Toda vida que pasa siempre enseña algo, o mucho, sobre cómo debe ser el comportamiento humano para que mejore de generación en generación, con lo que conseguiremos un mundo mejor a lo largo del tiempo como, normalmente, suele acontecer. Es por ello, entre otras razones, que en cualquier momento debemos fijarnos en aquellas personas que cumplen más y mejor con sus respectivas obligaciones, para tomar nota y tratar de aplicar, y adaptar en su caso, ese proceder para mejorar el propio.

Pues, bien, más si cabe, cuando la persona digna del mejor recuerdo, por su recto, modélico y cariñoso vivir, nos deja, es el momento en que, con serenidad, con empatía, con respeto y, si es posible, con cariño, lo consideremos por si pudiera ser un excelente referente para superar el comportamiento propio en todos los órdenes de nuestra existencia.

Y tengamos presente que solo muere al que no se le recuerda; en parte, por lo poco, o nada, que haya aportado a la sociedad, pues la mayoría de las veces se trata de “cubrir el expediente”, o como diría una “distinguida alumna” para “aprobar” y ya, vamos para alcanzar lo justo para comer. Así nos va. Por el contrario, quiénes han sido laboriosos, cumplidores, respetuosos, entregados, etc., siempre serán un referente para los que quedan y los que vengan, por lo que estarán siempre presentes entre quienes tuvieron, especialmente, la dicha de conocerlos.

Tales vidas ejemplares es, además, muy conveniente divulgarlas para que sean conocidas por el mayor número posible de personas por los motivos y a los fines antes apuntados. Así, siempre la difusión de sus biografías, en todo o en parte, especialmente en “negro sobre blanco” permite que se consideren, analicen, se obtengan conclusiones de las lecturas correspondiente, para contrastarlas, por ejemplo, con el comportamiento propio y mejorarlo si a ello hubiere lugar.

Es, por todo ello, gratificante y plausible que la sensibilidad y la hombría de bien del Dr. D. Gregorio Cardoso haya escrito un bellísimo y sentido poemario sobre la enfermera Doña Lidia Manso Escuadra, (q.e.p.d.), donde magistralmente se refiere a los últimos tiempos y días de la sufriente señora que, con tanta dignidad y ánimo, los sobrellevó. Y es que, especialmente, en los momentos más duros de la vida es cuando se “enseña” entereza, la entrega al trabajo, a la familia, a los amigos; la aceptación de la voluntad del Señor, como nos dice el Padrenuestro, y la serenidad ante el momento de alcanzar a la “suprema Verdad”, en la “soledad inmensa”, por la que todos hemos de pasar; sí, todos ,sin excepción, y en la que se debiera pensar y reflexionar un poquito más de cara a tener bonhomía en este “valle de lágrimas”, que tan necesitado está de ella; pues “no sabemos el día y la hora”, (Mateos, 25, 1-13), de su llegada.

“Poemario para Lidia”, de muy recomendable lectura, por lo antedicho, se puede adquirir en las dependencias de Cáritas Diocesana, sita en la plaza de Viriato, de Zamora capital, y cuyo importe el autor, generosísimamente, lo dona a tan benemérita organización.

Mi personal agradecimiento y reconocimiento al Dr. Cardoso por su espléndido texto, como mis ánimos a las hijas de Doña Lidia, de la que Claudia es autora de la magnífica foto de su madre, que refleja con la mirada su grandísima entereza con la enfermedad, y a su esposo Roberto, y nuestras oraciones por su alma, aunque pienso no las necesite mucho, considerando su vida ejemplar existencia “aquí abajo”. D.E.P

Y que todos contribuyamos, con nuestra buena voluntad, a que haya más “ubantu”.

Marcelino de Zamora