La Opinión de Zamora

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José Manuel del Barrio

Siete días y un deseo

José Manuel del Barrio

Conductas impropias

Hay que atajar de raíz las conductas ilícitas e insolidarias

Mascarillas

Uno. Empecemos con varias reflexiones sobre las conductas impropias que, de vez en cuando, saltan a la palestra pública. Las más recientes: las comisiones cobradas por conseguir mascarillas y otros recursos sanitarios durante la pandemia. No solo en Madrid, que sí, sino también en otros puntos de la geografía nacional. Pero podíamos hablar de la financiación ilegal de partidos políticos, prevaricaciones y corrupciones por aquí y por allá, etc. En fin, conductas indecentes en cualquier sociedad que se tilde de democrática, pues estas conductas atentan contra los principios de la transparencia y la ética ciudadana. De todo este laberinto de comportamientos incívicos que vamos conociendo, lo más grave es el afán de lucro, la avaricia y la usura que practican algunas personas de la alta sociedad. Esas que han vivido sin dar un palo al agua por sus orígenes familiares y que cuando tienen la ocasión, como ahora, aprovechan sus redes sociales para hacer caja. Como para que luego digan por ahí que todos somos iguales. Jajaja.

Hay que atajar de raíz las conductas ilícitas, insolidarias y éticamente reprobables. No podemos ser complacientes con quienes las practican, amparan o justifican

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Dos. Sigamos con quienes solo ven la paja en ojo ajeno y nunca ven la viga en el propio. Y es que con mucha facilidad prestamos demasiada atención a los defectos de los demás, cuando los nuestros pueden ser mayores. Para los casos mencionados en el punto de arriba, se habrán percatado que, según quien hable, las conductas descritas pueden ser calificadas de modos muy diferentes. Si yo soy del partido X y los de la acera de enfrente, es decir, los del partido Y me sacan los colores, entonces me defenderé como gato panza arriba, aunque los argumentos puedan ser peregrinos. Pero si, a renglón seguido, los del partido Y que antes acusaban a X se encuentran en su ámbito de actuación con conductas impropias, inmediatamente se defenderán de las acusaciones, mientras que los de X aprovecharán la ocasión para atizar sin clemencia. Pero ustedes pueden sustituir los partidos políticos por personas de carne y hueso, vecinos que conviven a su lado, con rostros y apellidos. Los modos de acusar o de defenderse serán casi idénticos.

Tres. Finalicemos con varias preguntas y, sobre todo, con algunas lecciones y una moraleja. ¿Hasta dónde puede soportar una sociedad democrática que las relaciones sociales entre las personas, los grupos, las instituciones y las entidades sociales estén viciadas y salpicadas por casos de corrupción y de modos impropios con los que la gente se gana la vida? ¿No somos conscientes de que esas conductas incívicas socavan y erosionan la confianza social entre las personas y, como consecuencia, perjudican muy seriamente la calidad y el bienestar de vida de la ciudadanía? Las lecciones son, por tanto, muy evidentes: hay que atajar de raíz las conductas ilícitas, insolidarias y éticamente reprobables. No podemos ser complacientes con quienes las practican, amparan o justifican. Por eso, los discursos de consentimiento son muy peligrosos. Y la moraleja es también muy clara: ante estos sucesos, los silencios son conductas impropias y cómplices que a todos nos perjudican. Por tanto, hay que mojarse. Por el bien de todas y todos.

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