La Opinión de Zamora

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Manuel Antón.

Unas valientes

En recuerdo de Anna Politkóvskaya y en reconocimiento a Marina Ovsiannikova

La periodista Marina Ovsiannikova irrumpe con la pancarta contra la guerra

El diario ruso “Novaya Gazeta” se merece un aplauso por ser el único que, pese a tenerse que ejercer a sí mismo diariamente la autocensura para poder “salir a la calle”, sigue ahí, desafiando a Putin y sorteando los laberintos de la “Ley contra la desinformación” recientemente aprobada por el Kremlin para amordazar a todo el que ose informar “falsamente” acerca de la guerra que se está librando en Ucrania.

Anna Politkóvskaya Archivo

La citada ley ha obligado a desistir de informar a casi todos los medios de comunicación que desde Rusia y hasta que el dictador Putin la sancionó seguían intentando mantener informado al pueblo ruso y a toda la opinión pública mundial acerca de cuanto fuera posible saber sobre lo que está sucediendo en Moscú y sus alrededores y, fundamentalmente, sobre lo que está pasando en Ucrania.

Y todo, porque el último zar ruso, de nombre Vladimir, en su desmedido afán por destacar como el político ruso más poderoso e influyente desde la Guerra Fría, pretende tener amordazados y engañados a todos los rusos de a pie para que no se le subleven. Cosa que por mucho que lo intente, espero y deseo, no podrá conseguir, porque más pronto que tarde sus ocultas intenciones y sus bravuconadas serán conocidas por todo el mundo, gracias a que siguen existiendo héroes que están dispuestos a jugarse la vida por defender la verdad, y ¡ojalá! eso hará que, de una forma u otra, el sátrapa Putin muera en el empeño.

De momento, por fortuna, el periódico ruso Novaya Gazeta sigue siendo editado en Moscú, tanto en papel como en su versión digital, y bajo la dirección de un periodista de pro, Dimitri Murátov --premio Nobel de la Paz 2021— da trabajo a cerca de setenta periodistas que día a día revisan una por una todas las noticias que difunden, tratando de evitar cometer algún error que pueda llevarles a la cárcel.

En homenaje a su insobornable manera de ser y de informar, el despacho que ocupara Politkóvskaya hasta su trágico final permanece tal cual lo dejó en la redacción del Novaya Gazeta

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No poder llamar a la guerra, guerra, ni a la invasión, invasión, son algunos de los imperativos que emanan de la referida ley, que, entre otras “lindezas”, obliga a que, siempre que se quiera informar acerca de cuanto está aconteciendo en Ucrania, se empleé únicamente y exclusivamente el término “operación militar especial”, que es la denominación oficial que el autoritario Putin decidió dar a la brutal embestida que sus ejércitos están perpetrando contra el pueblo ucraniano. Y, ya se sabe, todo el que se salga del guion establecido será perseguido, arrestado y “juzgado” por difundir “información falsa” ¡Tiene bemoles la cosa!

En el rotativo Novaya Gazeta, tiempo ha trabajaron más de media docena de periodistas libres e independientes que por investigar temas oscuros vinculados a Putin un día “desaparecieron” o fueron víctimas de atentados, o dicho más claramente, fueron asesinados por “hablar más de la cuenta”.

Una de las víctimas fue Anna Politkóvskaya, una periodista rusa, nacida en EE. UU., pero de ascendencia ucrania, que, mientras pudo, destacó por ejercer libremente su profesión, a pesar de que, como ella misma dejó escrito, se sabía amenazada: “Sé que puedo pagar con mi vida al estar diciendo lo que pienso e informando acerca de lo que está pasando. No soy la única que está en peligro”.

Politkóvskaya fue reconocida y muy valorada internacionalmente por sus reportajes sobre la segunda guerra chechena. En ellos denunciaba los secuestros, las torturas y los asesinatos de que estaban siendo víctima miles de refugiados y no pocos periodistas y colaboradores de las ONG desplazadas a las zonas en conflicto.

Las ampollas que levantaron en la Federación Rusa los artículos de investigación y las informaciones que la insigne periodista rusa publicaba en el reconocido diario, poniendo en entredicho las actuaciones del Gobierno de Putin, propiciaron el que, el 7 de octubre de 2006, la valiente Anna fuera ajusticiada a balazos en el ascensor de su casa.

Marina Ovsiannikova tuvo el coraje de irrumpir el pasado lunes, día 14, en el informativo del Canal 1 de la televisión pública rusa, para la que trabajaba, sujetando con sus manos una pancarta contra la guerra

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En homenaje a su insobornable manera de ser y de informar, el despacho que ocupara Politkóvskaya hasta su trágico final permanece tal cual lo dejó en la redacción del Novaya Gazeta.

Aun a sabiendas de que igual suerte que Anna puede correr cualquiera que se atreva a salir a “las ondas” o a las calles de Moscú, u otras ciudades rusas, a clamar por la libertad, la democracia, o a exigir el cese de los ataques que las fuerzas rusas están llevando a cabo en todo el territorio ucraniano, no son pocos los y las valientes que lo siguen haciendo, o intentando hacer, como es el caso de la periodista y activista Marina Ovsiannikova, que, dejando atónitos a cuantos pudieron verla en directo, tuvo el coraje de irrumpir el pasado lunes, día 14, en el informativo del Canal 1 de la televisión pública rusa, para la que trabajaba, sujetando con sus manos una pancarta, que iba envuelta entre las banderas de Rusia y de Ucrania, y en la que, escrito en lengua rusa, se podía leer: “Detengamos la guerra. No os creáis la propaganda. Os están mintiendo. Rusos contra la guerra”.

En recuerdo de Anna y en reconocimiento a Marina, hoy quiero ser uno más de los muchos millones de habitantes de este planeta que claman por la libertad, la democracia, la defensa de todos los derechos humanos y la paz.

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