Si hubiera apostado realmente, es decir, poniendo unos cuantos euros sobre la mesa, hoy sería millonario porque todas las personas con las que hablé, escuché por radio, o vi por televisión, antes de que Rafael Nadal hiciera lo que hizo ayer en la pista del “Rod Laver Arena”, opinaban que Daniil Medvedev ganaría el Open de Australia.

Yo ya me manifesté por escrito en el artículo que escribí a propósito de la final que iba a tener lugar, y dije lo que dije, de corazón, aunque, lo confieso, después de haber visto los cinco espléndidos sets que nos brindaron ambos tenistas, hoy tengo que decir que creo en los “milagros”.

Hace unos días, antes de que Rafa viajara a Australia para empezar a prepararse con vistas a su posible participación en el primer “Gran Slam” de la temporada, oí a su tío Toni (al que conozco muy bien y por eso sé que cuando dice algo lo dice a conciencia) decir: todo lo que consiga Rafael en Australia será un milagro, pues hace unas semanas pensábamos que no podría jugar, dada la lesión crónica que sufre en el escafoides de su pie izquierdo, que últimamente tanto está limitando su actividad sobre la pista.

Y yo me pregunto: ¿A dónde podría haber llegado el señor Nadal si no hubiese sufrido tantas lesiones y tanto dolor a lo largo de su carrera?

La respuesta no creo que la pueda dar nadie pues, si de inhumano muchos han calificado lo que hizo Rafa ayer en Melbourne ¿qué otra cosa se puede decir de este ejemplar deportista español que nos ha tocado en suerte?

A mí solo se me ocurre decir que es persona fantástica, un deportista irrepetible, un ser humano excepcional, del que bien podríamos tomar ejemplo todos cuando de plantearnos cualquier reto se trate, porque, como ha demostrado Rafa, “cuando se pone toda la carne en el asador”, todo es posible.

Por cuanto nos hizo vibrar, sufrir y disfrutar durante las más de cinco horas de tenis que estuvo en la pista central del Melbourne Park, el señor Nadal, hoy solo quiero escribir, y con mayúsculas: Sí, sí, sí, sí, sí señor

¡Ah! Y gracias por todo, Rafa.