Casos hay mil, como todo el que viva en este mundo y pretenda estar informado habrá tenido ocasión de conocer (los de la familia del muy “honorable” ex presidente de la Generalitat catalana, Jordi Pujol, por ejemplo…) pero como el que el número 1º del tenis mundial, Novak Djokovic, ha propiciado por su prepotencia desmesurada, pocos.

Dada la situación que se está viviendo en el mundo entero a causa de la pandemia de COVID 19 que nos está tocando padecer, la mayoría de los países que se han visto afectados por el ya tristemente famoso coronavirus han adoptado medidas para luchar contra la propagación de la pandemia, que incluyen restricciones, prohibiciones y suspensiones de todo tipo. Al tiempo, han impuesto, o mejor dicho, han trasladado a la población recomendaciones para intentar rebajar los niveles de infección, reducir sus efectos… Entre las medidas adoptadas y las recomendaciones dadas, sin duda alguna, la más eficiente está resultando ser la vacunación masiva, hasta el extremo que algunos países, dada la evidencia de su eficacia, ya la han impuesto como obligatoria.

Pero, como en casi todas partes y ocasiones siempre hay que respetar las libertades individuales, hay personas que van contra corriente, bien porque han recibido informaciones contradictorias que puedan haberles hecho dudar, bien porque son más papistas que el Papa y piensan que con ellos no va la cosa, o, simplemente, porque son imbéciles y “confunden la velocidad con el tocino”.

En el caso del que todo el mundo habla, es decir, en el de Djokovic, aún no tengo claro si Novak es uno de los muchos negacionistas de la pandemia que andan por ahí; si, como dicen algunos, está influenciado por algún “gurú”…(no lo creo) o si, sencillamente, es de los que, como afirman otros “científicos”, no creen en la eficacia de la vacuna y, en consecuencia, son más proclives a dejar que cada cual haga lo que considere más oportuno (muchos de los que “jugaron a ser negacionistas” ya no lo pueden contar)

Piense Djokovic lo que piense, y diga lo que diga, lo que es más que cierto es que, si en lugar de ser Djokovic el que trató de entrar en un país sin cumplir las normas anti Covid19 vigentes en él, hubiera sido cualquier otro mortal, hace días que habría sido deportado, sin más.

Yo hace tiempo que admiro a Djokovic, por el talento que atesora para jugar al tenis, lo que, no en vano, le ha llevado a ser reconocido por todos los entendidos en la materia como uno de los mejores tenistas de la historia; pero en lo que a su persona se refiere, también hace tiempo que le tengo “muy calado”, razón por la que no me ha extrañado que, como casi siempre ha hecho cuando las cosas se le torcían en la cancha, para entrar en Australia y poder disputar “su torneo” (Novak es el jugador que más veces ha ganado el Open de Australia) haya intentado engañar, despistar y hasta tomar el pelo a todo el mundo, haciéndose pasar por víctima cuando lo que ha demostrado ser es un truhan.

No sé, como casi nadie sabe, si finalmente Djokovic podrá o no disputar el Gran Slam australiano, pero sea lo que sea lo que suceda, sin ningún género de dudas, Novak quedará marcado para siempre como un personaje indecente que quiso torear a la justicia y….lo consiguió…o no.

Dejando al margen los argumentos que puedan haberse esgrimido en los recursos y/o en las resoluciones, lo que ha quedado claro una vez más es que la justicia no es igual para todos.