Solemos leer con meridiana claridad la primera línea del cartel que nos muestra el oculista. Pero, en la medida que paseamos la vista por otras líneas, aparecen letras de menor tamaño y comenzamos a tener problemas para identificarlas. Hasta que llega el momento en el que la nitidez va desapareciendo y no llegamos a leer nada: solo unas manchas negras que nos parecen iguales. Pero no llegamos a aceptarlo. Es entonces cuando, para seguir el protocolo que va marcando el médico, improvisamos, y le decimos cualquier letra, con la secreta intención de presumir de una vista mejor que la que realmente tenemos. Pero el doctor se da cuenta enseguida de tal argucia, y hace el pequeño milagro de recetarnos los cristales de las gafas que realmente necesitamos.

Conozco a un individuo que llegó a comprar en Internet una tabla optométrica, exactamente igual que la del oculista, con la intención de aprendérsela de memoria para así poder engañar al galeno. Dedicó unas cuantas horas a estudiarla, mirando las letras de cerca, e, incluso, a veces, ayudándose de una lupa, al objeto de memorizar todo el cartel, hasta que fue capaz de decir de un tirón las letras de cada línea, de derecha a izquierda, y de izquierda a derecha.

Tras aquel entrenamiento acudió muy ufano a la consulta. El oftalmólogo se asombraba de aquella calidad de visión, y más aun de la rapidez con la que respondía a la identificación de las letras que aparecían en las líneas que le iba señalando. Pero, se asombró aún más, cuando tras revisarle los ojos con detalle vio con toda claridad que tenía unas cataratas como un piano, lo que hacía imposible que pudiera ver de aquella manera. Así que, sin decirle nada, le sacó otro cartel con letras y marcas diferentes, y el paciente apenas pudo identificar unas pocas. Y es que se coge antes a un mentiroso que a un cojo, y más aún cuando el que te está examinando entiende de aquello.

Lo peor del caso, es que quienes así actúan están convencidos de que los que los escuchan, ven o leen, son meros indocumentados a los que se les puede convencer con cualquier cosa

Moraleja: siempre hay listillos que pretenden vender la burra, a precio de oro, aunque la acémila no tenga dientes. Y lo peor del caso, es que quienes así actúan están convencidos de que los que los escuchan, ven o leen, son meros indocumentados a los que se les puede convencer con cualquier cosa.

Eso de intentar vender la burra se agudiza en época electoral, periodo donde se habla mucho, pero se hace poco, muchas veces sin convicción, sin apoyarse en pilares calculados por el método de los elementos finitos. De manera que nadie puede entender por qué los candidatos dicen tantas mentiras y vaguedades. A título de ejemplo, revisemos los desatinos que han soltado hasta ahora en Zamora los principales partidos, de cara a las próximas elecciones autonómicas de Castilla y León.

Según los representantes del PSOE, “a Zamora le va muy bien cuando gobierna su partido”, y ponen como ejemplo que en Zamora han mejorado las pensiones, se ha impuesto el salario mínimo interprofesional, ha habido prestaciones a autónomos, y se ha impuesto el ingreso mínimo vital. Pero se da la circunstancia que ninguna de esas acciones han sido pensadas para esta provincia, sino para el conjunto de España, y daría que pensar haber dejado a Zamora al margen. Pero de las promesas específicas apenas se recuerda que haya llegado a cumplirse alguna. En este momento, está durmiendo la siesta la promesa que hizo, hace dos años, el presidente Sánchez sobre Monte la Reina. Antes desapareció la promesa del presidente Zapatero sobre la implantación de la empresa Softtec, que iba a generar más de 300 empleos cualificados, Y antes aún el presidente González se cargó los trenes que comunicaba en el pasado a las poblaciones de la Ruta de la Plata.

Según los representantes del PP, es su partido “el máximo valedor del desarrollo de nuestros pueblos”. Claro que han debido de tener un lapsus, pues es el PP y no otro partido quien lleva más de 30 años llevando las riendas de esta Comunidad, y la agricultura y la ganadería se encuentran por los suelos, los pueblos deshabitados, y la atención médica en Belén con los pastores.

El máximo representante de Ciudadanos (el exvicepresidente Igea) ha soltado que “pactará con quien más margen le deje”. No precisamente con quién o quiénes estén dispuestos a defender los intereses de los zamoranos, sino con los que le garanticen a él conseguir la mayor cota de poder.

Se dice, no sin razón, que “la mano que sujeta la pluma es la que escribe la historia”, pero es que hay mucha gente que ni siquiera escribe con pluma, ni con bolígrafo, sino que se vuelve loco ante el teclado de un ordenador dejándose llevar por lo de “cortar” y “pegar”. Y lo peor, es que lo hace a impulsos, sin molestarse en prepararlo como Dios manda. Quizás pertenezcan a ese grupo que le gusta aprenderse de memoria la tabla de las letras del oculista.