La Opinión de Zamora

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Baltasar Rodero

Los vecinos

Los hay tan raros que incumplen con las obligaciones habituales

Aviso en un portal de vecinos.

El humano, en el tiempo pescador y cazador itinerante, va transformándose en agricultor y sedentario, las distintas tribus entonces se asientan en zonas geográficas ricas y productivas, a estas tribus se unen otras, y así nacen las poblaciones o poblados primitivos.

Con el tiempo, y con la incorporación de más tribus, van aumentando de tamaño las distintas agrupaciones, estableciendo unas mínimas normas de convivencia, cuya autoridad la ostentaban los distintos responsables de cada tribu, además de unas básicas normas de higiene, que hicieran más cómoda la convivencia. Las diferentes instalaciones eran estratégicas, pensando en una posible invasión, y en consecuencia en una necesaria y urgente huida. Surgen así las empalizadas perimetrales, que con el tiempo, especialmente a lo largo de la edad media, se convierten en verdaderas fortalezas disuasorias, frente a los posibles enemigos.

Tiene que llegar la edad moderna, en cuyos albores los campesinos, sujetos a grandes presiones de impuestos, junto a los campesinos libres y artesanos, se desplazan a las ciudades, y dan comienzo o nacen las grandes urbes, en las que conviven los gremios, numerosos, bien situados y organizados, formando en su conjunto la clase social media. El clero, la nobleza residual, y potentados o burgueses, formaban la élite.

Todos generalmente necesitaban algo, nadie disponía del “ajuar” completo, de aquí esta disposición de ayuda y afecto hacia, en principio, él desconocido

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Nacen las grandes obras, los espectaculares edificios, las espléndidas mansiones, y las viviendas en altura, con servicios comunes, especialmente el de la limpieza y mantenimiento.

Superada la etapa del absolutismo y la nobleza, con el advenimiento de la era industrial, estas viviendas se desarrollan y crecen alrededor de las ciudades, afloran “barriadas” o distritos numerosos, las viviendas se perfeccionan con la instalación de las fuentes de energía y el agua, y así aparece lo que será una nueva “familia”, numerosa, rica plural y variada, que son los vecinos.

Alguien, con quienes compartir obligaciones y derechos, desde una relación de afecto y respeto, que con el transcurso del tiempo se va convirtiendo en algo más cercano y afectuoso, naciendo incluso amistades cuya intensidad relacional, supera a la mantenida con la familia biológica, y en alguna ocasión, verdaderos lazos familiares, por la posibilidad, fácil, de formación de nuevas parejas, obviamente, el trato social, la relación personal continua, el enfrentamiento conjunto frente a cualquier necesidad, la colaboración etc., nos acerca, y cohesiona al grupo, haciéndolo más compacto cada día.

Ha sido y es en algunos casos, una nueva dimensión familiar, un enriquecimiento emocional, expresado, como cercanía, apoyo y referencia, sobre todo cuando los residentes eran extraños entre sí, y llegaba a la vez al nuevo domicilio. Todos generalmente necesitaban algo, nadie disponía del “ajuar” completo, de aquí esta disposición de ayuda y afecto hacia, en principio, él desconocido.

Con el cultivo de estos sentimientos, no puede sorprender que surjan grandes amistades, tan esenciales en cualquier comienzo, en este caso la iniciación de una historia, de una vida, de una etapa nueva, y que además perdurará, cuando menos en el deseo, en etapas posteriores.

Qué duda cabe que todos somos diferentes, que cada uno es original, distintos al resto, y que por ello las vivencias nunca podrán ser iguales, esto significa que a la vez puedan surgir y crecer los disentimientos, los roces gestuales, los desacuerdos e incluso los enfrentamientos, hasta graves en alguna ocasiones.

Tiene que surgir de todo, puede haber de todo, niños que molesten a algunos, de arriba o de abajo, en otras ocasiones, es el estudiante de música que tiene que hacer prácticas instrumentales, o los poseedores de mascotas, especialmente perros, cuando no están correctamente educados, o la negativa frente a la obligación de abonar una derrama acordada por la comunidad, o los desplazados que hacen caso omiso al abono de cuotas comunitarias, o el puntilloso que está pendiente de cualquier imperfección para proceder a la denuncia de la comunidad, etc.

Ojo con los trasteros o pequeños apartamentos en azoteas, que potencialmente dan cobijo a individuos marginales, desde cuyo rol no solo no colaboran ni participan, sino que obstaculizan y perturban

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Los hay tan raros que incumplen con las obligaciones de un vecino normal, querulante, pendiente de todo para acudir a la correspondiente demanda, ojo con los trasteros o pequeños apartamentos en azoteas, que potencialmente dan cobijo a individuos marginales, desde cuyo rol no solo no colaboran ni participan, sino que obstaculizan y perturban.

Obviamente, la convivencia puede ser prolongada, familias enteras cumplen juntos una historia, ello permite y casi exige la cercanía. El comentario diario, el compartir criticas y noticias, el vivir juntos, alegrías y tristezas, surgiendo la amistad, la confianza, la relación entrañable de cercanía y apoyo, de tal forma, que el vacio es grande cuando alguno se ausenta, este tipo de convivencia plural y rica, es cotidiana, se puede decir que es natural, nació como hemos relatado, y creció y profundizó en la época de la desruralización, o invasión de las ciudades por multitud de personas que buscaban mejores condiciones de vida, en la época de la industrialización, el campo esterilizaba al individuo y le alejaba del núcleo del futuro.

Pero, además vivimos en una sociedad vieja, en la que las enfermedades degenerativas son comunes y crecen en incidencia, y con ello los deterioros físicos y cognitivos, las respuestas más repetidas son las residencias de mayores, quedando el domicilio en muchas ocasiones vacío, y en manos de alquileres, o nuevos vecinos, con lo que la rotación de éstos es relativamente frecuente, que si lo unimos, a que ha desaparecido la voz del lechero, en los albores del día, los cobradores de todos los servicios, de cuya visita eras informado por cualquier vecino, la pescadera que te acercaba el pescado fresco del día, el recolector de objetos inservibles, incluso el repartidor de telegramas, que tanto unía ante una posible mala noticia, los despidos tristes y en ocasiones dramáticos de los “quintos”, que han de hacer el servicio militar, si sobre todo les tocaba en ultramar, o la acogida del niño cuando llegaba a casa, que por cualquier circunstancia ésta estaba vacía, etc., aquella época rica, expresiva, que se vivía en grupo, que todos participaban de todo, ha dado paso a una nueva, en la que la ocupación, la individualidad, la lejanía, la frialdad, el distanciamiento, físico y emocional son lo definitorio de su dinámica.

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