Es imposible resistir la tentación-obligación de escribir estos días de la guerra de Putin. La actualidad está llena, como casi siempre, de asuntos de interés, pero la invasión de Ucrania es la gran protagonista, la que tiene al mundo en vilo, la que puede traer (ya está trayendo) consecuencias nefastas, trágicas para la Humanidad. Durante la semana, uno acumula noticias y sensaciones para llevarlas el sábado por la mañana al papel, mas, a medida que transcurren los días, van perdiendo fuelle hasta quedar completamente oscurecidas por la locura del déspota del Kremlin.

Apenas once días después del inicio de la invasión, el panorama es desolador. Y sin visos de menguar

¡Y mira que hay temas de enjundia, novedades dignas de prestarles atención. Desde la situación del campo y la tractorada del miércoles hasta ese absurdo e increíble superávit de la Diputación en una provincia que agoniza, pasando por la no menos absurda e increíble huida de Cámara de Comercio, CEOE-Cepyme y Azeco de Zamora 10, o por las malas noticias que llegan de la fábrica de Siro en Toro o por los contactos para formar gobierno en Castilla y León, donde ya no se sabe si Mañueco negocia o lo tiene ya negociado desde la noche electoral…Al menos en su mente.

Son problemas vigentes, de calado, pero empequeñecen, y mucho, si miramos hacia lo que está sucediendo en Ucrania. ¡Y cómo no mirar si aquello es un desastre al que se le pueden poner todos los adjetivos negativos que queramos! ¿Quién nos iba a decir que, en pleno siglo XXI, en la avanzada y moderna Europa, íbamos a asistir al éxodo de, por ahora, 1,2 millones de personas?, ¿quién podría sospechar de ciudades cercadas, bombardeadas, destruidas?, ¿quién podría pensar hace solo quince días en miles de muertos civiles, en niños indefensos asesinados?, ¿en qué cabeza podría caber que alguien ordenara lanzar misiles contra una gran central nuclear existiendo el cercano precedente de Chernobil? Son preguntas que nadie se había planteado (eran impensables, fantasiosas) únicamente dos semanas atrás. ¿Guerra de este calibre en la Europa civilizada? Por favor, qué cosas tiene usted.

Putin, un dictador que ya no guarda las formas

Sin embargo, la guerra, con toda su carga de crueldad, injusticia, dolor y sangre, está ahí. La tenemos delante cuando comemos o cenamos, o tomamos algo en un bar mientras la tele nos hiere y apabulla con imágenes que parecen sacadas de un mal sueño, de una horrible pesadilla de la que querríamos despertar, pero la realidad no nos lo permite. La realidad siempre acaba imponiéndose por mucho que algunos, bastantes, intenten camuflarla en sus propios delirios, en sus obsesiones, en esa auto convicción patológica que les lleva a ¿pensar? que ellos son los únicos poseedores de la verdad y, por tanto, tienen que imponérsela a los demás.

Uno de ellos, claro, es Putin, un dictador que ya ni siquiera guarda las formas. Sus opositores acaban en la cárcel o en el cementerio. Los que protestan, aunque sea pacíficamente, son detenidos, fichados, represaliados, perseguidos. Los medios de comunicación que no se pliegan a sus órdenes de desinformación son multados o cerrados. El objetivo de Putin y su camarilla es que nadie sepa lo que pasa. Solamente pasa lo que ellos desean que pase, lo que ellos dicen que pasa. Lo más reciente es proponer cárcel y fuertes multas para quienes difundan noticias que no gusten en el Kremlin. Se les acusa de faltar a la verdad y de atacar a Rusia. Y punto. Además, los precedentes no invitan al optimismo. Navalni, periodistas que investigaron las matanzas de Chechenia, Kasparov, aquel supuesto espía envenenado en Londres… La lista es larga. Y dramática.

Apenas once días después del inicio de la invasión, el panorama es desolador. Y sin visos de menguar. El acuerdo para un alto el fuego temporal y para abrir pasillos humanitarios que faciliten la salida de quienes huyen de Ucrania es solo un arreglo provisional. Importante, sí, pero demasiado corto en el tiempo. Y un envés peligroso. Lleva aparejado el mensaje de que cuando acabe su duración volverán las bombas, los tanques, la destrucción de infraestructuras y edificios, la muerte de ciudades que a finales de febrero eran vida y ahora son ejemplos de salvajismo y barbarie. ¿Todo eso no lo tienen en cuenta los que, por ejemplo en Zamora, gritan “Otan, no; bases fuera? Pero, ¿en qué mundo viven? Quizás en el mismo que esos diputados y ministras de Podemos que se oponen a que España mande armas para que los ucranianos se defiendan. Mientras gritan “No a la guerra” y rebuscan argumentos pacifistas, Putin sigue masacrando inocentes y destruyendo un país.

Contra la guerra estamos todos, pero, hombre….