La Opinión de Zamora

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Concha Ventura

Crónicas de un paso de cebra

Concha Ventura

El saber nos hará libres

Todo demagogo, una vez que ha ganado las elecciones, cambia de rumbo y aplica las estrategias, propias de la demagogia

La política no deja de ser un contrato entre gobernantes y ciudadanos, en las democracias.

El saber nos hará libres

Los primeros muestran y defienden un programa antes de las elecciones y los segundos, basándose en las ideas que los diversos partidos postulan, votan. Es decir, se llega a un acuerdo que debería ser respetado, pero actualmente, por lo menos en España, no se da mucho el caso.

Antiguamente, los pactos eran sagrados e inviolables. Cuando tenían que ver con algo público, se usaban objetos para certificar el hecho, como la tesera romana de hospitalidad, una especie de tablilla cuadrada de bronce o plata, portátil, en donde se escribían las condiciones del trato o una figura o moneda partida por la mitad, con la que se quedaban cada uno de los que firmaban, y eso, bastaba para que fuera cumplido, por los hombres de palabra.

También se ha usado el apretón de manos o el abrazo, donde los caballeros debían de usar para ello, la mano que no estaba al lado de la espada, como señal de buena fe.

En el mundo celta bastaba con un contrato de palabra en presencia de testigos, para que lo pactado se llevara a efecto y así ha sucedido a lo largo de la historia hasta nuestros días.

No hay medidas realistas y efectivas para solucionar los temas acuciantes. Bueno, se va a dar una paga, con la que está cayendo, a los jóvenes de 18 años, para que disfruten el momento, clientelismo puro y duro

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Quienes se lo saltaban eran personas sin palabra, que perdían toda su credibilidad y eran tachadas de hipócritas y mentirosas para siempre.

Muchos políticos populistas, cuando acceden al poder se creen los dueños de los países que dirigen, se convierten en demagogos, y cambian de idea en numerosas ocasiones, sin que los ciudadanos puedan hacer casi nada para destituirlos, de ahí los levantamientos populares y las guerras, que ese incumplimiento de la palabra dada conlleva.

Y ya lo decía Proudhon, revolucionario francés, cervecero y filósofo socialista utópico, que tanto influyó en el anarquismo, “La demagogia es la hipocresía del progreso”.

Y en esas andamos, con estos conductores del pueblo.

¿Qué es lo que hay por aquí, en estos momentos?

Pues unos cuantos políticos halagando el oído de los ciudadanos con argumentos absurdos, para ganar la confianza perdida y para seguir manipulando a las masas, y muchos votantes, asistiendo atónitos al derrumbe de la economía y del tejido social del país, que va a tardar muchos años en recuperarse.

El vocabulario usado es repetitivo y no define nada. De momento jornaleros, trasportistas, agricultores, taxistas y un largo etcétera, los que no son de los suyos y no pueden ser pobres, porque no les hacen ni caso, son tachados también de extrema de derecha y ahí se acaba el discurso.

No hay medidas realistas y efectivas para solucionar los temas acuciantes. Bueno, se va a dar una paga, con la que está cayendo, a los jóvenes de 18 años, para que disfruten el momento, clientelismo puro y duro, porque los que nos gobiernan piensan que ganarán votos en las próximas elecciones.

Todo demagogo, una vez que ha ganado las elecciones, cambia de rumbo y aplica las estrategias, propias de la demagogia, citaré algunas, propaganda, discursos retóricos sin contenido, desinformación, distorsión de argumentos, estadísticas fuera de contexto.

Una de las mejores tácticas, es la desviación de los argumentos, para centrarse en unos pocos temas sustentadores de todos sus discursos, en este caso “la extrema derecha”, obviando los problemas reales de la sociedad. Es su mantra, su frase preferida, porque así es como se construye un enemigo común, para dividir a la sociedad.

Y no se puede olvidar el falso dilema, donde los demagogos presentan dos únicas opciones y todos debemos situarnos en una de ellas. Y si no se sigue la ruta que ellos marcan, vuelta al mantra vacío de la “extrema derecha”. Desgraciadamente, la realidad es más mucho más compleja de lo que la pintan.

Ellos también saben manejar las emociones, el miedo, la esperanza y la retórica de palabras vacías, pero que suenan muy bien.

No nos olvidemos de los gestos. El más usado es el de la mano en el corazón, también el del aplauso entre ellos.

Por algo Aristóteles, el filósofo ese, que dentro de poco ya nadie conocerá en nuestro país, defendía que la demagogia era una forma corrupta y degenerada de la democracia, en donde se practicaba un gobierno tiránico en nombre del pueblo, de los pobres.

Así han conseguido eliminar toda oposición al interpretar los intereses de las masas, como los intereses de toda la nación, confiscando el poder en esa representación “legítima” de las mayorías.

Por cierto, pobres, que durante la pandemia y actualmente, viven muchos de ellos, gracias a la caridad de la iglesia y de organizaciones sin ánimo de lucro.

Eso sí, la mayoría de los que nos gobiernan visten de marca y huelen muy bien.

Nos queda como única esperanza, ante tanto desconcierto, acceder al conocimiento y tener pensamiento propio, que es lo que nos hará libres y sólo por eso, vale la pena aprender filosofía.

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