La paz mundial comienza con la paz interior.

Dalai Lama

Todos sabemos que la paz, como objeto de nuestra esperanza, es uno de los bienes más preciosos al que aspira toda persona de bien. Las guerras son la pérdida de la paz y establecen cadenas sobre la libertad de las personas que suelen sufrir, generalmente en mayor grado, los más pobres y los más débiles. En pleno siglo XXI, no podemos permitir que existan guerras que dañen la dignidad, la libertad y los bienes y derechos de las personas, motivadas por abusos de poder, por crear miedo e injusticia.

Todos hemos de luchar por un mundo más justo y más fraterno y no podemos permitir la guerra, porque cualquier tipo de guerra siempre termina con enormes dramas

Recuerdo haber leído que los Hibakusha, los sobrevivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, han mantenido viva la memoria del horror de lo sucedido y el sufrimiento durante toda su vida. Todos hemos de luchar por un mundo más justo y más fraterno y no podemos permitir la guerra, porque cualquier tipo de guerra siempre termina con enormes dramas. No podemos olvidar los enormes sufrimientos, angustias, injusticias y muertes que todas las guerras ocasionan. Digamos en voz alta, “No a la Guerra”. Que se escuche fuerte en toda la tierra el grito de ¡Paz!

Podemos conseguir nuestra paz interior con la bendición que nos llena de paz, con el perdón, siempre hemos de pedir perdón y perdonar y dar gracias a tantas personas con las que nos encontramos a diario.

Que el Dios de la paz nos bendiga y venga en nuestra ayuda. Que María, Madre del Príncipe de la paz y Madre de todos los pueblos de la tierra, nos acompañe y nos sostenga en el camino de la reconciliación, paso a paso.

Y que cada persona que venga a este mundo pueda conocer la existencia de la paz y desarrollar plenamente la promesa de amor y vida que lleva consigo.

Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:6-7.

Pedro Bécares de Lera