La división es condición de los débiles y el camino más directo al fracaso. El ámbito rural tiene mil motivos para protestar por su arrinconamiento social, político y cultural, propiciado por un sistema que se alimenta de filosofías planas, imbricadas en tendencias animalistas y globalismos fatuos lineales, propios de la mala conciencia de excolonialistas. No es lo peor que se esté despoblando el mundo rural, lo más grave es que su cultura, sus valores, sus señas de identidad están siendo absorbidos por un agujero negro que tiene su ojo central en las ciudades, en el ámbito urbano. Ante este huracán creciente, o te haces notar y te atrincheras o desapareces por la gatera del olvido.

La división es condición de los débiles y el camino más directo al fracaso, repito. El mundo rural acaba de volver a escenificar su debilidad que le está metiendo en un leganal del que es imposible salir sin anquilosarse por la rigidez del cieno. Resulta que en menos de dos meses están convocadas dos manifestaciones del ámbito rural en Madrid. En principio con parecidas tablas reivindicativas, pero, eso sí, con organizadores diferentes. La primera, el 23 de enero, el próximo domingo, está organizada por Alma Rural y la segunda, el 20 de marzo, por la Oficina Nacional de la Caza. Estas dos entidades, al parecer, han sido incapaces de ponerse de acuerdo para convocar un solo acto –conjunto- de protesta que, seguro, hubiera tenido mucho más eco nacional e internacional que las dos convocatorias por separado.

Es el sino de los marginados, que son incapaces de transmitir su mensaje porque no tienen voz, porque reparten su malestar en mil ecos que se diluyen en la nada. Los moradores del ámbito rural andan confusos y cabreados. ¿Pero es que somos incapaces de ponernos de acuerdo ni tan siquiera a la hora de protestar? Pues sí, eso parece. Y en el aire queda, además, una duda que quema: ¿habrá tenido algo que ver la –mala- política al uso en el distanciamiento de los convocantes de los dos actos?

El Gobierno se frota las manos y ve un poco más fácil imponer la nueva Ley de Protección Animal o “vender” como propio de los tiempos “modelnos” la prohibición de la caza del lobo, incluso en aquellas zonas con riesgo de desaparición de la ganadería extensiva. O llenar la nueva PAC de ecoesquemas. O acercarse aún más a animalistas y nuevos gurús verdes para, con el tiempo y con el respaldo de la Comisión Europea, acabar prohibiendo toros y caza. La división es lo que tiene, que debilita y empobrece a las partes, las hace más vulnerables.