A menos de una semana para que se inicie la campaña electoral de forma oficial, puesto que oficiosamente sería difícil ponerle fecha, conviene hacer un repaso sobre el escenario en el que los distintos candidatos se mueven y, concretamente, la complicada situación de Zamora, que pudiera parecer irreversible a tenor de los datos que se manejan.

Puesto que el énfasis de la precampaña y, previsiblemente la campaña, se hará en cómo salir del profundo hoyo que han bautizado como España Vaciada, es obligatorio repasar los datos que explican por qué Zamora merece un tratamiento especial dentro de ese nuevo nicho electoral alimentado por la desesperanza de un cada vez más menguante puñado de votantes.

El desafío, ahora, es que los buenos augurios económicos se cumplan y se basen en cimientos más sólidos de los que dejan a la intemperie las estadísticas

La despoblación y el envejecimiento no son fenómenos que se circunscriban exclusivamente al ámbito rural. La población de la capital zamorana ha dado pie, durante décadas, a un falso espejismo en las estadísticas a la hora de medir la densidad de habitantes por kilómetro cuadrado. Por eso, Zamora ha quedado hasta ahora al margen de las medidas específicas que contempla Europa para las zonas más desfavorecidas.

Pero existen ya demasiadas evidencias sobre lo contrario. La capital, en otro tiempo nutrida por los que se trasladaban de los pueblos, pierde habitantes, casi 700 en el último año, lo que supone el 37% de lo contabilizado en el conjunto provincial, y está a punto de bajar de la barrera psicológica de los 60.000 habitantes. El “efecto” llamada de lo urbano en la provincia de Zamora ya no existe, así que la emigración va directa hacia otras provincias e incluso hacia otros países, sin parada intermedia.

La situación empeora según se avanza hacia el oeste, hacia la Raya portuguesa, donde la densidad de habitantes cae en picado hasta quedar relegada en los últimos puestos del más triste ranking de población, poco más de seis habitantes por kilómetro cuadrado, con arreglo a un estudio de un colectivo social publicado por este diario la semana pasada. Los habitantes se van, se cierran escuelas, tiendas, bancos, farmacias y los médicos buscan mejor destino en el primer concurso de traslado que se convoca. Más de cien núcleos de los 520 que conforman la provincia tienen menos de 30 personas empadronadas en ellos. Con una dispersión geográfica de las más altas de Europa, dotar a todos de los servicios básicos necesarios se antoja una tarea titánica, pero, al mismo tiempo, ineludible.

Porque si todos esos pueblos y ciudades carecieran de cualquier interés, si la tierra fuera yerma, si no perseveraran vecinos con iniciativas, ganas e ilusión, lo fácil sería echar la llave y el último, que cierre la puerta.

Sin embargo, en esta convocatoria de elecciones autonómicas, las primeras en toda la historia desvinculadas de los comicios municipales, once fuerzas políticas pretenden optar a los siete escaños que corresponden a la provincia en las Cortes de Castilla y León. Y a todos ellos se les presupone interés legítimo y obligación de servir al ciudadano, del que espera obtener su voto el próximo 13 de febrero. Todos los que den ese paso deben cumplir expectativas, generar esperanzas con proyectos sostenibles y realizables en el corto plazo. Ni estamos para fantasías ni para eternas esperas.

Aguardan retos en una economía depauperada, cuya recuperación se basa en la precariedad. No puede calificarse de otro modo la creación de empleo que publican las estadísticas oficiales y que reconocen un 22% de aumento de la temporalidad. Durante el pasado año se firmaron 48.141 contratos a tiempo determinado, cuando la población ocupada de la Encuesta de Población Activa suma poco más de 68.100 personas. Eso da una idea de la enorme inestabilidad de un mercado laboral que además ha basado su crecimiento en tres sectores: agricultura, hostelería y comercio. El sector primario, fundamental, sigue inmerso en una reconversión sin fin y acechado por el aumento de precios de las materias primas y los bajos pagos en origen. Comercio y hostelería salen, entre restricciones y oleadas, de la debacle de la pandemia, cuyos últimos coletazos se manifiestan aún tanto en el plano sanitario como en el económico.

Cáritas, en su último informe, define la situación provincial como “cada vez más pobre y cada vez más frágil”. Un 20% de la sociedad zamorana bordea la pobreza extrema. Uno de cada tres menores sufre las consecuencias de la escasez. Tenemos a toda una generación que crece, desde hace 14 años, entre las consecuencias de la recesión económica más aguda desde la Gran Depresión del 29, seguida del colapso provocado por una pandemia que nos ha devuelto a escenarios impensables para estas alturas del siglo XXI.

Las ayudas directas establecidas y prometidas pueden ser una manera de paliar que miles de familias sean incapaces de llegar a final de mes, de que los sueldos y pensiones, muy por debajo de la media nacional, alcancen para pagar una cesta de la compra que ha subido en Zamora casi un 7% en doce meses, un precio de la energía que obliga a soportar temperaturas bajo cero sin poner la calefacción porque acondicionar la vivienda para los duros inviernos se ha convertido en un lujo.

Las empresas provinciales han soportado peor que las del resto de la provincia todo este tsunami de adversidades. Por el camino se han quedado 140 sociedades. La inmensa mayoría de ellas pymes y autónomos que ahora tendrán que hacer frente a más novedades: una contrarreforma laboral aún atascada en negociaciones políticas y el anuncio de nuevos tramos para los trabajadores por cuenta propia.

Para compensar, hay datos esperanzadores que apuntan a una mejoría notable de la economía zamorana para el año que viene: los expertos apuntan a un crecimiento del PIB hasta el 5,6%, por encima de la media regional. Uno de los datos en los que se basan es el aumento de las exportaciones. Las ventas al exterior, sobre todo de la agroalimentación, ya subieron un 41% el pasado año. El desafío, ahora, es que esos augurios se cumplan y se basen en cimientos más sólidos de los que dejan a la intemperie las estadísticas. Para ello es imprescindible la cooperación, la responsabilidad y el esfuerzo de todos esos candidatos que, estos días, por separado y culpándose mutualmente de la situación, dicen situar a Zamora en el centro de sus prioridades.