied Muhamed y es eritreo. Para escapar de la miseria y ayudar a su familia, a los 14 años emigró de su país. Lo hizo solo y andando. Una semana después llegó a Sudán, donde trabajó un año como camarero padeciendo penalidades y la explotación de las mafias. La siguiente y dura escala fue Libia. Allí logró con sus escasos ahorros pagarse “un pasaje” en una patera rumbo a Italia. Pudo haber muerto, como tantos otros, en el Mediterráneo, pero afortunadamente un barco de la Cruz Roja lo rescató y lo desembarcó en la isla de Sicilia. Trascurrieron varios meses hasta que lo enviaron a Valladolid como menor no acompañado. Corría el año 2017. Sied Muhamed tenía 17 años y no sabía ni siquiera situar a España en el mapa.

El héroe que se jugó la vida para rescatarlo del Pisuerga se esfumó. Empapado y quizás aterido por el frío nocturno vallisoletano, se fue a cambiar de ropa y a secarse a casa de un colega

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El día después de su gesta, y tras ser localizado e identificado como el héroe del Pisuerga, el joven eritreo fue recibido en el Ayuntamiento, donde recibió toda clase de elogios. Saludos, fotos, ovaciones y palabras que resaltaron su hazaña. Él le quitó importancia. Se limitó a repetir que aquella noche paseaba, escuchando música, cuando oyó gritos. Corrió hacia la orilla del río, vio “una capucha negra que se iba para abajo” y se lanzó a las aguas en una zona de corrientes y en plena oscuridad. Nadó, asió la capucha, tiró de ella y… todo salió bien. “No pensé en nada; tan solo en salvar una vida”, dijo cuando tuvo que explicar ante la prensa su heroicidad. Y se remitió a su madre, a la que envía dinero cuando puede a Eritrea. “Ella me enseñó a hacer las cosas bien”, explicó.

Sied Muhamed no quiere honores ni medallas. Únicamente reclama un trabajo para poder vivir con dignidad y ayudar a su familia eritrea que sigue con muchos problemas. Él tiene los papeles en regla y la mejor disposición. Cuenta que, además, “tengo la cabeza abierta para trabajar; aprendo rápido; lo importante es que sea algo un poco fijo”. Quiere trabajar de día y estudiar de noche para continuar progresando o, mejor dicho, para empezar a progresar, a no tener que vivir de la caridad. Ha recibido varias ofertas de empleo. Es probable que, a estas alturas, ya haya cuajado alguna que ponga final feliz a este relato dramático.

Un relato, una historia, que tendría que hacernos reflexionar y más en estas fechas de Semana Santa en las que oímos continuamente palabras como solidaridad, piedad, devoción, generosidad, amor fraterno, justicia, caridad, que, en muchas ocasiones y viendo la distancia entre dichos y hechos, suenan a vacío. ¿Se han fijado en un detalle? Muchos espectadores grababan con el móvil mientras un joven se ahogaba. Solo Sied Muhamed, que nada tiene, arriesgó su vida para salvar la de uno al que no conocía. Todo un ejemplo vital. Y no pidió nada. No quiso nada. Cuando vio que el rescatado respiraba, se marchó del lugar a secarse y a resguardarse del relente en la vivienda prestada de un colega. Tal vez esa noche ni cenara o lo hiciera en precario.

Toda una lección, un ejemplo. Tendríamos estos días que pensar en ello, meditar, mientras nos damos golpes de pecho bajo túnicas y capuchones. Cristo también murió en Eritrea.

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