Veo en el Telediario a Novak Djokovic. Es el tenista número uno de la ATP. Y un hombre muy rico, tanto que puede permitirse pagar al mejor abogado del mundo. Además, tiene acceso a fuentes de información con las que los demás mortales no contamos, por eso nos informamos con el Telediario.

El mejor tenista del mundo ha decidido no vacunarse contra el COVID, la enfermedad que genera el virus SARS-CoV-2. Es un adulto con sus plenas facultades mentales que ha tomado su decisión de forma libre. Nada que objetar, salvo que de un modo infantiloide no quiere asumir las consecuencias que se derivan de su libre elección. Pobre niño rico.

Es fácil, sin vacunas no se puede jugar el Open de Australia. Las normas son las normas, seas Novak Djokovic o Héctor príncipe de Troya. Lo entienden hasta mis ovejas. O no. Al parecer, el pueblo serbio se ha echado en masa a la calle para protestar por el antiserbicismo de las autoridades australianas. Si estás contra Novak, estás contra Serbia. Porque Djokovic es Serbia.

Metonimia, qué bonito nombre tienes.

Me cuentan, que las plataformas digitales de televisión van a prohibir emitir el clásico del cine Lo que el Viento se llevó. Porque es una película racista. Así que no más Escarlata O´Hara, no más Rhett Butler. Y no más Mammy ni más Prissy.

Espero que esta esquizofrénica decisión se detenga aquí y no derive en una quema pública de libros. Rabio por no volver a ver nunca más en televisión Lo que el Viento se llevó, pero no soportaría ver arder Raíces, La Cabaña del Tío Tom, Matar a un Ruiseñor o Yo sé por qué canta el Pájaro enjaulado.

En ganadería hay varios modos de producción, estar en contra de las macrogranjas solo significa estar en contra de ese modo de producir carne

Ni las películas ni los libros defienden la esclavitud a la que fue sometido el pueblo negro. La esclavitud existió, y las películas y los libros son una gran herramienta para dar a conocer a las generaciones futuras uno de los episodios más aberrantes de la historia de la humanidad.

Nadie en su sano juicio defiende en la actualidad que los esclavos negros deban recoger la cosecha de los campos de forma manual y a golpe de látigo. Tampoco a nadie, que no se haya escapado de la habitación acolchada, se le ocurre deducir que si se esté contra la esclavitud se está contra La Agricultura.

Djokovic no es Serbia, es un ciudadano serbio como otro cualquiera. Igual que la esclavitud no es la agricultura, es tan sólo un sistema de producción más. Tomar una parte por el todo, con intenciones torticeras más que por puro afán literario, esa es una buena definición de metonimia.

Atiendo a las explicaciones del señor Garzón, ministro de Consumo, diferenciando a la perfección entre las cabras que tiran al monte y esos otros animales modificados genéticamente para que engorden antes de tiempo, antes siquiera de que lleguen a desarrollar el sistema inmune. Razón por la que hay cebarlos con piensos medicalizados.

Y observo con horror como una horda de bersekers se le ha echado a la yugular. Es lo que tiene la metonimia, que es un vicio muy feo. En ganadería existen varios métodos de producción. Criticar las macrogranjas no significa estar contra la ganadería. Criticar las macrogranjas tan sólo significa que se está en contra de un modelo de producción de carne.

Pero si en este país atentar contra otro sistema de producción, como es la trashumancia, sale gratis. Cientos de agricultores ciegos de codicia siguen arando cordeles, veredas y hasta cañadas sin que nadie ponga remedio, ni proteste. Nadie. Ni sindicatos. Ni cooperativas. Ni tan siquiera Abraham, Isaac y Jacob patriarcas.

De poco importa que un atentado contra la red nacional de Cañadas Reales tenga consideración de atentado contra el Patrimonio Nacional, lo que deviene en un atentado grave contra el pueblo español. Atentar contra el modo de producción trashumante no es estar contra la ganadería, y por eso mismo nadie acusa a los agricultores avariciosos de estar contra la ganadería. Criticar el sistema de producción industrial de las macrogranjas, tampoco. Alabo a los profesores de Lengua y Literatura de este país por lo bien que enseñan a sus alumnos. Ignoro si la población maneja el oxímoron y la anáfora de un modo tan asiduo y zorruno como lo hace con la metonimia. Da igual. Porque el pueblo que domina sus recursos literarios es un pueblo sabio. Y un pueblo sabio se merece un ministro de Consumo como el que tenemos. Un autentico paladín de la libertad de información, que trabaja para proporcionar al pueblo español toda la información, toda, y que sea después el propio consumidor el que decida libremente si prefiere alimentarse con esas vacas alegres que pastorean los verdes prados del Salmo 23, o no.

Un consumidor bien informado, que después y de un modo adulto, asuma las consecuencias de su libre decisión. Como hacen los fumadores cada vez que le quitan el precinto a un paquete de tabaco que informa que Fumar Mata. Eso mismo que no quiere hacer el tenista serbio.